Amores en la edad madura: almas de otoño que conectan

Cuando hay amor de verdad, el paso del tiempo no lo debilita ni lo hace desaparecer, todo lo contrario: lo hace fructífero y más satisfactorio.
Amores en la edad madura: almas de otoño que conectan
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 07 noviembre, 2022

Los amores en la edad madura están filtrados por la experiencia vivida y la serenidad del corazón. Hablamos de almas otoñales que se encuentran en el crepúsculo de una etapa en la que entender el amor, ya no como una conquista o una invasión, sino como una conexión basada en la alegría, la ternura y la complicidad. Son relaciones (habitualmente) honestas que dan paso a una etapa maravillosa.

A menudo suele decirse aquello de que el verdadero amor nos espera en la madurez. Sin embargo, cabe decir que no es del todo cierto. En ocasiones tendemos caer en el error de querer establecer comparaciones continuas sobre todas nuestras experiencias vitales, cuando la realidad es un poco más simple.

Existir es al fin y al cabo saber apreciar todo aquello que acontece en cada etapa, agradecer cada vivencia de juventud, con sus aciertos y sus errores y disfrutar a su vez de cada regalo que nos ofrece la madurez.

“El amor maduro significa unión a condición de preservar, preservar la propia integridad y también la individualidad del otro”.

-Erich Fromm-

Cada ciclo nos permite recibir todo aquello que nos llega de un modo particular. Cuando somos jóvenes apenas ponemos filtro alguno y nos abrazamos con inmensas ganas e infinita energía a todo lo que nos encontramos en nuestro camino. Somos como intensas tormentas de verano.

Más tarde, uno se va volviendo más selectivo, más cauto, en nosotros queda aún el perfume de esos estíos intensos, pero preferimos ya brisas más tibias, de esas que huelen a calma, a tardes luminosas y playas tranquilas.

Los amores en la edad madura no renuncian ni mucho menos a la jovialidad o a la inocencia, pero lo que no desean ya es caer en antiguos errores. Saben de sobra que las parejas no son medias naranjas, sino más bien “naranjas y manzanas”, personas que llevan a cuestas experiencias diversas y a veces muy distintas. Almas con su propia individualidad que desean por qué no, darle una nueva oportunidad al amor… Profundicemos en los amores en la edad madura.

Los amores en la edad madura, cuando envejecer es sinónimo de felicidad

Alberto y Maite cuentan con más de 60 primaveras sobre sus hombros y hoy han decidido dar el paso: vivir juntos. No faltan las voces críticas de alguno de sus hijos: seguro que es simple interés económico, dice uno. Solo buscan apagar la soledad, dicen otros. Es un capricho, se atreve a decir uno por lo bajo, seguro que en unos meses vuelven a sus cosas, a sus libros, a sus viajes, a sus nietos…

Sin embargo, ni a Alberto ni a Maite le importan demasiado todas esas críticas y esas opiniones. No están para esas cosas, las arrugas y las cicatrices, aunque empañen un poco la piel, revisten de fortaleza el corazón y la voluntad.

Lo que van a hacer lo llevan a cabo con conocimiento de causa. No son niños, la madurez no confiere ingenuidad, sino sabiduría de la buena. Además, sus mochilas emocionales y experienciales guardan infinitas vivencias como para hacer de esa decisión un simple arrebato, un mero capricho.

Ese amor otoñal, más allá de lo que piensen los hijos y de todas esas miradas que observan, pero que no ven, no sabe de egoísmos ni necesita demostrar nada a los demás. Porque nada es artificial en ellos, sus pensamientos, sus propósitos y sus caricias son tan sinceras que es la luz de la verdad la que les ilumina, es un sentimiento tan completo, que les llena la cabeza, las manos y el corazón.

Corazón apoyado en el suelo

Por otro lado, hay un dato que seguramente nuestra pareja protagonista ya sabe. Gran parte de la población más joven tiene asociada la clásica idea de que la madurez o esa etapa más otoñal de nuestro ciclo vital es sinónimo de pasividad y resignación. Es como si el amor o la pasión tuviera fecha de caducidad, como si fuera territorio vetado para quien pinta canas, para quien deja atrás más vida de la que tiene por delante.

“El amor joven vive del entusiasmo, el maduro de la armonía”.

Es un error, de hecho, si hay algo que nos está enseñando la psicología positiva es que la curva de la felicidad alcanza su pico más elevado en esta etapa. Un momento en el que el amor se vive de una forma mucho más clara, más limpia.

La nueva línea del tiempo y la importancia del amor

El amor en la edad madura confiere un reposo más que satisfactorio a la persona. No es un fuego que quema la piel, sino un río que nos lleva en un paseo de descubrimientos en pareja, ahí donde seguir creciendo, experimentando y alimentando un nuevo tipo de felicidad. Porque más allá de lo que algunos escépticos puedan creer, es en esta etapa donde, por término medio, se experimenta un mayor bienestar psicológico.

Los economistas Blanchflower y Oswald realizaron un interesante estudio en el que concluyeron que, en realidad, la percepción del bienestar y la satisfacción personal se viven con mayor intensidad en la infancia y en la edad madura. La felicidad representada a lo largo de nuestro ciclo vital tendría forma de “U”, alcanzando un primer pico en la niñez y un segundo llegando la cincuentena.

Queda claro, no obstante, que cumplir años no es sinónimo de ganar en madurez psicológica. El equilibrio emocional tampoco es algo normativo, sin embargo, una buena parte de la población que entra en el otoño de sus vidas lo hace con una integridad excepcional y con una actitud maravillosa.

Son personas que no se limitan a acumular años, sino a alimentar las ganas y las ilusiones. Son hombres y mujeres que se han conquistado a sí mismos, que tienen carisma y esa alquimia donde combinar la sabiduría con la esperanza, la serenidad con la pasión y el deseo con la humildad.

Los amores en la edad madura quizás no sean tan efusivos como el primer amor de adolescencia, pero serán sin duda mucho más fructíferos, más satisfactorios.

 


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