El poder de nuestras palabras

Las palabras tienen poder, nos ayudan a conectar con las personas, a designar y dar forma a lo que nos rodea. Sin embargo, no podemos olvidar tampoco el papel de ese diálogo interno, y de la necesidad de cuidar de esas palabras que nos decimos a nosotros mismos.
El poder de nuestras palabras
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 13 enero, 2022

Siempre que estamos delante de un niño hablamos con cuidado, porque no queremos que ellos aprendan palabras incorrectas o irrespetuosas. Sabemos que la palabra crea, que da ejemplo y designa todo lo que nos rodea. Transmitir a los más pequeños la belleza del lenguaje y de aquello que podemos lograr a través de él, es sin duda nuestra mayor responsabilidad.

Las palabras definen la realidad y a su vez, dan forma a la acción, a la convivencia y también a lo que concebimos como humanidad al día de hoy. Pensemos en ello: el lenguaje es la competencia más excepcional del género homo, esa habilidad que nos distinguió del resto de las especies para permitirnos avanzar y ser lo que somos ahora.

Es por eso también, que nada sea tan importante como aquello de  “pensar antes de hablar” . Es a través de la comunicación como erigimos nuestras relaciones de respeto o de agresividad. Con ella originamos cercanía o distancia. Tener en cuenta estos pequeños aspectos nos debe ayudar a ser más responsables, y no solo en la crianza y educación de los niños al darles ejemplo. No podemos olvidar que el modo en que nos hablemos a nosotros mismos, también es sinónimo de bienestar o sufrimiento.

“El lenguaje de hoy no es peor que el de ayer. Es más práctico. Como el mundo en que vivimos”.

-Noam Chomsky-

Las palabras tienen el poder de crear y de destruir

Nuestras palabras tienen el poder de crear y el poder de destruir. El mejor ejemplo de esto lo podemos apreciar en una amistad o una relación. Cualquier palabra fuera de lugar o que pueda generar algún tipo de malentendido, quizás provoque la ruptura de ese vínculo.

Incluso la ausencia de las palabras puede ocasionar algún tipo de problema. En las relaciones de pareja, sobre todo, la comunicación es sumamente importante. Sin embargo, siempre hay algún secreto o algo que no se le cuenta a la pareja “por su bien” y que termina derivando en una serie de conflictos muy difíciles de abordar y superar.

Abandona las palabras negativas

Pero, el alcance de nuestras palabras es mucho más poderoso. Su capacidad de crear y de destruir también es aplicable a nosotros mismos. No escucharnos, dedicarnos afirmaciones negativas y reprimir lo que deseamos decir son algunas de las múltiples maneras en las que nos haremos daño, nos sentiremos frustrados y en las que, tal vez, consigamos alimentar una baja autoestima.

Abandona las palabras como “esto no me queda bien”, “qué mala cara tengo hoy” o “no sirvo para nada”. Intenta dedicarte palabras bonitas a ti mismo, porque si tú no lo haces, ¿esperas que los demás sí lo hagan?

La importancia del diálogo positivo con uno mismo

Si tú no te dedicas palabras bonitas nadie lo hará. Porque tal y como te ves, así te verán los demás. Hemos aprendido a dedicarles estas palabras a los demás, pero ¿qué pasa con nosotros? Parece que no sabemos darnos el valor que merecemos, nos ponemos en un segundo lugar y esto provoca numerosos problemas. Es entonces cuando los “soy incapaz” o “no puedo” se hacen eco en nuestra vida llegando a ser una realidad.

Así, expertos en el tema como el doctor Ian Burkit, de la Universidad de Bradford, no señala en un estudio que ese ‘micro diálogo’ nos permite también construirnos a nosotros mismos o incluso ‘deconstruirnos‘. Sabemos que las palabras tienen poder, pero esas que nos dirigimos a nosotros mismos, presentan una trascendencia inmensa para nuestro bienestar psicológico.

Reeducando nuestro vocabulario

Llegados a este punto, sería ideal reeducar, alimentar y restaurar nuestro vocabulario. A medida que vamos creciendo y madurando vamos perdiendo nuestra inocencia. Esto puede hacer que nuestra capacidad para crecer disminuya. Así, empezamos a dudar de nosotros mismos, a ver lo negativo y lo feo, en vez de lo positivo y lindo, a desconfiar antes de conocer.

Con expresiones cotidianas del tipo “¿No hay comida?” o “¿Hay comida?” a primera vista prácticamente la pregunta es la misma, pero en la primera ya estamos condicionando que NO HAY. Por lo tanto, empiezan a surgir una serie de afirmaciones como:

Soy pobre.
No tengo.
Soy incapaz.
No sé.
Ni siquiera lo intentaré.

Si digo no puedo, es cierto ¡no puedo! Pero si digo ¡sí puedo! también es cierto porque lo dije también. A las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan enganchadas en nuestra mente y en nuestro corazón y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le vamos indicando. Las palabras construyen realidades externas e internas y eso, es algo que debemos tener muy presente el día día.

Decreta felicidad

El poder de nuestras palabras es tan grande que si digo “no puedo” así será.

Si nuestro vocabulario es pobre y pesimista, así será nuestra vida. Queremos abundancia, queremos paz, queremos ser felices, etc., pero con nuestra boca declaramos todo lo contrario. Cuando la incoherencia impregna nuestra existencia, lo que deseamos jamás llegará a cumplirse.

De nuestras palabras depende nuestro futuro, así que empecemos a cambiar nuestra vida, cuidando las palabras que decimos y nuestra forma de hablar. Hagámoslo como si estuviéramos rodeados de niños siempre y nuestra vida se dirigirá por ese camino que deseamos transitar.


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