El circuito cerebral del placer

El circuito cerebral del placer tiene funciones adaptativas: nos refuerza en todas aquellas actividades consideradas positivas para nuestro cerebro.
El circuito cerebral del placer
Carolina López De Luis

Escrito y verificado por la psicóloga Carolina López De Luis.

Última actualización: 25 febrero, 2019

El circuito cerebral del placer, también llamado circuito mesocórticolímbico, está formado por un pequeño grupo de regiones cerebrales en las que se producen los niveles más altos de dopamina. Este circuito se activa cuando recibimos estímulos que nos proporcionan placer como comer chocolate, practicar sexo, ir de compras, etc. Incluso una simple idea puede activarlo.

Este circuito cerebral del placer permite asociar actividades relacionadas con nuestra supervivencia a situaciones placenteras, por lo que tiene una función adaptativa. Aunque este circuito también puede activarse con sustancias perjudiciales, como son las drogas. Hablamos, por ejemplo, de la cocaína que está ligada a la producción artificial de dopamina en el cerebro.

En la universidad de John Hopkins describen el proceso de recompensa como una experiencia que nos gusta de manera inmediata o no demorada en el tiempo. Asociamos esa experiencia a estímulos sensoriales externos visuales, olfativos o auditivos y a otros estímulos internos como pensamientos y sensaciones. Al hacer esa asociación la conducta que nos produjo placer se repetirá probablemente  en una situación similar.

“Disfrutar de todos los placeres es insensato; evitarlos, insensible”

-Plutarco-

Proceso del mecanismo de recompensa

Todo comienza cuando observamos en el entorno algo que nos incita a realizar alguna actividad concreta que en el pasado nos ha proporcionado placer y/o satisfacción. Hay emociones que se mueven en nosotros y que nos empujan a desear realizar la acción. En este momento aparece la dopamina, de manera que ya nos podemos imaginar realizando la acción.

Después de la fase de deseo, nos ponemos manos a la obra, queremos hacerlo realidad

Así, y desde la Universidad de Michigan, psicólogos como el doctor Kent Berrdige nos señalan en un estudio que deberíamos hablar ya de una neurociencia del placer. Es un mecanismo donde aparecen a su vez, un gran número de neurotransmisores. Así, cuando pasamos a la acción se ven involucradas las sustancias adrenalina y noradrenalina que ponen al organismo en marcha, con el objetivo de estar preparados para actuar. Se recompensa la acción con una sensación de placer al finalizarla o mientras se realiza.

Por último, una vez completada la acción, se cierra el circuito de recompensa con una sensación de satisfacción. Cuando se ha llegado a este punto, aparece la serotonina que está relacionada con nuestro estado de ánimo y con el deseo de volver a experimentar la sensación. Gracias a la satisfacción proporcionada, cuando aparezca una señal que active el deseo, el sujeto tenderá a repetir la acción.

Mujer comiendo chocolate simbolizando el circuito cerebral del placer

El recorrido del placer en el cerebro

El centro de placer esta formado por varias áreas cerebrales específicas, como el área tegemental ventral (ATV), que proyecta las conexiones de sus neuronas hacia otras áreas implicadas en el proceso. Estas áreas son el núcleo accumbens, el cuerpo estriado, la corteza cingulada anterior, el hipocampo, la amígdala y la corteza cerebral.

Cada uno de los centros implicados en el proceso de placer o recompensa están relacionados con diferentes funciones. Por ejemplo, el cuerpo estriado se relaciona con la formación de hábitos, la corteza cingulada anterior y la amígdala se relacionan con las emociones, el hipocampo con la memoria y la corteza prefrontal con el razonamiento y la planificación. La dopamina es el neurotransmisor que media en la comunicación entre el ATV y el resto de zonas.

Cuando ciertas experiencias activan las neuronas del ATV y liberan dopamina, estas experiencias se calificaran como placenteras y serán posteriormente recordadas y asociadas a eventos positivos. Algo que propiciará la repetición de la acción en el futuro

El papel del circuito cerebral del placer en las adicciones

Ciertas actividades que se realizan y son vitales para la supervivencia disparan el circuito del placer, pero estas actividades no son las únicas capaces de producirnos esta sensación. También existen hábitos, como el del consumo de drogas, que ponen en marcha el mecanismo de recompensa.

La gran mayoría de las sustancias adictivas atacan al sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina. Asimismo, doctoras como Lucía Prensa, del departamento de Anatomía, Histología y Neurociencia de la Facultad de Medicina de la UAM, nos señala además que hay varios tipos de neuronas dopaminérgicas.

Dicho neurotransmisor se encuentra en diferentes regiones del cerebro que regulan el movimiento, la motivación, la emoción y la sensación de placer. La liberación de dopamina -a través de las drogas- puede sobreestimular el sistema, produciendo una sensación de euforia que refuerza fuertemente el consumo.

Hombre fumando circuito cerebral del placer

Cuando se toman drogas, como la cocaína, se puede liberar de 2 a 10 veces más de la cantidad de dopamina que con una recompensa natural (comida), además el efecto es inmediato y los efectos pueden ser más duraderos. La tolerancia a las drogas, producida por el consumo repetido, puede conducir cambios profundos en los circuitos del cerebro, ya que de alguna manera tienen el poder de inutilizarlos.

¿Cuándo se dispara el circuito cerebral del placer?

Existen gran cantidad de situaciones en las cuales hacer alguna actividad concreta puede activar el circuito cerebral del placer, haciéndonos sentir bien. Las siguientes son ejemplos de algunas de las actividades que probablemente activarán este circuito:

  • Comer comida alta en calorías.
  • Mantener relaciones sexuales.
  • Escuchar música.
  • Practicar deporte.
  • Consumir ciertas drogas.
  • Ayudar a los demás.
  • La valoración positiva de los demás.

Los científicos ven el sistema cerebral de recompensa como una función que garantiza nuestra supervivencia. La razón de ella está en que se vincula con actividades necesarias para la subsistencia, pero también es un trampa para las adicciones.

La asociación que hacemos de ciertos estímulos, como puede ser salir de fiesta con el acto de beber alcohol, puede reforzar la acción hasta el punto de convertirla en adicción


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