El experimento: la naturaleza humana

El experimento: la naturaleza humana
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 07 noviembre, 2022

El experimento es una película alemana del año 2001 dirigida por Oliver Hirschbiegel, basada en la obra The black box que, a su vez, está inspirada en el experimento real realizado en Stanford en 1971. Este experimento ha sido infinitamente cuestionado y, aunque la película se aleja bastante de lo que ocurrió en realidad, nos lleva a preguntarnos cómo es, realmente, la naturaleza humana: ¿somos buenos o malos? ¿Existen buenas y malas personas? Sin duda, es una película donde filosofía, ética, moral, sociología y psicología van de la mano.

Arranca presentándonos a Tarek Fahd, un taxista con problemas económicos que decide ganar un dinero extra participando en un experimento. Además del dinero que le aportará el experimento, decide colaborar con una publicación para la que trabajaba anteriormente y grabar todo lo que ocurra dentro del experimento. El dinero será el que mueva a los participantes a colaborar como conejillos de indias en un experimento que terminará por destrozar sus vidas.

Los participantes son de lo más variopinto: un taxista, un empleado de una compañía aérea, un ejecutivo, un imitador de Elvis, etc. Todos ellos en busca de una nueva experiencia y, principalmente, de una compensación económica. Estos participantes serán sometidos a diversas pruebas psicológicas y numerosas entrevistas gracias a las que les asignarán un papel: carcelero o preso. Vemos que algunos participantes muestran inseguridades, otros una gran confianza en sí mismos… Todo ello ayudará a los doctores encargados del experimento a que asignen los determinados roles.

Ninguno de los participantes ha estado antes en la cárcel, ninguno parece una persona fuera de lo “normal”; todos tienen una profesión, una familia… En definitiva, una vida de lo más común. Cuando se conocen en la sala de espera, antes de saber los roles que les serán asignados, todos parecen entablar una conversación agradable y parecen interesados por conocerse. Sin embargo, lo que al principio parecía un simple juego, terminará por convertirse en una auténtica pesadilla que hará que nos replanteemos algunas cuestiones sobre la naturaleza humana.

“El hombre no debería intervenir en la naturaleza, pero lo hace siempre”.

-El experimento-

El experimento de la cárcel de Stanford

El experimento en el que se basa la película se llevó a cabo en la Universidad de Stanford (Estados Unidos) en 1971, dirigido por el profesor Zimbardo y en el que participaron 24 alumnos, todos ellos psicológicamente estables. Sin embargo, el experimento no tardó en descontrolarse porque las personas que participaron en él se sumergieron por completo en los roles que les habían asignado.

Este experimento ha sido muy cuestionado y criticado por sobrepasar los límites éticos, pero los resultados fueron tan sorprendentes que nos hacen plantearnos nuestro propio papel en la sociedad. ¿Cómo es posible que individuos totalmente normales y sanos terminen por acudir al sadismo y a la violencia extrema? ¿Qué es lo que ocurre cuando privamos a un individuo de su libertad?

Hombres en prisión con carceleros

Muchos de los participantes sufrieron serias secuelas psicológicas, los que asumieron el rol de presos, en seguida, mostraron resignación y sumisión; mientras, los guardias comenzaron a abusar de su poder y a aplicar castigos realmente crueles. La película nos muestra un poco de este experimento, pero presenta algunas diferencias:

  • Los roles asignados en el experimento original fueron aleatorios, mientras que, en la película, se asignan atendiendo a una serie de pruebas realizadas a los participantes.
  • En el experimento de Stanford, los presos fueron arrestados como si hubiesen cometido un delito real. Esto no ocurre en la película, simplemente, les asignan los roles tras aceptar su participación.
  • En la película, la única seguridad que observamos es la de las cámaras de vigilancia y los tres doctores que supervisan el experimento sin intervenir en él. En Stanford, el propio Zimbardo participó como superintendente y, además, había dos policías reales supervisando.

