Del defecto físico al complejo emocional

Del defecto físico al complejo emocional
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 abril, 2022

Vivimos en un mundo que ha establecido un auténtico culto a la belleza. En realidad, sería más justo decir que no es a la belleza, sino a un muy específico tipo de belleza. Hay patrones predefinidos sobre lo que es hermoso. No es gratuito que esos parámetros encuentren su máxima expresión en quienes desempeñan un oficio que genéricamente se conoce como el de “modelos”.

Este tipo de patrones no se originan en los expertos ni en los artistas. Surgen de los medios de comunicación. De ahí que penetren tan profundamente en la conciencia de los individuos, que en su gran mayoría, y de manera pasiva, se adhieren a esos prototipos para determinar lo bello y lo feo. La cualidad y el defecto.

En esas circunstancias el defecto físico parece no tener lugar. A pesar de que la mayoría tenemos algún rasgo que se sale de los estrechos parámetros de la belleza comercial. De ahí que en las personas menos críticas, o en los sectores más alienados, el defecto físico pueda convertirse en blanco de rechazos, de burlas o de discriminación.

La consecuencia es que muchas personas terminan desarrollando lo que se conoce popularmente como un “complejo”: convierten su condición en una actitud frente a sí mismos, al mundo y a la vida. Para que esto no ocurra, conviene seguir un par de indicaciones básicas.

Establecer los límites precisos de lo que se llama los “defectos físicos”

Que tengas los ojos almendrados y los quieras redondos no es un defecto físico. Es un rasgo fisionómico que no tiene nada que ver con una deficiencia.  Ahí no tienes mucho que pensar sobre lo que hay en tu cuerpo, sino más bien evaluar lo que pasa por tu mente. ¿Por qué te cuesta trabajo aceptarte?, ¿por qué le otorgas a la televisión y a los televidentes acríticos el poder de decidir lo que es bello y lo que no?

Mujer sosteniendo un espejo con sus manos en el campo

Ahora, si en tu caso lo que hay es una malformación o una cicatriz, por ejemplo, lo que debes hacer es construir una frontera mental. Debes circunscribir ese defecto con exactitud.

Si tienes tres manos, son tus manos y no todo tu cuerpo y tu mente lo que tiene ese rasgo atípico. Si cojeas, es tu pierna corta y no todo tu ser. Seguro también tienes atractivos: tu cabello, tus orejas, o esa forma tan tuya de aceptarte y mandar al diablo a los tontos que viven para criticar.

De hecho, la expresión “defecto físico” debería eliminarse. Las mercancías son defectuosas, las personas no. Un ser humano es diferente, puede tener rasgos atípicos. Pero no es defectuoso como tal.

No vivas para el defecto

Algunos rasgos son tan notorios (tener tres manos, por ejemplo) que es imposible pasarlos desapercibidos o pedir a los demás que no los noten. Depende de ti, y solamente de ti, que sigas notándolo y haciéndolo notar para siempre.

Resulta inevitable que esa parte de tu apariencia cause sorpresa o desconcierto a primera vista. De hecho, pueden hasta cercarte con preguntas molestas o incómodas, seguramente ya estás acostumbrado a que así sea.

escena simbólica mujer ante sun espejo

Lo mejor es que aceptes esa situación y “salgas de eso” cuanto antes. Si notas que alguien observa insistentemente esa tercera mano, o la doble nariz, toma la iniciativa: habla con franqueza de tu defecto, cuenta la historia y explica que entiendes la reacción que genera en otros.

Basta con que lo hagas una vez, o a lo sumo dos. No necesitas estar todo el tiempo refiriéndote a tu físico, ni pasar todo el tiempo bromeando contigo mismo para probar que te aceptas.

Sobra decir que si ese rasgo atípico no es definitivo, sino que puedes cambiarlo, es bueno que evalúes esa alternativa. Si quieres hacer una transformación, no ahorres esfuerzo en ello.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.