Me comprometí contigo, no con la familia política
Uno puede elegir a la persona con la que pasar el resto de su vida, pero no a las personas que la acompañan. La familia política y amigos de la pareja pueden llegar a ser un problema en la relación hasta el punto de causar la ruptura. Más allá de lo que nos pueda parecer, este es un problema recurrente en muchas parejas y que hay que saber manejar y delimitar.
Así, una frase más que común que justifica las malas relaciones o la distancia que se crea con los parientes políticos es “yo no me comprometí con tu familia, sino contigo”. Sin embargo, debemos saber que cuando nos comprometemos con alguien también lo hacemos con el mundo que le rodea. No estamos obligados a congeniar con las personas de ese mundo, pero sí a tratar de mantener una relación cordial.
“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.”
-Leon Tolstoi-
Por otro lado, que nos llevemos mal o bien depende de varios factores, porque si hay algo que todos sabemos es que cada familia es un mundo. Una cosa es vivir a cientos de kilómetros de los suegros y cuñados y algo muy diferente es compartir la misma casa o estar a dos manzanas de distancia.
Asimismo, otro factor de relevancia lo determina también la relación que tengamos con la propia familia. La Universidad de Lisboa, por ejemplo, publicó un estudio en el Journal of Family Studies donde explicaba que por término medio las mujeres suelen establecer un vínculo más estrecho con la familia del esposo. Dicho vínculo puede ser una gran fuente de felicidad cuando es compartido y cuidado pero, por otro lado, la cercanía también aumenta la probabilidad de que se produzcan roces.
Son aspectos curiosos que evidencian una vez más esa dualidad que a veces sufrimos en esta serie de dinámicas familiares.
Tipos de familia política que puedes encontrar
Establecer una buena relación con la familia política o, por el contrario, sentir que no se encaja con ella en absoluto, depende en gran medida del tipo de personas y de dinámicas que nos encontremos. Hay familias excesivamente cohesionadas y dependientes, que pasan todo su tiempo juntos y apenas dejan espacio para la intimidad de pareja. Hay otras que tratan de entrometerse y manipular constantemente y otras que son un pozo de negatividad y crítica.
Sin embargo, la percepción que una persona tiene de su familia política depende en gran medida de su propia personalidad. Si yo soy muy independiente o muy introvertido me sentiré asfixiado e invadido por una familia que se reúne y se llama constantemente; sin embargo, si yo soy sociable y extrovertido, es posible que aprecie y disfrute estos atributos en mis suegros y cuñados.
Así, en ocasiones la toxicidad de la familia política es innegable, pero en otros casos se trata más bien de una incompatibilidad. Sea como sea, cuando no se están logrando establecer vínculos cordiales y agradables, surgen los problemas en la pareja.
¿Es obligatorio elegir?
Siempre que se habla de la familia política es común visualizar los típicos roces entre una mujer y su suegra. Los estereotipos a menudo enmascaran otras realidades más profundas y reveladoras, como el hecho de que hay quien llega a una relación de pareja con un lastre ya a rastras: un historial familiar de conflictos o desavenencias. Otros, y por el contrario, pueden evidenciar un apego excesivo con la misma, lo que dificulta sin duda mantener un compromiso satisfactorio y maduro.
La peor situación a la que nos podemos enfrentar se produce cuando la pareja o la familia presiona a la persona para que elija entre uno de los dos “bandos” que han formado. No nos atrevemos a dar una solución única para este conflicto, ya que requiere un análisis profundo de cada situación, pero sí podemos decir algunas cosas.
Aun después de este momento crítico las cosas se pueden reconducir. No es extraño que las personas que plantean la elección lo hagan como un órdago, como una forma de demandar más atención o de ganar un poco de espacio frente a la otra parte. Si lo consiguen, van a retirar su demanda sin mayores complicaciones.
Por otro lado, cuando hay sobre la mesa una elección de este tipo suele haber detrás un largo camino de disputas que no se ha sabido reconducir a tiempo. Como hemos dicho antes, se pueden dar mil situaciones, veamos a continuación cuáles son los más comunes.
