Clive Wearing, el hombre sin memoria que vive del amor y la música

Clive Wearing, el hombre sin memoria que vive del amor y la música
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 06 octubre, 2022

“Siempre igual… parece que no aprendo”, “parece mentira, me pasa una y otra vez la misma historia”… ¿Cuántas veces no hemos dicho esas frases y cuántas veces nos juramos y prometemos que aprenderemos de las experiencias vividas o por lo menos intentaremos cambiar algo para mejorar? ¿Qué le pasa a nuestra memoria? Pero, ¿y si no tuviéramos ni siquiera la oportunidad consciente de ello?

La memoria, entre otras cosas, juega un papel fundamental a la hora de fortalecer las famosas promesas de aprendizaje y nuestras expectativas sobre personas o situaciones. Si esta no funciona como debería, tenemos ante nosotros un abismo de dificultades de adaptación social, laboral y familiar.

Clive Wearing no tiene oportunidad. Es el ejemplo de infortunio donde un hombre vive en la misma semana, el mismo día y el mismo minuto una y otra vez. Pese a todo, algo le mantiene atado al mundo: el amor y la música.

“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”

-Jorge Luis Borges-

Las trampas del azar

Quiso la mala suerte que siendo Clive Wearing, un reputado director de orquesta, contrajera un virus en Marzo de 1985. Un virus que desgraciadamente puso el centro de su diana en el cerebro del músico, transformando lo que podía haber sido un resfriado corriente en un herpes simplex encephalitis. 

Concretamente este virus le afectó el hipocampo, la zona del cerebro encargada de dirigir y controlar nuestros recuerdos a corto y medio plazo.

El señor Wearing no solo era director de orquesta, también pianista, director de coro y se hacía cargo de un programa de música en la radio de la BBC. Toda su vida se esfumó en el momento en que, por culpa del virus, la memoria se convirtió en una enemiga en vez de una acompañante de vida.

El ser humano tiene distintos tipos de memoria según el contenido, el tiempo de retención y la forma en la que manejamos la información y la recuperamos. En el caso de Clive, varios sistemas de memoria quedaron seriamente dañados.

“La memoria es el centinela del cerebro”

-William Shakespeare-

El apagón de la memoria

Según las crónicas de aquel tiempo, parece ser que una fuerte gripe azotó el norte de Londres. Los primeros síntomas señalaban que Clive había enfermado como casi toda la población de la zona. Sin embargo, tras cuadro días con una fiebre muy alta, perdió la consciencia. Al despertar, no recordaba a su mujer. Tardó un tiempo en volver a reconocerla.

Los médicos no sabían lo que sucedía siendo el caso más extraño que jamás habían visto. ¿Cómo un hombre trabajador incansable, con un alto ritmo de vida y sin descanso de repente se les aparecía como un ser desvalido y vulnerable? La confusión y la angustia dominaron esos primeros días tras el apagón de memoria.

Después de semanas y meses de desconcierto, alucinaciones auditivas, incertidumbre y pruebas, vieron que Clive solo retenía información nueve entre siete y treinta segundos. Actualmente es conocido como el caso de amnesia más extremo del mundo. Borra todo casi automáticamente después de que suceda. No tiene recuerdos de su vida anterior y de poco sirve contárselos. Los volverá a olvidar.

“Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora”

-Jorge Luis Borges (fragmento de “Instantes”)-

En su momento, comenzó a escribir un diario en el que anotaba la hora y la sensación que tenía en ese instante. Esta actividad la ha mantenido a lo largo de los años por buscar coherencia y sentido a su vida. Pese a sus esfuerzos, la sensación siempre es la misma: primera vez que ve el diario.

Aunque vea cualquier anotación anterior, no reconocerá esos instantes ni se acordará de él mismo redactando las frases que los describen.

La frustración, la angustia y la agresividad se han ido reduciendo con el paso de los años. Hoy en día no le importunan las preguntas sobre personas o cosas que se supone que debería de saber. Simplemente, acepta la situación y la tolera en un ejercicio de adaptación emocional increíble.

Lápiz borrando el cerebro en un dibujo

El amor y la música

Con el paso del tiempo, las dificultades de convivencia y sentimiento de frustración provocaron que su mujer se alejara de él. Sin dejar de perder el contacto, emigró a Estados Unidos en busca de una nueva vida. Sin embargo, jamás pudo olvidar a Clive. Volvió al Reino Unido, renovaron los votos matrimoniales y se instaló cerca de la residencia para lesiones cerebrales donde permanece atendido.

Pese haber perdido la memoria y ser incapaz de recordar el día de su boda, Clive sabe que esta casado con ella. Sabe que es su mujer, sabe que la quiere. Sin recuerdos de episodios concretos de su vida conjunta, en el fondo de su ser, permanece el recuerdo y la sensación de cariño y amor.

“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”

-Gabriel García Márquez-

¿Y su día a día? Sin películas, sin libros…. es incapaz de seguir una escena o un diálogo. Sin embargo, hay algo distinto: la música, su otra pasión en vida, a parte de su mujer. No sabe que podría reconocer notas musicales y no recuerda que ha dirigido orquestas en eventos importantes. Sin embargo, sentado al piano es capaz de seguir una pieza musical dejando que los dedos hablen por encima de los recuerdos y su consciencia.

Se han grabado dos documentales, se han escrito muchos artículos y mucha gente se ha aproximado al caso de Clive. Pese a lo particular de su caso, empatizar con él y su familia no resulta nada complicado.

Al final, las emociones hablan por encima de los diagnósticos. Los gestos de cariño, la paciencia y la bondad que rodea a una situación nacida de la frustración, la ira y el sentimiento de injusticia, muestran la extraordinaria capacidad del ser humano para sobreponerse a obstáculos inimaginables.


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