La molesta verborrea: gente que nunca se calla
Algo va de ser comunicativo a tener frecuentes ataques de verborrea. No tiene nada de malo que a algunas personas les guste hablar, pero lo cierto es que a veces se pasan. Hablan tanto que si les cosieran la boca, les saldrían letras por las orejas. No pueden guardar silencio, al punto que terminan hablando con el televisor si no encuentran interlocutor.
Esta conducta a veces resulta muy agobiante para los demás. Intentan mantener una conversación con ellos, pero se rinden al poco tiempo. No hay manera de que paren. Generalmente escogen a sus “víctimas” con acierto. Estas suelen ser personas calladas y afables, que no se atreverían a pedirles que callen o a dejarlos solos en pleno ataque de verborrea. Por eso los sufren abnegadamente.
Otro punto que define a estos amantes de la verborrea es el tema de conversación . Esta, casi siempre tiene un eje definido: ellos mismos. Quienes les rodean tienen que aguantar una exposición detallada de sus opiniones, vivencias, apreciaciones, planes, recuerdos y todo, absolutamente todo lo que gira en torno suyo. Esto, finalmente, termina agotando a cualquiera. Entonces, ¿por qué no pueden callarse?
“No sabe hablar quien no sabe callar”.
-Pitágoras de Samos-
Saben de todo… y más
Los ataques de verborrea son muy frecuentes en quienes tienen un rasgo que va de la mano: saben de todo y más. Al menos eso es lo que creen. No hay asunto en el que no hayan incursionado ni área en la cual no tengan una opinión para compartir. Todo lo que ha sucedido en el mundo ya les ha pasado a ellos o está por sucederles.
Aunque no tengan estudios en un tema y hayan leído poco del mismo, no tienen problema en impartir cátedra. Ahora que si conocen el tema y tienen un título relacionado, el asunto pinta todavía peor. Son como un seminario ambulante, que pontifica y ofrece datos minúsculos que nadie les está preguntando. Pueden llegar a ser una verdadera pesadilla.
Este tipo de personas adoran las palabras raras y los discursos floridos. De alguna forma es como si sintieran que el mundo entero es un gran auditorio que está expectante sobre lo que van a compartir. No creen que tengan algo que aprender a los demás. Por otro lado, su intención de fondo es enseñar. Básicamente, quieren ser el centro de atención y lucirse.
La verborrea no ilustrada
La verborrea también es un mal de aquellos que no intentan proyectar una imagen de ilustrados. También los hay que no quieren dar cátedra sobre todo tipo de temas, sino que necesitan informar a los demás de toda su vida o de la de otros. Ponen un énfasis desmedido en cualquier suceso cotidiano y lo narran detallando hasta el más mínimo aspecto, como si este tuviera una importancia trascendental.
También están los que suponen que todo el tiempo les estás pidiendo una opinión o un consejo. Ni bien alcanzas a hacer un comentario sobre algún aspecto de tu vida, e inmediatamente se deshacen en apreciaciones, diagnósticos y conjeturas sobre lo que pasa en tu vida, lo que debes hacer, las causas, las consecuencias y todo aquello que se les ocurra. Igual sucede con los que deciden quejarse sin parar.
El problema es que una vez que caes en su red de palabras, la inercia va a hacer que tiendas a permanecer en ese lugar. La otra opción es pasar por la desagradable situación de pedirles que se callen. Ellos difícilmente elegirán por sí mismos momentos para la escucha.
¿Qué hacer con un verborreico?
Una persona que hace de la verborrea su estilo de comunicación con los demás podría tener un trastorno psicológico, o simplemente un egocentrismo sin límite. Este último no puede catalogarse como un trastorno en sí mismo, pero definitivamente tampoco es una señal de salud mental.
Hay algunos estados de manía, ansiedad o agitación que llevan a hablar, hablar y hablar. El discurso sin descanso es una manera de expresar esa angustia. Su inquietud les impide callar y/o escuchar. Su forma de hablar es compulsiva, y muchas veces desordenada. Pueden pasar de un tema a otro sin que haya conexión. En esos casos, escucharles puede ayudar. Quizás seguir su discurso con comentarios puede ser una actitud que les ayude a tranquilizarse.
En el caso de los egocéntricos, que es el más frecuente, lo que sucede es que la persona no ha desarrollado las herramientas psicológicas para establecer una comunicación de doble vía. Lo suyo es un monólogo y los demás un contenedor. Una audiencia. En esos casos lo mejor es no prestarse para formar parte de su juego narcisista.
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- Ayesterán, L. A. Á. Sobre los excesos de discursos y el mal de la viveza. Una aproximación a la reflexión ética en Arturo Uslar Pietri.