La culpa es lo que nos detiene
La culpa es el peso que arrastramos en nuestro corazón por los pensamientos que siempre hablan mal de nosotros. Aquellos que nos recuerdan constantemente los errores que cometemos en nuestra vida o aquellos que consideramos como tales. La culpa es una piedra en nuestra mochila.
Dejarnos guiar por la culpa es elegir el camino del castigo, aquel que está lleno de fantasmas del pasado, que nos nublan el presente y que nos hacen sentir miedo del futuro. La culpa nos limita la visión que tenemos de nosotros y del mundo.
La culpa del pasado
Todos cometemos errores en la vida. Es una de las frases más escuchadas por los demás cuando nos culpabilizamos, pero la dificultad está en no olvidarnos de que somos humanos. No dejarnos arrastrar por la culpa es aceptar que los errores forman parte de nuestro repertorio.
Así, aceptando nuestra condición de personas de carne y hueso con intentos fallidos, nos desprendemos de la idea de que la perfección es alcanzar la meta imposible de no fallar nunca. No es posible hacer todo y siempre bien, son palabras imposibles.
Echar la vista atrás y sólo recordar lo que hacemos mal es caer en la trampa de que el pasado tan sólo se compone de actuaciones o palabras que nos gustaría cambiar y no podemos. Si cambiáramos nuestro pasado no seríamos los mismos. Aprender los pasos en falso es el mejor aprendizaje posible, es plantarles cara a los fantasmas y decirles: ” no sólo ya no me asustáis sino que encime me habéis enseñado a ser mejor personas”.
“No estamos buscando a alguien a quien culpar. Eso lo hemos hecho toda la vida y no nos ha llevado a ninguna parte”
-John Verdon-
La culpa del presente
La sombra de lo que “deberíamos haber hecho” y de lo que “no deberíamos haber hecho” nos nubla la vista ante todas las posibilidades que se nos presentan. La tiranía de los debería es siempre someterse a ella. La culpa hace que nuestro presente se cubra con un manto negro de desilusión y pesimismo.
Tenemos muy arraigada la idea de que pensar en lo que hicimos mal es nuestro castigo merecido por haber actuado de forma incorrecta (o que la consideramos así). La reflexión es importante para nuestro aprendizaje pero en exceso sólo conseguimos hacernos más daño.
Mantenemos en muchas ocasiones la concepción errónea de que golpeándonos con un látigo en nuestro pensamiento hará que la culpa se elimine. No sólo no es así, sino que caemos en el error de pensar de que castigándonos realmente conseguimos cambiar la realidad.
La culpabilidad no se elimina mediante el auto-castigo, sino que lo mejor que podemos hacer es pensar en lo que nos llevó a cometer el error y tener en cuenta todos los factores que existieron para que ocurriera dicha situación. No todo lo que ocurre depende de nosotros, la realidad se compone de vientos incontrolables y de otras personas.
“Si el sentimiento de culpa fuera un bicho, sería un pulpo. Todo viscoso y retorcido y con cientos de tentáculos que se te enroscan en las tripas y te las aprietan fuerte”
-Annabel Pitcher-
El peso de la culpa
Vivir bajo el peso de la culpa es sentirse paralizado para mirar hacia delante. Si vivimos bajo su pesada influencia, tendremos miedo de cualquier paso que damos por el temor de que sea en falso. Mirar hacia el futuro es saber que habrá cosas buenas y momentos malos, es la vida, y hay veces que es triste.
Para caminar más ligeros por el camino, es necesario quitarnos las cadenas y:
- Decirnos: ” sí, lo pude haber hecho de otra manera, pero ya pasó”
- Aceptarnos: “no soy sólo mis errores, sino el aprendizaje que saqué de ellos”
- Perdonarnos: ” soy un ser humano con derecho a cometer fallos”
- Querer a los demás: ” lo pudiste hacer mejor, pero basta con que reconozcas el error para que sea un acierto”
- Querernos: “lo pude hacer mejor, pero no sería la persona que soy hoy en día”
“Quizá hay algo más que todos podríamos haber hecho, pero tenemos que dejar que la culpa nos lo recuerde, para hacerlo mejor la próxima vez”
-Veronica Roth-
Imagen cortesía de Christian Schloe