Asertivo y no agresivo, ¿cómo lograrlo?

El respeto por uno mismo hace que también se forje un respeto por los demás. Lo primero permite ser asertivo y lo segundo impide que se caiga en la agresividad. ¿Cómo lograr ese equilibrio? Aquí te lo contamos.
Asertivo y no agresivo, ¿cómo lograrlo?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 03 marzo, 2021

La palabra asertivo no siempre es bien comprendida. Es frecuente que se confunda con una derivación de “acierto”, lo cual no es preciso. La asertividad es una habilidad social que le permite a las personas comunicar sus ideas y deseos y defender sus derechos de una forma adecuada.

Así pues, asertivo es aquel que sabe decir “no”  cuando eso es precisamente lo que quiere decir. O aquel que manifiesta un desacuerdo, incluso si es políticamente incorrecto. También es quien sabe cómo formular una demanda o un requerimiento a los demás, de manera franca y clara.

Para decirlo de una forma sintética, asertivo es quien sabe pedir, negarse e intercambiar o negociar con otros , en coherencia con lo que desea. Corresponde a lo que conocemos como alguien sincero y directo. Es importante no confundir esto con el sincericidio o con la agresividad.

El elogio más grande que me han realizado jamás, fue cuando me preguntaron qué pensaba y se atendió a mi respuesta”.

-Henry David Thoreau-

Chico hablando con sobre datos curiosos del lenguaje corporal con su amiga

Lo asertivo, lo pasivo y lo agresivo

Es usual que lo asertivo se ubique como uno de los vórtices de un triángulo. En los otros dos extremos están lo pasivo y lo agresivo. En el extremo pasivo están las personas que evitan decir lo que piensan o se sienten inhibidas para reclamar sus derechos. También hay dificultad para pedir, pues existe la idea de que hacerlo siempre es molestar a otros.

Lo agresivo hace referencia al extremo opuesto. Allí se ubican esas conductas en las que no se pide o se solicita, sino que se exige. No se expresa lo que se siente o se piensa, sino que esto se grita  o se enrostra. No hay consideración por el otro, pues la persona está convencida de que su mayor derecho es decir lo que tenga a bien.

Lo asertivo no es un punto medio entre esos dos extremos, sino otra forma de abordar la comunicación. Hay suficiente respeto por uno mismo como para no callar lo que no debe ser callado, pero también existe suficiente respeto por el otro como para tomar en consideración sus pensamientos y emociones.

Asertivo y no agresivo

El expresar lo que se piensa, siente o desea puede causar un choque con los demás, que a veces resulta inevitable. A nadie le gusta que le rechacen una invitación, por ejemplo. También es frecuente que en las relaciones jerárquicas haya cierto malestar cuando un subordinado no está de acuerdo con alguna directiva y lo exprese.

Mujer hablando a su amigo de malos modos

Lo que no tiene que suceder es que esa contraposición sea agresiva o de pie para un conflicto. ¿Cómo evitarlo? Hay algunas pautas que pueden ayudar, como las siguientes:

  • Ver las cosas en términos colectivos. A la hora de abordar una situación, lo mejor es analizar la perspectiva propia, pero también la de los demás. En particular, cuando hay un problema, la pregunta es: “¿Cómo VAMOS a solucionarlo?”
  • Tomar en consideración la posible reacción de los demás. Si se va a decir algo que puede ofender o molestar a otro, hay que anticiparse a su posible reacción. No hay que abordarlo de manera superficial, sino entendiendo que cada persona es diferente y lo que se dice tiene también un impacto variable.
  • Ir a los hechos y a los datos. Una apreciación o una idea se defienden citando hechos concretos o datos específicos, en lugar de especulaciones. Esto no solo es lo más razonable, sino que es fuente de credibilidad.
  • Manifestar lo que se siente. Esto es mucho mejor que conjeturar sobre lo que sienten los otros, o sobre sus intenciones o motivaciones. Decir cómo le hace sentir a uno determinado acto o situación aclara las cosas y limpia la comunicación.
  • Ser cortés con el contradictor. Lo más inteligente es entender que quien piensa diferente porta un punto de vista que puede ampliar el nuestro. Así que vale la pena escucharlo, en lugar de retarlo o ponerse a la defensiva con él.
  • Autoevaluar las motivaciones. Al decir algo que choca con otros, o defender un derecho, es importante reflexionar acerca de la validez de las motivaciones para hacerlo. De este modo, no se caerá en un automatismo reactivo, ni habrá necesidad de agredir a nadie.
  • Acudir a la persuasión. Si se analizan las cosas y se llega a una convicción firme, por más razonable que sea no sirve si no se logra comunicar de manera precisa y clara. Ser asertivo nunca pasa por ser impositivo.

Para ser asertivo se necesita entrenamiento y amor propio. Este último es el que impide caer en faltas de respeto o agresiones hacia los demás o hacia uno mismo. El entrenamiento, por su parte, hace que cada vez sea más fácil lograr esa congruencia personal que, a la vez, es amable con otros.


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  • González, L. G., & Kasparane, A. G. (2009). Asertividad: un análisis teórico-empírico. Enseñanza e investigación en psicología, 14(2), 403-425.

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