3 razones por las que no logras relajarte

¿Tienes la sensación de que no logras relajarte? Pones empeño en ello, conoces la técnica; sin embargo, no obtienes resultados. ¿Por qué? Vamos a intentar mirar más allá…
3 razones por las que no logras relajarte
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 agosto, 2020

Puede que no logres relajarte, pero puede que también la causa de esta incapacidad esté lejos de ser el esfuerzo que inviertes en ello. Tal vez estén operando algunos factores en los que no te has detenido a pensar; es posible que supongan un obstáculo para lo que pretendes y hacen que sientas que no logras relajarte. En este sentido, existen bloqueos que operan por debajo del nivel mínimo de consciencia, bloqueándonos la posibilidad de alejar la ansiedad.

Puede que una de las principales razones por las que no logras relajarte es la dificultad para sortear los mandatos sociales. Aunque nadie te lo ordene directamente, hay muchas presiones externas que condicionan y entorpecen ese proceso.

Puede que otra de las razones por las que no logras relajarte tenga que ver con tu manera de sobredimensionar al propio yo. Dar demasiado relieve a la individualidad genera fuertes tensiones: termina convirtiendo ese ego en una coraza rígida que protege y separa del mundo. ¿Por qué tanto estrés? ¿Qué impide la relajación?

Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma”.

-William Shakespeare-

Mujer estresada

1. Culto a la productividad

Muchas veces no logras relajarte porque para hacerlo necesitas quietud  y silencio. Sin embargo, vivimos en mundo que nos exige todo lo contrario: estar moviéndonos en todo momento e intercambiando información sin parar. El estilo de vida que predomina en la actualidad es frenético. Las empresas quieren a personas ágiles, veloces, capaces de producir todo el tiempo.

Es tal el condicionamiento en este sentido, que la calma hace que muchas personas se sientan culpables, vagas o irresponsables. Estar haciendo nada es lo que una parte de la sociedad ve como “perder el tiempo”. Por contrapartida, aprovecharlo es entrar en acción, si es posible realizando más de una actividad al mismo tiempo. Esta es la idea que sostiene el culto a la productividad.

Se habla de productividad en términos económicos, aunque desde el punto de vista humano supongan improductividad total. Sin embargo, es tan fuerte el mandato sobre el tiempo, que incluso se rechaza la idea de parar un momento para dejar de actuar. En esas condiciones la relajación es una utopía.

2. Condicionamiento a las apariencias

Otro de los grandes obstáculos para la relajación es el peso de las apariencias. En las últimas décadas ha venido imponiéndose otro culto: el culto al cuerpo. Su cuidado se ha convertido en un imperativo a cumplir en nuestro poco tiempo libre.

El cuerpo se ha convertido en un objeto de cuidado máximo. El ejercicio, la alimentación, el sol, el agua y un largo etcétera son medios para “lucir” en la cámara del “Gran Hermano”. Aunque es obvio que todo esto es positivo para la salud, en muchos casos esta juega un papel secundario. La gente quiere verse delgada y bella porque así encaja en el prototipo de belleza e inteligencia.

Sin embargo, ¿realmente cuidamos así de nuestro bienestar? ¿Podemos relajarnos allí donde tenemos que cumplir con unos objetivos tan exigentes?

Mujer mirándose en el espejo

3. Apegos, una de las razones por las que no logras relajarte

El apego también es una forma de condicionamiento, pero más profunda. Podemos desarrollar apego hacia las ideas, las costumbres, las emociones y a los errores. Hay, por así decirlo, una fuerza que nos empuja a visualizar, tener y conservarlo todo como es, como está. También, una necesidad de mantenerse igual para evitar una confrontación con la incertidumbre.

Con frecuencia, los apegos impiden que la mente fluya libremente y vaya a donde realmente quiere ir, aunque pensemos que sí lo hace. Ponen en juego esa tensión entre el deseo de mantener los hábitos, los afectos, las posesiones, frente al cambio constante de la realidad. Los cambios nos ponen tensos y están sucediendo todo el tiempo; así que permanecemos en un estado de resistencia inútil.

Luchar contra el flujo natural de la realidad no solo supone una pelea perdida, sino que también impide que la mente se flexibilice. Y esa es una de las razones por las que no logras relajarte: la resistencia al cambio, el apego a una idea de la realidad que quieres que funcione para siempre.

Permanecer tensos o cautivos del estrés no es una buena idea. No solo hace más difícil el trámite de todas las emociones, sino que también puede llegar a enfermarnos físicamente. Buscar caminos para relajarnos, y trabajar por lograrlo, es una parte esencial de la higiene mental. Por lo mismo, vale la pena pensar en ello e intentarlo.


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  • Walker, C. E. (2002). Aprenda a relajarse: las técnicas y ejercicios más eficaces para la relajación física y mental. Editorial AMAT.

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