Hoy desperté a las tres

Hoy desperté a las tres
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 15 abril, 2020

Me encantan esas madrugadas cuando te despiertas de repente, como si el cuerpo se empeñara por alejarte de la cama, para mostrarte el mejor de los amaneceres. Me gusta; despertamos a una hora insospechada, sin más que encontrarnos con nuestros propios pensamientos; y no aquellas madrugadas cuando podemos despertar agobiados por nuestras preocupaciones

Hoy ha sido una de esas madrugadas en silencio, el frío de un amanecer de otoño…ver por la ventana la calle, bajo la llovizna de toda una  noche y no podemos resistirnos a ver, el cielo cambiante a  medida que llegue el día. Lo sé, soy una romántica empedernida, y sin embargo en la ventana a horas poco “humanas”, recordé a mi compañero de trabajo, siempre empeñado en ver los días grises y en quejarse de todo, hasta de la goma de borrar. Hubiera querido hacer sonar el móvil, y pedirle que también fuera a su ventana, la calma…

Apenas unos sonidos, y la lluvia, aún un amanecer frío de otoño, supone un regalo que nos recuerda, cuanto debemos amar cada día de la vida. ¿Por qué llamar en deshoras a mi compañero? Pensarán que es toda una grosería, pero no lo es, pensé en él porque bajo el más cálido de los días veraniegos, o una tarde con un cielo de colores, insiste en quejarse sobre la mala suerte del trabajo, del clima,  la comida, sobre esto, aquello y lo de más allá. Vamos, negativo, como nadie más.

Alrededor de él, he visto empezar una silenciosa cadena de compañeros empeñados en ignorarle del todo, como pidiendo a gritos, no dejarse llevar por su pesimismo. Le he preguntado, por qué insistir sobre lo que no nos gusta, si hay tantas cosas que nos gustan y las damos por sentado, sin por ello detenernos a pensar que, son valiosas, y  nos hacen en alguna medida sentirnos vivos.

No me importa enfrascarme en el tráfico cada mañana hasta por una hora para salir de casa e ir al trabajo, ni hacer el mismo recorrido al volver. No soy perfecta, también tengo como todos “mis días negros” pero cuando años atrás me impacientaba por esas horas perdidas a golpe de rueda en medio de un mar de coches, realmente no adelantaba nada ni por ello llegaba antes a casa… Y así podría pensar en muchas que en algún momento me hacen rabiar, que humana soy…

¿Tú no tienes algunos días negativos? Pero si lo pensamos bien, podemos asumir que hay cosas que no cambian, como las interminables filas de tráfico y ésas son cosas simples, y hay cosas más importantes, como un día verte sin salud, perder a alguien que amas, sufrir una decepción grande, o lastimar el corazón de un amigo. Para mí, ésas sí que son cosas para preocuparse. Los días transcurren rápido, y no tenemos suficientes  para vivirlos en la plenitud que desearíamos, me niego a ser negativa por cosas irrelevantes, y es difícil lo sé, a veces pueden agobiarme tanto como cualquiera…

Y sin embargo, me encontré un día pensando en algo que leí años atrás… Imaginar en el mejor de mis paisajes cuando las cosas simples van mal. Mi paisaje suele ser un viaje en el campo, la maleza verde y el canto de las aves, un río de agua cristalina corriendo silencioso… Suelo pensar en ello, y me sorprendo cuánto puede resultar beneficioso.

Cuando pienso en esto me doy cuenta, que podemos sonreír cuando el día es gris, cuando el trabajo nos agobia con sus exigencias, cuando se ha arruinado la comida, cuando vemos las cuentas, no es nada nuevo…

Podemos ser optimistas contra viento y marea, si así lo queremos.


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