Padres sobreprotectores y controladores
Barbara Oudekerk, psicóloga de la Universidad de Virginia en Charlottesville, realizó un estudio donde se demostró el impacto que pueden tener unos padres controladores y sobreprotectores en nuestras relaciones adultas es inmenso. Tanto es así, que es común que uno acabe eligiendo parejas afectivas acordes a los gustos de la familia. O por el contrario, llegan a romper o a poner distancia de ciertas personas siguiendo esos mandatos familiares invisibles pero persistentes.
Así, un hecho más que recurrente es la necesidad de esos padres de seguir desplegando una actitud sobreprotectora, controladora y en algunos casos hasta dictatorial con sus hijos/as. Es complicado por tanto que la pareja de la persona que tiene un progenitor así se sienta cómoda.
Imaginemos lo que puede suponer planear las vacaciones y que alguno de los progenitores se oponga al plan, lo manifiesta abiertamente y trata de sabotearlo utilizando estrategias psicológicas (ej: el chantaje emocional).
Por otro lado, hay que considerar que los padres entrometidos no tienen mucho efecto a menos que los hijos lo consientan. Normalmente, cuando se dan los problemas serios es cuando progenitores e hijos no han madurado. Así, uno quiere proteger y otro ser protegido. De otra forma, serán los hijos los que pongan distancia con sus padres cuando se dan cuenta de que, aunque con buenas intenciones, se están entrometiendo en su felicidad.
Asimismo, sería faltar a la verdad creer que una mala relación con la familia política es siempre culpa de esos padres y esas madres. Hay casos en los que la persona que no hace bien la cosas es la pareja. Pasa cuando hay hijos y no quiere que compartan tiempo con su familia política sin una razón justificada. O cuando hay fiestas señaladas y utiliza estrategias psicológicas poco nobles para que siempre se celebren con su familia.
¿Es posible llevarse bien con la familia política?
Salvo en raras excepciones, la respuesta es que sí. No hay un motivo a priori que nos impida llevarnos bien con la familia política, Ahora, bien es verdad, como hemos dicho antes, que hay personas que lo ponen más difíciles que otras.
Para simplificar, vamos a ponernos en el lado de una pareja que ha decidido que es el momento hacer las presentaciones familiares. Conocer a la familia política puede causar tensión porque las personas asumen que están ante un contexto de evaluación.
Esta interpretación del contexto puede desaparecer y con ella la ansiedad, o no. Hay chicos que han compartido ya bastantes veces mesa y mantel con sus “suegros” y aún siguen temiendo que en cualquier momento el padre de su pareja saque la escopeta a paseo. Entiéndase esto como un pequeño chiste, pero también como un retrato de lo que a veces sucede a menor escala.
Si esta sensación nunca desaparece es muy complicado que haya una buena relación entre pareja y “suegros” ya que a nadie le gusta estar continuamente en un contexto en el que se siente evaluado.
En esta situación la mayoría de nuestros comportamientos son artificiales, no nos sentimos nosotros mismos. En un marco como éste es muy difícil la comunicación sincera y abierta, fundamental para resolver un conflicto.
Una mala relación
Así, y en caso de tener una relación con la familia política algo tensa y con algún que otro enfrentamiento desavenencia de por medio, lo ideal sería resolverlo cuanto antes y no dejar que esa situación se vuelva crónica. En estos casos suceder que las dos partes terminan acumulando excesivas tensiones y a la mínima siempre acaban saltando las diferencias y los problemas.
En situaciones como esta, la persona que está en el medio tiene un papel realmente desagradable. Por uno y otro lado tiene que escuchar cosas de personas a las que quiere que no le gustan y que le entristecen. Que la situación mejore o empeore va a depender mucho de nuestras habilidades sociales y habilidad para gestionar las diferencias.
No se trata de una obligación, de poner una linda cara cada vez que van a comer a casa o de odiarlos en secreto, sino de aprender a aceptar que esas personas estaban en la vida de tu pareja desde hace mucho tiempo.
¿Realmente es posible llevarse bien con la familia política?
Para poder responder a esta pregunta quizás sería bueno que te pongas en “la vereda contraria”. Esto quiere decir, ¿te gustaría que tu pareja te haga elegir entre tu familia o él/ella? ¿Cómo quisieras que fueran los domingos familiares, los festejos de cumpleaños o las fiestas de diciembre? ¿Qué pasaría si tu compañero/a te dice que no soporta a tus padres?
