Al final, la gota que colma el vaso suele ser una lágrima

A veces, la gota que colma el vaso es una lágrima y solo entonces te das cuenta de que no puedes más. Es momento de asumir tu vulnerabilidad y procesar todo lo sucedido.
Al final, la gota que colma el vaso suele ser una lágrima
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 04 octubre, 2021

Al final, la gota que colma el vaso suele ser una lágrima. Entonces, todo se derrama y eres consciente de que has llegado al límite, de que ya no puedes más y te sientes vencido. A menudo nos dicen aquello de que a veces hay que tocar fondo para poder emerger de nuevo, pero ¿qué pasa si llevas mucho tiempo en esas profundidades y lo único que haces es llorar y llorar?

En realidad, no hay prisa ninguna. Cada persona tienen sus tiempos, su ritmo particular para procesar emociones y dejarse germinar en sosegado silencio, como las plantas. Porque en efecto, hay épocas en las que todo nos supera y entonces no hay más opción que aceptar nuestra vulnerabilidad y quedarnos quietos para clarificar prioridades, para drenar lo que duele y solo entonces ascender de nuevo.

Hay algo importante que nos recordaba el psicoterapeuta Albert Ellis: la vida es realmente difícil y no solo por los desafíos y adversidades que debemos superar cada poco tiempo. A menudo, también debemos luchar contra nosotros mismos, contra ese deseo innato de hacerlo todo bien y lograr todo aquello que nos proponemos.

Fallar, caer, tropezar, perder y lidiar contra una realidad tan compleja e incierta es algo normal. Pero aun así nos cuesta aceptarlo porque nos han educado para poder con todo. Entonces, ¿cómo actuar cuando la vida nos desborda?

“Cada lágrima enseña a los mortales una verdad”.

-Platón-

Hombre triste para representar que la la gota que colma el vaso suele ser una lágrima

La gota que colma el vaso suele ser una lágrima (cuando ya no puedes más)

“¿Qué hacer cuando ya no puedes más?”. Esta es una pregunta que se hace mucha gente casi cada día. Lo complejo es que vivimos en una sociedad en la que cuanto más haces, más vales. Estar ocupado y hacer innumerables cosas define a esa persona competente y altamente eficaz que todo el mundo admira.

Sin embargo, quien no puede con su alma es señalado de flojo, débil e incluso de irresponsable. Y lo que es peor, hasta la propia persona tiene una percepción negativa de sí misma cuando no puede cumplir sus obligaciones. No obstante a veces ocurre, la gota que colma el vaso es una lágrima y entonces uno ya no puede más que sumergirse en ese vaso de decepciones, agotamiento y angustia.

No poder más no es el fin del mundo, es un toque de atención. Cuando la vida duele y emergen las lágrimas, solo hay una opción y es la de invernar un tiempo, hacer un ovillo con el propio cuerpo y tomar contacto con las propias emociones. Aunque duelan…

Cuando ya no puedes más, la vida llevada al límite

Y tú, ¿cuánto eres capaz de soportar? Tal vez demasiado. Puede que te hayan hecho creer aquello de que ser fuerte es poder con todo. Es posible que te convencieran de que los valientes no se quejan de nada y todo lo solucionan. También de que tienen una respuesta para cada problema y una espalda kilométrica que carga con preocupaciones propias y ajenas.

Hasta que al final sucede, la gota que colma el vaso es una lágrima y entonces descubres que no puedes más. Llevas tanto tiempo dando más de lo que tienes y descuidando lo que necesitas que la angustia se disuelve en ti como un azucarillo.

Has llegado al límite y no tienes más opción que aceptarlo, asumir que tal vez estabas haciendo más de lo que podías y descuidándote más de lo que debías.

La gota que colma el vaso suele ser una lágrima y entonces lo único que haces es llorar

Agotamiento físico y mental, cefaleas, problemas para conciliar el sueño y ganas de llorar. Has tocado fondo, lo percibes, notas tu mente y tu cuerpo como esa piedra que se hunde en las profundidades y que ya no es capaz de ascender. La gota que colma el vaso suele ser una lágrima y entonces ya no puedes dejar de llorar.

Ya no puedes más. Ha llegado ese momento en el que solo cabe una opción: centrarte en ti. Es hora de retirarte tu armadura llena de golpes, esa coraza de falso héroe que intentaba salvar a todos menos a ti mismo. Ahora solo importas tú y sanar lo que duele. Sin embargo, tenlo presente: el proceso es lento, laborioso y con numerosos altibajos.

Deberás hibernar, como los osos. Te sentirás como una piedra en el fondo de un río. Todos se mueven mientras tú te percibes inmóvil, pero en realidad no eres una piedra, eres una semilla que tarde o temprano acabará germinando en algo nuevo y más hermoso.

Este proceso lleva su tiempo y deberás navegar con tus emociones en ese delicado ascenso hasta la superficie…

Mano con un corazón de flores para representar que la gota que colma el vaso suele ser una lágrima

Florecerás de nuevo, paso a paso y con ayuda

Las lágrimas vertidas te permitirán nutrir tu crecimiento emocional posterior. Porque solo cuando drenamos el dolor, dejamos espacio libre para las nuevas esperanzas.

El cansancio, por su parte, estará presente en tu vida un tiempo. De hecho, es un factor común en muchos trastornos del estado del ánimo, como la depresión, tal y como nos explica un estudio del doctor Steven D. Targum, consultor del departamento de psiquiatría del Hospital General de Massachusetts.

Solo date tiempo, permítetele germinar con paciencia y con ayuda. El apoyo es el aliento cotidiano que te guiará en los momentos más oscuros y también la mano que, día a día, te irá sacando de tus profundidades. Porque, al fin y al cabo, todos tocamos fondo alguna vez, todos sentimos en algún momento que hemos llegado al límite. Aunque esa experiencia no es el final, es solo un reinicio.

Florecerás de nuevo y tus raíces entonces serán más fuertes y profundas. Listas para seguir creciendo en la dirección que desees, con tonalidades renovadas.


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