Black Mirror: Nosedive, la deshumanización del futuro

Black Mirror: Nosedive, la deshumanización del futuro
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 07 octubre, 2022

Black Mirror es una de esas joyas de la televisión que, en lugar de hipnotizarnos y hacer que olvidemos el mundo que nos rodea, nos motiva para que seamos más críticos con nuestra realidad cotidiana. No es una serie al uso, no hay conexión entre episodios, no hay por qué verla en orden, tampoco nos obliga a hacer una maratón de horas y, a veces, resulta difícil de digerir.

Hoy traemos un episodio de la tercera temporada titulado Nosedive, un capítulo que, pese a lo futurista, nos recuerda enormemente al mundo en el que vivimos. Esto no es algo distinto en Black Mirror, pues como el propio creador, Charlie Brooker, ha indicado en más de una ocasión, su inspiración no viene de la fantasía, sino de nuestra propia contemporaneidad.

Nosedive nos recuerda enormemente a la invasión de las redes sociales que vivimos en la actualidad y hace que tomemos conciencia de lo peligrosas e irreales que pueden ser.

Protagonizado por Bryce Dallas Howard en el papel de Lacie, Nosedive nos presenta un mundo perfecto, donde no hay grises y todo son colores pastel, desde la ropa hasta las casas y los muebles. Todo es maravilloso e idílico en este futuro, no tan lejano; sin embargo, igual que ocurre con las redes sociales, este mundo esconde una cara muy muy amarga.

Lacie es la protagonista de esta historia, de este ecosistema en el que se mide a las personas por su popularidad en una aplicación muy parecida a Instagram, donde 0 es la puntuación más baja y 5 es el máximo. Gracias a las valoraciones de los demás y a la red de contactos se puede obtener un mejor puesto de trabajo, comprar un apartamento y obtener un gran número de beneficios. ¿Qué pasaría si nos tomáramos totalmente en serio lo que vemos en Instagram? ¿Qué pasaría si comenzáramos a clasificar a las personas por su popularidad en una red social?

Black Mirror, una vez más, nos recuerda la cara más oculta de nuestro mundo, pone ante nuestros ojos una verdad que conocemos, pero que parece que ignoramos. Si no has visto el episodio, es mejor que no sigas leyendo, pues me veo obligada a hacer algún spoiler para tratar los temas más importantes que plantea.

Black Mirror: Nosedive, detrás de la perfección

A diario, consultamos Facebook, Instagram, Twitter… cada uno tiene sus preferencias, pero es indiscutible que las redes sociales se han convertido, en poco tiempo, en parte de nuestras vidas. Son la imagen que queremos dar al mundo, lo que nos gustaría ser, pero no somos; la mejor cara de nuestra vida cotidiana.

En Black Mirror, la aplicación estrella sirve para calificar a la gente, muy similar a los likes de Instagram, con la diferencia de que esos puntos son puntos sociales, funcionan más allá de las redes y determinan tu vida en la realidad.

Lacie es una joven popular, aunque no pertenece a la élite, tiene un buen trabajo, pero su vida podría ser bastante mejor. Está completamente enganchada a la red y constantemente trata de captar la atención de una antigua amiga de la infancia, Naomi, una joven guapa y con una vida perfecta que está a punto de casarse.

Las votaciones pueden ser públicas o anónimas y la repercusión de tener una mala calificación puede ser devastadora. Por este motivo, todos los habitantes de este mundo tratan de comportarse de acuerdo a las normas, de ser amables y de aparentar ser “perfectos”.

Pensemos por un momento en Instagram, en las cuentas que seguimos, en las más populares… todas ellas están llenas de una felicidad falsa, de una belleza dolorosamente perfecta, ¿qué ocurriría si trasladásemos esto a la vida real? Podemos probar infinidad de filtros para salir bien en una foto, podemos medir cada cosa que publicamos, pero no podemos agradar a todo el mundo en nuestro día a día.

