Los efectos de la infidelidad en los niños

Los efectos de la infidelidad en los niños
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 agosto, 2023

Mucho se ha escrito acerca de la infidelidad, pero pocas veces se trata el tema del efecto que esta puede tener en la vida de los hijos. No parece un asunto importante para los padres, a menos que todo el mundo lo descubra o el hijo les reclame directamente por estos hechos.

La experiencia demuestra que la mayoría de los niños y jóvenes descubren la infidelidad de alguno de sus padres o que la perciben inconscientemente. Si no se gestiona bien, el efecto suele ser devastador para ellos. La mayoría de los niños consideran que la relación que mantienen sus padres es perfecta e indivisible y por eso la infidelidad es un hecho que desestructura en gran medida su idea de los valores. La infidelidad ataca la percepción de estabilidad que ellos daban por sentada y en la que crecían seguros: dentro del vínculo que formaban su padre y su madre nada les podía hacer daño. Pero ahora ese vínculo se ha roto o ya no es el que era…

La encrucijada de los niños

Muchos padres piensan que si tienen niños pequeños y estos los descubren siendo infieles, no entenderán lo que sucede y pronto lo olvidarán. Se equivocan de punta a punta. De una u otra manera, a los hijos se les transmite la idea de que la familia es una estructura compuesta por un padre, una madre y, en ocasiones, unos hermanos. Sobre esa base el niño edifica una idea sobre su lugar en el mundo. Hay un orden y en ese orden, él tiene un rol.

Cuando se da cuenta de que uno de sus padres es infiel, la idea de familia que le han transmitido entra en contradicción con la realidad. Sabe además que la situación involucra todo un conjunto de mentiras y que uno de los cónyuges está faltando al pacto de lealtad implícito.

Es entonces cuando se produce un fuerte conflicto en el niño. Lo que para él era claro, ahora se torna confuso. Queda atrapado entre varias paradojas que le angustian. Sabe que debería contarle al otro padre que está siendo víctima de un engaño, pero teme su posible reacción, o que todo culmine en un divorcio. Sabe también que el padre infiel está actuando de manera incorrecta, pero siente amor por él o ella y no le es fácil juzgar su comportamiento.

Aún los niños más pequeños son capaces de percibir la existencia de una infidelidad. Aunque les resulta imposible describir lo que ocurre, sí se tornan más demandantes y necios como respuesta a su percepción interior de “algo no anda bien”.

Los efectos a largo plazo

La infidelidad de los padres tiene un efecto traumático para los hijos. Se trata de una experiencia muy dolorosa que, probablemente, va a dejarles huellas para toda su vida. El impacto del descubrimiento, desequilibra la concepción completa de la existencia. Los niños, e incluso los adolescentes, no están en edad de organizar adecuadamente una interpretación razonable para lo que ocurre. Simplemente sienten una profunda desilusión que los perseguirá, probablemente, para siempre.

Muy rápidamente aparecen señales de desesperanza, incertidumbre y angustia. Con el tiempo esto puede traducirse en estados depresivos, crisis de ansiedad, ataques de pánico o experiencias de estrés postraumático.

Es frecuente que los niños presenten síntomas de regresión a una etapa anterior de su desarrollo; típicamente sucede que comienzan a orinarse en la cama, experimentan terrores nocturnos o padecen trastornos de la alimentación. Se muestran retraídos y solitarios, y pierden la confianza en sí mismos. Son los depositarios de un “secreto” terrible y por eso también desarrollan fuertes sentimientos de culpa.

Si un padre está en esta situación, o sospecha estarlo, lo único que puede detener parcialmente el daño que ya ha hecho es asumir la situación como el adulto que es. Dejar la relación furtiva, pedir perdón a su cónyuge y encarar la situación directamente con sus hijos. También puede optar por un divorcio, lo más sano posible y siempre dando la cara a sus hijos. Es una de esas situaciones que amerita también una psicoterapia.

Imagen cortesía de Iakov Filimonov.


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