El experimento y los roles sociales

El experimento nos traslada a una cárcel ficticia, los escenarios son realmente fríos, apenas hay colores cálidos en ningún momento de la película, ni siquiera antes de comenzar el experimento. Los 20 participantes deberán pasar 14 días en una cárcel ficticia, los carceleros no reciben ninguna orden, a excepción de un pequeño reglamento de la cárcel, pero podrán actuar como crean conveniente cuando un recluso no obedezca, aunque se les advierte de que no deben recurrir a la violencia.

Los presos, por el contrario, son totalmente despojados de su identidad; pasan de tener un nombre a ser un simple número, deberán prescindir de su ropa interior y vestir únicamente una fina bata, frente al uniforme de los carceleros. Al principio, muchos de ellos se lo toman a broma, creen que no es más que un juego y que en unos días podrán volver a sus casas y retomar su vida con total normalidad (y con unos billetes más).

“El experimento no es doloroso, tampoco tomarán medicación. Se trata de roles de comportamiento en una cárcel”.

-El experimento-

Sin embargo, desde el momento en que se asignan los roles, vemos que algunos participantes comienzan a tomarse en serio su papel, volviéndose más sumisos si son presos, o más agresivos y autoritarios si son carceleros. La película va adquiriendo un tono cada vez más dramático y claustrofóbico, mostrándonos el sadismo, el abuso de poder de los carceleros y el sufrimiento de los presos.

A algunos de los presos les cuesta más asumir su rol; sin embargo, los carceleros parecen sentirse bastante cómodos en el suyo. La mayoría de los carceleros son padres, tienen una familia, un buen empleo… pero ante una situación de poder, actúan de una forma que jamás hubieran imaginado, llegando a la violencia más extrema y sometiendo a los prisioneros a prácticas atroces.

Carcelero tapando la boca a un preso en el experimento

“¿Habéis visto? Hacen todo lo que les decimos”.

-El experimento-

Conforme avanzan los días, la situación se va complicando, cada vez son mayores los abusos y cada vez es mayor el sufrimiento de los presos. En cierto modo, Tarek propicia algunas de estas situaciones al tratar de grabar una buena historia para su periódico, aunque vemos que los delirios y las ideas de posibles conspiraciones se irán apoderando de todos los participantes, haciendo que actúen de la forma más insospechada.

Uno de los personajes que más nos llama la atención es Berus, un hombre que trabaja para una compañía aérea, algo que nos hace pensar que es psicológicamente estable. Sin embargo, será el más cruel de los guardias, el que se hará con el liderazgo del grupo de carceleros; un liderazgo que los demás aceptarán sin rechistar.

El experimento nos presenta una sociedad privada de libertades, donde se reduce personas a números perdiendo su identidad; se asigna un rol y, en consecuencia, las personas actuarán de acuerdo al mismo; incluso sabiendo que es irreal, los participantes acaban asumiendo ese rol.

Hombre sangrando en prisión

Por mucho que se nos ocurran millones de respuestas posibles y nos conozcamos a la perfección, no podemos predecir cómo actuaremos ante una situación totalmente descontrolada o que se sale de lo cotidiano. Parece que muchos asumimos que existen personas buenas y personas malas; además, seguramente no nos consideremos personas malas, pero ¿conocemos verdaderamente nuestra naturaleza?

La película y el experimento en sí nos llevan a plantearnos si realmente somos libres, si poseemos ese libre albedrío del que tanto se ha hablado en filosofía, si conocemos la naturaleza humana… ¿Actuamos con total libertad? Quizás, simplemente, somos víctimas de un rol que nos ha sido asignado y actuamos en consecuenciaEl experimento nos invita a plantearnos infinidad de cuestiones sobre nuestra propia naturaleza y libertad.

“Tengo libre albedrío, pero no porque yo lo haya elegido. Nunca he elegido libremente tener libre albedrío. Por tanto, tengo libre albedrío; lo quiera, o no”.

-Raymond Smullyan-


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