¿Es verdad que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro?

¿Es verdad que sólo utilizamos el 10% de nuestro cerebro?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 06 diciembre, 2019

Estamos ya muy habituados a escuchar que el ser humano es incapaz de utilizar más del 100% de su potencial, siglos y siglos de evolución humana y sólo hemos logrado desarrollar una mínima parte de nuestras potencialidades cerebrales. ¿Es esto cierto? Solo con pensarlo nos asaltan un sinfín de dudas al poner en evidencia cuestiones relativas a qué seriamos capaces de hacer si lo utilizáramos en su totalidad, o de qué modo podríamos desplegar el funcionamiento de todas esas zonas aparentemente dormidas…

ORÍGENES DEL MITO DEL 10%

Sí, efectivamente, es un gran mito y por tanto una idea completamente errónea. Este concepto se originó a finales del siglo XIX tras unas primeras pruebas en las que se pudo ver la actividad cerebral de las personas, un método rudimentario por el cual sólo quedaba a la vista la funcionalidad de unas determinadas estructuras, las cuales, venían a ser un total de un 10% de nuestro cerebro.

Cerebro iluminado con puntos

Pero aún hay más, ya en estos tiempos se asoció este número al número total de neuronas que componen nuestra masa cerebral, cuando no es cierto: el 10% son neuronas, sí, pero el otro 90% son células gliales, implicadas directamente en el aprendizaje y mediando su actividad junto a las neuronas.

Otro aspecto a tener en cuenta lo constituye la figura de Albert Einstein. Alguien dijo en su momento que el famoso científico utilizaba el 90% de sus capacidades cerebrales, como genio y como figura eminente dentro de la ciencia, el resto de personas comparadas con su potencial intelectual quedábamos en una proporción de 9/1. Una idea sin duda errónea, porque no se trata en absoluto de quién utiliza en mayor grado sus potencialidades cerebrales, se trata de la eficiencia, los individuos superdotados por ejemplo utilizan los circuitos cerebrales de un modo más intenso o eficiente, no se trata de encender un interruptor de una única parte de nuestro cerebro, en absoluto, se enciende por igual pero con mayor o menor intensidad.

UTILIZAMOS MUCHO MÁS DEL 10% DE NUESTRA CAPACIDAD

En efecto, y podemos dar muchas, muchísimas pruebas de ello. Empecemos por unas sencillas muestras:

-Pensemos en todas esas personas que han sufrido algún tipo de accidente cerebral, una lesión traumática, una enfermedad… Si utilizáramos solo el 10% eso significaría que el otro 90% estaría en completo vacío y sin utilidad alguna, por tanto sufrir una lesión en alguna de estas partes inertes no afectaría a nuestro rendimiento. ¿Es así? Desde luego que no. Cuando sufrimos un accidente perdemos habilidades, sea donde sea, en el área temporal, occipital, parietal… no importa. A veces un simple golpe puede hacer que perdamos el olfato, o que perdamos una parte de nuestra memoria. La idea del 10% es completamente inválida.

Mano sosteniendo un cerebro

Nuestro cerebro necesita un 20% de nuestra energía para mantenerse en buen estado. Es el órgano que más gasto energético requiere. Si utilizáramos solo el 10% de nuestra capacidad no tendría sentido ofrecerle tanta energía a una “máquina tan pobre”.

-Tecnologías como las tomografías o las resonancias, nos permiten ver nuestra actividad cerebral. Y es algo asombroso. El cerebro siempre está en acción, incluso cuando dormimos, todas las áreas están en continuo movimiento, no hay ninguna que esté apagada o inutilizada.

-Cuando los médicos realizan autopsias y analizan el cerebro, pueden ver perfectamente la actividad de cada una de sus zonas. Si utilizáramos solo el 10% existiría una clara degeneración del resto de áreas, que al ser inservibles, serían simplemente materia inerte. Pero eso nunca ha ocurrido.

Así pues, el mito del 10%, es solo eso, una falsa historia que a menudo aparece en nuestra sociedad como un resquicio decimonónico que no tiene base alguna. Nuestro cerebro es una gran máquina que siempre está activa, potenciarla más aún solo depende de nosotros, de nuestra curiosidad, de nuestras ganas de aprender y de innovar… de ese modo se crean conexiones más intensas. Ahí está el verdadero secreto.


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