La ruta de la libertad

La ruta de la libertad
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 27 febrero, 2020

Gran parte de nuestras dificultades vienen de las fuertes ataduras en las que permanecemos sumidos. Puede ser una relación de pareja, la dependencia de los padres o un hecho del pasado que no deja de perseguirte. Tal vez sea la adicción a una sustancia o a una conducta. Lo cierto es que sabes que llevas encima una cadena de la que piensas que no te puedes deshacer, pero que al mismo tiempo detestas.

Hay momentos de luz en los que finalmente decides dar el paso definitivo. Bien sea porque la situación se te volvió francamente intolerable o porque descubriste una fuerte necesidad de ser libre gracias a una psicoterapia, una lectura o algún hecho nuevo en tu vida.

Ni creas que la tienes fácil. Lo que sigue después de tu resolución es un mar de dudas, contradicciones y pérdidas. Nadie va a lanzar palomas al vuelo para celebrar tu camino hacia la libertad, ni las campanas van a repicar por todas las plazas en honor a ti. Pero liberarte de la cadena es un acto valiente y extraordinario por el que recibirás un premio más grande que todos los homenajes del mundo: la libertad.

Estas son diez de las estaciones por las que seguramente vas a pasar, si te mantienes en el camino hacia tu liberación.

Pierdes algunos amigos

Sin darte cuenta, has cultivado amistades que o te ayudan a cargar la cadena, o te refuerzan la idea de que esa atadura es necesaria. Esos amigos son los primeros que desaparecen cuando has tomado la decisión de liberarte. Una y otra vez cuestionarán tu decisión y te invitarán a rendirte. Si no lo logran, se apartan de ti. Ya no tienen lugar.

Te sientes confundido todo el tiempo

No creas que una decisión trascendental se asume cuando todo está claro para ti. Al contrario, lo que reina es la confusión. Encuentras miles de argumentos a favor de tu libertad, pero también miles en contra. El ser humano por naturaleza se resiste a los cambios y la confusión forma parte de ese proceso.

Experimentas muchos momentos de tristeza

Aunque te parezca sorprendente, perder los problemas a los que estás acostumbrado te sume en un proceso de duelo. Casi como si perdieras a un ser querido. Esas cadenas forman parte de ti y su ausencia te produce una sensación de vacío y de dolor. Desprenderte de algo, aunque te haga daño, en principio nunca produce felicidad.

Te vuelves monotemático

No haces más que hablar del asunto. Eres repetitivo con el tema y parece como si no pudieras pensar en otra cosa. Más de un interlocutor te hará notar lo exasperante que es tu obsesión con el problema. No te preocupes, es normal.

Recibes mensajes desalentadores

Como en principio no das señales de la liberación que has emprendido, más de una persona se acercará a ti para tratar de demostrarte lo inútil de tu tarea. No los escuches. Tu actitud los confronta frente a sus propias cadenas y más que buscar tu bienestar, están tratando de justificar su falta de determinación.

Dudas de que seas capaz

En varios momentos vas a pensar que la situación te sobrepasa. Que tal vez te equivocaste al imponerte un desafío para el que, probablemente, no estabas capacitado. Tómalo como parte del proceso y persiste.

Cambias de hábitos

Hay un punto en el que casi de manera imperceptible comienzas a alterar tu rutina. Tal vez vas a lugares diferentes, o frecuentas personas distintas. Quizás introduzcas una nueva actividad a tu vida o encuentres una nueva afición. Estás cerca de tu nueva área de libertad.

Te preocupas más por ti

Descubres que un cambio en tu apariencia o hacer por fin ese viaje que tanto has querido puede ser una buena idea. Es posible que optes por una dieta mejor y que digas “sí” y “no” con mayor seguridad. Sientes que te aprecias más que antes.

Sabes que ya no hay marcha atrás

Valoras todo el esfuerzo que te ha costado el cambio y tienes la certeza, más allá de toda duda, de que no estás dispuesto a volver atrás. Esta nueva forma de libertad te da una cierta sensación de plenitud que no quieres cambiar por nada en el mundo. Lo has logrado.

Imagen cortesía de D. Sharon Pruitt.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.