Mi diagnóstico es sencillo: sé que no tengo remedio

Mi diagnóstico es sencillo: sé que no tengo remedio
Raquel Aldana

Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.

Última actualización: 27 diciembre, 2015

Como escribió Cortázar, “mi diagnóstico es sencillo, sé que no tengo remedio”. No tengo remedio porque me gustan las cosas claras y el chocolate espeso. No tengo remedio porque me gusta que me abracen sin ninguna razón.

Seguramente tú tampoco tienes remedio porque te gusta hacer las cosas bien y a veces lloras sin saber por qué. Puede que tanto tú como yo nos fascinemos con la gente que con su energía, contagia emociones.

Seguramente a ti también te gusta la gente que vibra y es probable que te guste trabajar por conseguir que tu realidad supere a los sueños que cultivas desde hace un tiempo y por los que peleas día tras día.

No tienes remedio (ni yo tampoco) porque a veces te enfadas sin sentido y el mundo se te viene abajo cuando no consigues que algo te salga como quieres. No tienes remedio porque no consigues contar hasta tres antes de explotar como te dicen los expertos.

Mujer tapándose los ojos

No tengo remedio (y tú tampoco) porque no soy capaz de hacer cinco comidas al día, de dormir 8 horas o de pensar en mí antes que en nadie más. Tampoco tengo remedio porque vivo a la expectativa de que “esa persona” quiera pasar tiempo conmigo.

No tengo remedio (y seguro que tú tampoco lo tienes), porque no siempre soy capaz de “soltar y decir adiós a aquello que me hace daño. No es que me guste aferrarme o que sea incapaz, solo que guardo la esperanza de que ocurran “milagros”. No lo puedo evitar, soy así de irracional, aunque intento cambiarlo (seguro que a ti te pasa lo mismo).

No tengo remedio porque tengo pleno convencimiento de que las cosas que nos son fáciles son las que más me merecen la pena y sé que tengo que coleccionar motivos para seguir caminando.

Me gusta ponerme la sonrisa cada mañana pero entiendo que no siempre es necesario, que la tristeza también me hace bien y que cuando mi cuerpo quiere llorar, apagarse y desconectar por un tiempo.

No me gusta que la gente no vaya de frente. Tampoco que me digan lo que tengo que hacer, cómo tengo que ser o si puedo o no puedo estar triste y cómo al mismo tiempo.

Chica mirando el mar

No tengo remedio porque me gusta escuchar las batallitas de los demás, escudriñar su rostro y valorar sus expresiones. No tengo remedio porque no soporto que me mientan, pero entiendo que a veces alguien lo haga.

No tengo remedio porque no me gustan los blancos ni lo negros; y es que yo soy más de grises, rosas, azules y amarillos. No tengo color favorito porque todos me dicen algo que me emociona.

Tampoco tengo remedio porque sé que puedo emocionarme recordando a mi primer amor y estoy segura de que eso no me hace incapaz de amar con inmensa locura a quien hoy está en mi vida.

gente-noble

No tengo remedio porque en mi vida tengo PERSONAS y personas. En mayúsculas y en minúsculas. Porque sí, tengo claro que en el querer hay jerarquías o que, al menos, hay un tipo de cariño dedicado a cada persona del mundo.

No tengo remedio porque a veces critico y soy incoherente. No tengo remedio porque pienso que vale la pena el amor en este mundo de prisas, porque sé que hay puntos cardinales y que soy capaz de perder el norte por cualquier tontería.

Tampoco tengo miedo de afirmar que me da pánico el desamor, que a veces temo la soledad y que se me caen las lágrimas cuando pienso en que un día me faltará alguien.

Mujer tapándose los ojos

Somos auténticos en la diversidad

No tengo remedio cuando mis rarezas lo dicen todo de mí, cuando me enamoro de lo genuino, de lo infantil y de lo inesperado. Me dicen que no debería, que “soy muy mayor para…”.

Y yo respondo que no soy mayor para nada, que lo mío es juventud acumulada y que viviré la vida como me plazca hasta que llegue mi estación o mi circunstancia.

Porque sé que la vejez es un estado de “espíritu”, no una etapa de vida. Es inevitable cumplir años, sí, pero yo he decidido que no tendré remedio y que hasta que pueda seré un faro que nunca se apagará.

Aunque he de reconocer que no tener remedio no es fácil, más que nada porque atesorar recuerdos a veces duele. Es complicado de justificar que me he pasado meses enteros del calendario haciendo todos los días lo mismo y sintiendo cosas parecidas.

Viendo cambiar la hora de mi teléfono móvil, poniendo 20 alarmas, mandando los mismos whatsapps y prometiéndome cosas que no van a pasar…

Pájaro cogiendo el lazo del pelo de una niña

Entonces me digo que la semana que viene estaré preparada para que todo cambie. Pero cuando lo pienso bien caigo en la cuenta de que esas 20 alarmas y esos mismos whatsapps no son los que me definen ni los que escriben mi historia.

Mi historia la escribo yo con mis puntos, mis comas, mis exclamaciones e interrogaciones, mis mayúsculas y mis puntos cardinales. Eso es lo que me hace no tener más remedio que ser YO, de nuevo con mayúsculas y determinación.

No tengo remedio y seguro que tú tampoco lo tienes por otro puñado de razones. Porque cada uno tenemos mil historias y cientos de cicatrices. Eso es lo que nos hace auténticos y especiales, no tener remedio en la intimidad mientras somos nosotros con tanto y con tan poco en común.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.