El lobo de Wall Street: ambición y poder

El lobo de Wall Street: ambición y poder
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 31 agosto, 2020

El lobo de Wall Street (2013) es una película norteamericana dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio, un tándem que parece funcionar bastante bien. El lobo de Wall Street, pese a su larga duración, posee un ritmo rápido y ágil. Una película que, cuando parece que todo va a acabar, que se acerca el final y que ya no puede ocurrir nada más, nos sorprende con algo todavía más descabellado y, sin embargo, bastante real.

Scorsese se ha convertido en uno de esos directores a los que no nos gusta reprocharle demasiadas cosas, pues ya son muchos los grandes filmes que nos ha regalado: Taxi Driver, Toro Salvaje, Goodfellas, Casino, El Aviador y un sinfín de títulos más que llevan su firma. Y aunque para muchos la película sea demasiado larga, la verdad es que Scorsese logra su objetivo: desenmascarar otra de las múltiples facetas de la sociedad norteamericana, la auténtica manada de lobos que habita en Wall Street.

La película, a pesar de lo surrealista que pueda parecernos, está inspirada en las memorias de Jordan Belfort. Un corredor de bolsa que ha sido acusado por infinidad de delitos relacionados con la manipulación de dinero y que, posteriormente, se dedicó a dar conferencias acerca de sus errores pasados y la ética en el mundo de los negocios.

El famoso actor Leonardo DiCaprio, todavía sin Óscar por aquel entonces, encarna a este carismático e influyente personaje, logrando que el espectador quede totalmente desconcertado en algunas escenas y ponga en duda la moralidad de este lobo de Wall Street.

“Jordan Belfort parece un Robin Hood perverso que les roba a los ricos para dárselo a sí mismo y a su alegre banda de corredores”.

-El lobo de Wall Street-

El lobo de Wall Street: la personalidad del broker

La película arranca con un joven Jordan Belfort, recién casado, que comienza a adentrarse en el mundo de la bolsa; pronto, descubriremos que Jordan posee un talento excepcional para este trabajo y que, a pesar de no conocer del todo el mundo de los negocios, logra grandes logros profesionales en poco tiempo.

Jordan está convencido de saber cómo enriquecerse, cómo ser un auténtico “pez gordo” en el mundo de la bolsa y, en seguida, crea su propia empresa. Comienza vendiendo acciones de mala calidad a personas a las que engaña por su desconocimiento del mundo de la bolsa y terminará vendiendo a los más ricos de Estados Unidos. Esta empresa aumentará a velocidad frenética y, como consecuencia, a sus ingresos. Incluso, llega a ser entrevistado por la revista Forbes, que le asignará el apodo de “El lobo de Wall Street”.

Jordan con las manos abiertas

¿Qué es lo que exige Jordan de sus empleados? Poco o nada le importa su preparación académica, lo importante será la capacidad de persuasión; capacidad que a él le sobra. Lo fundamental es vender, vender y vender. Logra convencer a sus futuros empleados de que se harán ricos y, así, obtendrán la felicidad; podrán comprar el mejor coche, la mejor casa, tener la mejor esposa y vivir una vida de lujos infinitos y excesos, sobre todo, excesos.

Las dotes de liderazgo y su gran poder comunicador harán de Jordan el perfecto corredor de bolsa: un hombre carente de escrúpulos, de moral o de empatía, al que solo le importa llenarse el bolsillo. Toda esta borrachera de poder hará que termine dejando a su esposa y acabe casándose con una joven modelo. Es interesante ver cómo el perfil del broker irá cambiando con el paso del tiempo, aunque lo que tenemos claro es que las principales motivaciones son: competitividad, ambición, poder, dinero y estatus.

Los personajes que retrata Scorsese carecen de escrúpulos, no les importa maltratar, pisotear o sabotear al prójimo con tal de lograr sus objetivos. Asistimos a escenas realmente perturbadoras, como cuando una empleada deja que le rapen la cabeza para conseguir dinero, las violentas escenas de drogas o la orgía en el avión. Parece que estos personajes no tienen límites, sino dinero y poder, pero siempre quieren más. Su ambición es cada vez más fuerte hasta llegar a convertirse en adictos.

En medio de todo el caos y el estrés que conlleva el mundo de la bolsa, Jordan les aporta a sus empleados ciertas dosis de adrenalina y de “felicidad”, ya que convierte su empresa en un auténtico espectáculo donde todo es posible. Prostitutas, drogas, fiesta, dinero volando por los aires… todo, absolutamente todo, para que sus empleados alcancen un estado de euforia y sean más y más ambiciosos, para que se conviertan en auténticos tiburones capaces de devorar a cualquiera con tal de lograr su objetivo.

“Mi nombre es Jordan Belfort, soy un ex miembro de la clase media, criado por dos contadores en un pequeño departamento en Bayside, Queens. Cuando cumplí 26 años, ya era el jefe de mi propia firma de inversiones. Hice $49 millones, lo que me molestó; porque me faltaron tres millones para hacer 1 millón por semana”.

-El lobo de Wall Street-

Hombres ambiciosos

Dinero, drogas, mujeres y poder

El lobo de Wall Street nos muestra la otra cara del mundo de las finanzas, de la globalización y el capitalismo actual, en concreto, de las personas más poderosas. Jordan es un joven de clase media que se abre camino en un mundo que parece inaccesible para la gran mayoría de los mortales. Además, se convierte en el tiburón más grande del acuario. ¿Es Jordan un genio? Es innegable que tiene un talento innato y unas grandes habilidades comunicativas, pero su ambición le llevará a sobrepasar todos los límites de lo ético que nos podemos imaginar.

Todo ese éxito profesional, esos negocios de dudosa legalidad y el ritmo de vida frenético no son fáciles de sobrellevar, por lo que no es de extrañar que Jordan acuda a las drogas para mantenerse despierto. Sumido en un mundo de excesos, hará locuras impensables para la mayoría de las personas. Todo en su vida será excesivo: desde el trabajo hasta el sexo, pasando por el ámbito familiar.

Las drogas, en especial la cocaína, y el sexo desenfrenado le aportan a Jordan la energía que requiere para su trabajo. Se considera invencible y, por ello, les ofrece lo mismo a sus empleados. Sin embargo, este efecto de éxtasis y euforia solo es momentáneo y, a largo plazo, deteriorará profundamente su vida.

Gente en la piscina

En este caso, los mafiosos parece que visten traje y corbata, poseen yates, mansiones y, en lugar de pistola, llevan teléfono. La ambición conduce a nuestro personaje a ser un hombre sediento de poder, de dinero. Y será precisamente esa innumerable cantidad de dinero el motivo que le conducirá a un mundo irreal e irracional, donde sus relaciones personales quedarán relegadas a un plano prácticamente inexistente.

Todo es artificio en la vida de Jordan, todo puede comprarlo y todo le está permitido, incluso las mujeres, que serán cosificadas y relegadas únicamente al plano sexual. No existen metas inalcanzables en su vida, Jordan tiene plena confianza en sí mismo y sabe que puede lograr todo lo que se proponga. El lobo de Wall Street nos muestra la otra cara de la moneda en el mundo de las finanzas, en el mundo de Wall Street. Nos presenta a un personaje al que tendríamos mucho que cuestionarle, pero del que también podemos aprender un gran número de lecciones.

“Lo único que está entre tu meta y tú es la historia que te sigues contando a ti mismo de por qué no lo puedes lograr”

-Jordan Belfort-

 


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