Curiosidades sobre las emociones

Curiosidades sobre las emociones
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 23 abril, 2020

Somos seres emocionales en buena medida. Las emociones pueden salvarnos o hundirnos. Pero, ¿Qué sabemos acerca de ellas?

Emociones básicas y emociones sociales

Generalmente los psicólogos que estudian la emoción, dividen las emociones en emociones básicas y emociones sociales, las primeras con connotaciones universales o innatas como señalaba Paul Ekman y las segundas con connotaciones culturales y de aprendizaje.

Emociones básicas

Grandes personajes de la historia como Descartes o Darwin, señalaron la existencia de emociones básicas, siendo abordado este tema desde múltiples argumentos provenientes de diferentes disciplinas. Pero quizás haya sido Ekman el autor que más ha defendido el carácter básico de algunas emociones a partir de sus características expresivas. Así reconocemos un pequeño grupo de emociones básicas: la ira, la tristeza, la alegría, el miedo, la sorpresa y el asco.

Estas emociones son formas genéticamente determinadas de respuesta a estímulos del entorno, es decir, son innatas y universales. Cada ser humano las posee dentro de su repertorio emocional, relacionándose cada una de ellas con un determinado correlato fisiológico.

Chica llorando

Emociones sociales

Este tipo de emociones se desarrollan en un contexto de aprendizaje determinado, donde existen ciertas normas de socialización que favorecen y delimitan el desarrollo de dichas emociones. Entre ellas podemos encontrar a la vergüenza, la culpa, la aversión, la indignación, la envidia, etc.

Las emociones sociales son por lo tanto, combinaciones y modulaciones de las emociones básicas que han sido experimentadas y aprendidas por la persona.

¿Son innatas o aprendidas las emociones básicas?

Charles Darwin afirmó que las expresiones humanas eran innatas y universales en todas las especies, pero aún no había datos ni estudios relevantes que pudieran comprobarlo. Por otro lado, Margaret Mead, reconocida antropóloga cultural, estaba convencida del componente cultural de las emociones. Mead afirmaba que los gestos y las expresiones se aprendían a través del contacto social, variando éste en función de la cultura. Y es así, como durante años se fue arrastrando el dilema e interrogante sobre el papel de lo innato y el aprendizaje en las emociones.

Cabeza y emociones básicas

Fue Paul Ekman, psicólogo pionero en el estudio de las emociones y la expresión facial e investigador, quien se dispuso a resolver o más bien, a descifrar este enigma. Ekman decidido a probar que Margaret Mead se encontraba en lo cierto, estudió hasta un total de veintiuna culturas literarias y dos culturas preliterarias, que no habían tenido ningún tipo de contacto con el exterior, obteniendo como resultado datos sorprendentes que cuestionaban lo que éste primeramente pensaba. Ekman a través de sus estudios, se dio cuenta de que aquello que afirmaba Darwin hacía años y que tan poca credibilidad presentaba, era cierto, las emociones básicas y su expresión son innatas.

Gracias a las investigaciones desarrolladas por Ekman y los numerosos avances tecnológicos de los últimos años se ha hecho posible el estudio del comportamiento emocional, permitiéndonos desarrollar acciones y estrategias específicas para un manejo adecuado de nuestras emociones.

La importancia de la regulación emocional

Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos diariamente están afectados por fallos en los procesos de regulación de las emociones, teniendo consecuencias tanto personales como sociales, alterando en ocasiones nuestras rutinas diarias. Por ello es importante que aprendamos a desarrollar procesos de regulación emocional, es decir, aquellas capacidades que nos permitan manejar de una forma adecuada nuestras emociones ante las diferentes situaciones, como una expresión emocional adecuada a lo sucedido, la regulación de la impulsividad, el desarrollo de la tolerancia a la frustración y perseveración en el logro de nuestros objetivos, así como la capacidad de saber discriminar entre recompensas inmediatas y recompensas a largo plazo, entre otras.

 


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