Lacie y más personas consultando una aplicación

Nosedive supone trasladar los códigos de nuestras redes sociales al mundo real, donde no solo actuaríamos falsamente intentando agradar y mostrando nuestra mejor cara, sino que esos likes que recibimos en Instagram o Facebook servirían para determinar nuestra posición social.

En Black Mirror, todos actúan correctamente con los demás, con una cordialidad que molesta porque, en el fondo, sabemos que no es real, es puro egoísmo. No tratan de agradar o de ayudar, sino que tratan de mejorar su propia imagen.

Naomi le propone a Lacie ser su dama de honor en la boda, Lacie acepta sin dudarlo, pese a las insistencias de su hermano que le recuerda que Naomi le hizo mucho daño en el pasado. Lacie necesita ir a esa boda porque estará llena de personas con puntuaciones muy altas y podrá lograr el 4.5 necesario para poder financiar el apartamento en el que está interesada.

Naomi, por su parte, tampoco invita a Lacie por ser una buena amiga o para compartir recuerdos de la infancia, sino que lo hace porque cree que puede ser interesante traer a una amiga del colegio con un 4.2. Nadie actúa de verdad, nadie piensa en el otro, únicamente existe el “yo” y la imagen que proyecto de mi “yo”.

Dejando de ser esclavos

Esta extrema preocupación por la imagen, por la proyección de nosotros hacia el mundo, nos recuerda enormemente a nuestra realidad. Nosedive no nos resulta improbable y, seguramente, nos recuerde a situaciones experimentadas por nosotros mismos.

Todos queremos compartir imágenes de una suculenta comida, de una maravillosa noche con amigos, de un viaje inolvidable, de un simple café en una terraza… medimos absolutamente todo lo que publicamos, pensamos en quién lo verá y qué pensarán los demás.

Vivimos en un mundo que, cada día, es un poquito menos humano y más tecnológico, pero por suerte, todavía, conservamos el contacto, el trato diario con nuestros compañeros y amigos y tenemos un pequeño espacio donde ser nosotros mismos.

Todos sabemos lo que queremos ser, algunos incluso tienen a quien imitar. Pero, ¿de verdad es lo que queremos? A lo largo del episodio observamos cómo la personalidad de Lacie está extremadamente condicionada, no elige su comida, come lo que socialmente está bien; no le gusta la galleta que viene con el café, pero finge que sí. Este condicionamiento, esta nueva forma de interactuar y la falsedad extrema hacen que los personajes no sean capaces de manejar un conflicto, de decir lo que piensan por miedo a bajar su puntuación.

Black Mirror nos sumerge magistralmente en un baile de máscaras contemporáneo, de filtros en la vida real, donde todo es color pastel, todo es en apariencia perfecto, pero nadie es feliz en realidad. Nadie puede ser tan feliz, nadie puede estar contento siempre y nadie puede adorar a todo el mundo.

Lacie destrozada

Este Instagram extremo, unido a la invitación a la boda, harán que Lacie se obsesione con la popularidad, algo que se verá truncado por una serie de imprevistos que llevarán a Lacie a ser ella misma, a dejar a un lado la máscara, convirtiéndose en humana.

Es humano tener sentimientos, no pensar igual que el de al lado, es humano expresar un enfado. Pero en este mundo tan perfecto, lo humano no tiene cabida. La caída de Lacie no es más que una liberación, termina en la cárcel, pero es libre.

No son las paredes las que la oprimen, era la sociedad y, una vez al margen, por fin puede gritar, puede ser ella misma. La escena final en la que Lacie “ha perdido la cabeza”, cuando se da cuenta de que ya no tiene su móvil y entra en un bucle de gritos con su compañero de la cárcel es una escena liberadora, esperanzadora. No hay mayor cárcel que uno mismo, no hay mayor esclavitud que un mundo deshumanizado.

“Nadie puede ser tan feliz”.

-Black Mirror-


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