Es bueno ser objetivos y asumir que todos tenemos cualidades y defectos. No podemos pretender que los demás cambien si nosotros no lo hacemos primero. Entonces, si la familia de tu pareja no es la “ideal”, aprende a identificar aquellas cosas que son positivas (todos tenemos algo que destacar).
Además, si realmente amas a tu pareja tal vez deberías saber que para cuidar ese vínculo hay que saber afrontar adversidades. Hacerlo del mejor modo nos ayudará sin duda a crecer en nuestra relación y a avanzar con mayor solvencia.
¿Qué cosas puedo hacer para llevarme mejor con mi familia política?
¿Podemos aceptar a la familia de nuestra pareja hasta tal punto que parezca que nos hemos “casado” con ellos? Los extremos nunca son buenos. Ni que estén presentes hasta en nuestra alcoba ni que no los veamos nunca. Más allá del afecto que tengas por ellos, la pareja debe estar lo suficientemente “impermeabilizada” para no dejar que terceras personas se entrometan en las decisiones y la vida de pareja.
Sin embargo, existen algunos consejos para que puedas llevarte bien con ellos y que no todo sea una batalla campal, una discusión, o un silencio tenso así como tampoco una mala tarde o noche. Vamos a verlos.
Pon límites
En primer lugar, deberías establecer ciertos límites. Saber qué es lo que puedes aceptar y lo que no cuando visitas a la familia de tu pareja o ellos van a tu casa. Deja claro desde el principio cuáles son esas barreras infranqueables.
Es con tu pareja, por supuesto, con quien debes marcar esos límites. Puede que tengas la suficiente confianza como para charlar directamente con las personas implicadas, pero eso no siempre es una buena idea. Algunos pueden ser bastante susceptibles y generar problemas adicionales. Ten cuidado.
En cualquier caso, si estás recibiendo una agresión directa (aunque venga camuflada como sarcasmo, pasivo-agresividad, humor, etcétera) es importante que frenes esta dinámica y dejes claro qué tipo de comportamientos no vas a tolerar. Si lo pasas por alto, es probable que la tendencia continué escalando.
Cuida tu autoestima
Sentir que no encajas con tu familia política puede ser realmente doloroso. Generalmente despierta sensaciones de vergüenza, incomodidad y falta de pertenencia. Podemos incluso llegar a sentirnos defectuosos o poco válidos. Por ello, es fundamental resguardar nuestra autoestima y recordar que no estamos obligados a cambiar, a encajar o a ser cómo otros esperan que seamos.
No obligues a elegir
No pongas a tu pareja “entre la espada y la pared”, obligándolo a decidir entre su familia o tú. Todos tenemos derecho a mantener nuestros vínculos. Además, los padres son los padres y eso no se cambia por nada.
Si la situación e vuelve insostenible no compartáis tiempo juntos, pero no obligues a tu pareja a renunciar a ellos salvo que le estén haciendo daño.
Ponte en su lugar
Otra manera para llevarse bien con la familia política es pensar en quien tenemos al lado, no en nosotros mismos todo el tiempo. Esto quiere decir, que si tienes que ir a comer con tus suegros, hazlo por la felicidad de tu pareja. Será un detalle que probablemente valorará y que no está reñido con la asertividad si se aborda de la manera adecuada.
Intenta ser tú mismo
No seas alguien artificial en la medida de lo posible. Tu familia política no dejan de ser personas con intereses, necesidades y muchas ganas de que a su hija/o le suceda lo mejor.
Si eres tú mismo, tu pareja te reconocerá más en los momentos que pases con tu familia política y desprenderá una mayor sensación de felicidad. Si eres una persona alegre y en ese momento eres la más amargada del planeta, es complicado que tu pareja te reconozca como la persona de la que está enamorado y, por extensión, que se lo trasmita a sus padres.
Intentemos, por tanto, trabajar cada uno de estos aspectos. Lidiar con aquello que no se ha elegido siempre es un camino con algún tropiezo, pero nada que no se pueda allanar con un trabajo sobre la empatía, el cariño y la asertividad.
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