Deudores y ahorradores, ¿qué nos dice la ciencia al respecto?

En términos de gestión de las finanzas personales hay dos grandes grupos: deudores y ahorradores. Cada uno responde a un perfil psicológico diferente y tiene percepciones de la realidad contrastan.
Deudores y ahorradores, ¿qué nos dice la ciencia al respecto?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 27 octubre, 2021

La conducta económica es un tema que tiene mucho más que ver con la psicología que con el manejo de las finanzas. En toda transacción no solo se pone en juego un interés práctico, sino también un conjunto de percepciones y actitudes. Ejemplo de ello son los deudores y ahorradores, dos perfiles que muchas veces no responden a criterios racionales, sino a puntos de vista subjetivos.

Deudores y ahorradores corresponden a dos estilos diferentes de consumo. En términos generales, los deudores pueden calificarse como personas que practican un consumo anticipado. Por su parte, los ahorradores obedecen a un consumo postergado, a veces, de manera indefinida. En algunas ocasiones, cada tipo de consumo responde a motivos que no tienen nada que ver con aprovechar mejor los recursos.

Varios investigadores han estudiado el fenómeno de deudores y ahorradores. Han encontrado que estos perfiles se encuentran asociados con determinados valores, creencias y percepciones. No siempre un deudor es alguien irresponsable, ni el ahorrador es una persona que destaque por su prudencia. Veamos con mayor detalle el tema.

Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo”.

-John Maynard Keynes-

Hombre ahorrando

El contexto

Cuando se habla de deudores y ahorradores, de manera implícita se está hablando de manejo del dinero como tal. Este es el primer elemento subjetivo que entra en juego, pues, en sentido estricto, el dinero  solo tiene un valor simbólico y convencional para la sociedad.

Hasta los años 70, el dinero, expresado en el papel moneda, debía tener como respaldo algo material; por lo general, un depósito de oro. De este modo, una persona podía cambiar los billetes por metal, ya que tenían un valor equivalente. Sin embargo, se produjo un cambio en Estados Unidos , que comenzó a imprimir dinero sin respaldo. Con el tiempo, todos los países terminaron haciendo lo mismo.

Lo anterior también llevó a que el valor del dinero fluctuara, incluso a niveles extremos. Paradójicamente, también comenzó a tener, en apariencia, más atractivo que otros bienes con mayor estabilidad, como la tierra. El consumismo  ganó fuerza y este propone una ecuación muy simple: compro lo que deseo con dinero.

En este contexto, surgieron y se popularizaron los medios para que quienes no tengan dinero, de todos modos, puedan comprar. Las tarjetas de crédito es uno de los factores que lo favorece y lo hace posible.

El sistema financiero se convirtió en un gran prestamista que no produce: tiene dinero y obtiene dinero de ese dinero que, al final, no tiene respaldo en nada más que un sistema compartido de símbolos y representaciones.

Deudores y ahorradores

En términos generales, y desde el punto de vista financiero, se adquieren deudas solo para invertir, no para consumir. Así mismo, se ahorra para atender gastos excepcionales o suntuarios, o con miras a la inversión. El dinero que no corresponde a deuda o ahorro es el que se emplea para gastar.

Los deudores y ahorradores del mundo de hoy no son iguales a los del mundo de ayer. El dinero ha terminado convirtiéndose en un factor de compensación psicológico muy fuerte. En general, se trata de un elemento que o bien ayuda a llenar el vacío de deseos no satisfechos, o bien constituye un factor que ayuda a sortear la incertidumbre o el miedo hacia el futuro.

Al comprar, hay una sensación de logro y de satisfacción, con la correspondiente liberación de dopamina y serotonina. Esto se incrementa cuando se hacen “compras por placer”, es decir, adquisición de algo en razón al gusto y no a la necesidad. Por lo tanto, se liberan angustia y se cubren tristezas al hacerlo.

A la vez, ahorrar y nunca tocar lo ahorrado, permite sortear la angustia que provoca la expectativa de un futuro intimidante. Hasta cierto punto es razonable, si se tiene en cuenta que lo natural de la vida humana es avanzar hacia la decadencia. Deja de ser racional cuando aun asegurando el futuro, existe la necesidad de ahorrar y no gastar nunca.

Mujer emocionada por compras compulsivas

La percepción y la economía

Deudores y ahorradores obedecen a perfiles psicológicos que no siempre son opuestos. Como hemos visto, en sus formas extremas tienen una misma base de angustia. En lo que sí difieren es en el concepto de lo que significa esfuerzo y compensación.

Los deudores valoran su esfuerzo para conseguir el dinero y sienten que este merece una compensación a través del placer de consumir. Los ahorradores valoran su esfuerzo y por lo mismo sienten que no deben dilapidar lo obtenido, pues ha costado muchos sacrificios.

Los estudios también muestran que la percepción de deudores y ahorradores, en torno al dinero, está muy relacionada con las experiencias de infancia. Si alguien creció con carencias, tiene un sentido del riesgo más elevado y tenderá a ahorrar. Si se endeuda, lo hará con cautela. Mientras que si alguien creció sin premuras económicas, tenderá a creer que puede resolver cualquier problema financiero que se le presente y será más impulsivo.

La ciencia ha comprobado que el manejo de las finanzas personales está muy asociado con la gestión de las propias emociones. En este aspecto, como en todos, solo debe haber lugar a preocupación cuando se cae en uno u otro extremo. De todos modos, se trata de un terreno sobre el que no solo hay que reflexionar en torno los números, sino también en relación con las actitudes frente a estos.


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  • Descouvieres, C., Altschwager, C., Kreither, J., & Canales, M. (1997). Percepción del dinero y comportamiento económico: un estudio comparativo de la percepción del dinero en personas endeudadas y personas ahorradoras. Revista de Psicología, 6, ág-35.

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