Hay días que podemos con todo y días en que todo nos puede
Hay días en que todo nos puede y momentos en que nada se nos resiste. ¿Hay algo malo en ello? ¿Supone algún problema experimentar esos altibajos en el ánimo, esos vaivenes en el universo de la motivación? Desde luego que no. Las personas no somos máquinas, androides infalibles en los propósitos cotidianos. Somos seres humanos con días mejores y momentos menos buenos.
Ahora bien, la cuestión reside en que por término medio, gestionamos bastante mal esas épocas en que el desánimo nos supera y oxida el rendimiento. Hay veces en que la mente dice «vamos, esfuérzate, tienes cosas que hacer» y no solo el cuerpo no acompaña, sino que hay una parte de nuestro cerebro que responde aquello de «lo siento, hoy no hay reservas para el entusiasmo, las ganas o la motivación».
Esa falta de energía no siempre se debe a un problema de salud, el desánimo tiene un relieve y una composición propia que cuando se instala y nos atrapa, cuesta mucho deshacernos de él. Es una mezcla compleja de procesos psicológicos y emociones. En ella hay pensamientos, sensaciones físicas, preocupaciones y varios tipos de emociones (apatía, tristeza, frustración…).
Esos días «de bajón» no son ni mucho menos el reflejo de que estemos sufriendo ningún trastorno; no es una depresión. Sin embargo, lo más adecuado es procurar que esos estados no se alarguen el tiempo. Tal y como vienen, deben irse, ser visitantes pasajeros, de los que nos dejan su mensaje y más tarde nos abandonan para dar paso a momentos mejores. Profundicemos un poco más.
¿Qué es lo que nos pasa en esos días en que todo nos puede?
Puede resultar curioso, pero los expertos en psicología de la motivación nos señalan algo llamativo: los altibajos nos enriquecen como seres humanos. Pasar por esas épocas en que uno es capaz de comerse el mundo y al poco, surgen los días en que todo nos puede, pueden darnos la oportunidad de enseñarnos varias cosas. La primera, que no somos infalibles y que tocar fondo de vez en cuando entra dentro de la normalidad.
Por otro lado, saber por qué nos venimos abajo y qué hay detrás del desánimo nos permite conocernos mejor. No obstante, hay un problema y es que no nos agradan esos «bajones» y nos defendemos de ellos como quien se quita de encima algo incómodo que prefiere tener lejos. Camuflamos el malestar sin llegar a entenderlo, sin saber cómo gestionar esas realidades ocultas que tantas veces apagan nuestras ganas de comernos el mundo.
Así, y casi sin darnos cuenta, esos problemas se enquistan y el cerebro entra en un ciclo de altibajos constantes en los que es muy fácil derivar en la indefensión, en esa forma camuflada de depresión que es la distimia. Debemos tener cuidado.
Los días en que todo nos puede deben ser muy puntuales en el tiempo y no algo recurrente. Son instantes en que no queda otra opción más que la evidente: hablar con nosotros mismos y favorecer el autocuidado emocional.
¿Por qué me siento así? ¿Qué hay detrás del desánimo?
Los días en que todo nos puede y la vida misma nos pesa en exceso, lo que sentimos es desánimo. Y cuando este estado nos atrapa usamos mil estrategias para evadirlo: dormimos, paseamos, vemos series, escuchamos música, quedamos con alguien, hacemos deporte… Todas estas estrategias son un modo de maquillar el malestar. Lo ocultamos y no lo resolvemos.
Es esencial en todos los casos que seamos capaces de conectar con el origen y desencadenante de ese estado de ánimo. Por término medio, tras esos días en que todo nos supera suelen estar las siguientes realidades:
- La comparación social. Según un trabajo llevado a cabo en la Universidad de Harvard por parte del doctor Todd Rogers, las personas tendemos a comparar nuestro rendimiento, lo que hacemos, lo que logramos o tenemos con nuestro entorno más cercano. Hacerlo, fijarnos en lo que han conseguido unos y sentirnos en desventaja a veces, alimenta el desánimo y algo más: la baja autoestima.
- Tendencia a ver el lado negativo de las cosas. Aunque no nos demos cuenta, a veces, vamos por el mundo con las gafas de la negatividad, esas que solo atisban las dificultades, los problemas, los errores cometidos y las incertidumbres. Es un modo evidente de sufrimiento.
- Escuchar en exceso al yo crítico y perfeccionista. Muchos de nosotros tenemos un yo interno altamente nocivo y peligroso. Es ese que alimenta un diálogo interno basado en la autocrítica, en la búsqueda del perfeccionismo absoluto, ese en el que no tienen cabida los errores.
- Emociones y necesidades descuidadas. Cuidar de nuestras emociones es un acto de higiene psicológica. Sin embargo, somos hábiles expertos en lo opuesto: en ocultar lo que duele, en disimular lo que frustra, lo que enfada, lo que decepciona. Todas esas dimensiones crean costra y sufrimiento. Algo que sin duda no podemos dejar para mañana.
¿Qué puedo hacer en esos días en que todo nos puede?
Los días en que todo nos puede no se evaden, no se solucionan saliendo a ver una película o dándonos un atracón de comida. Estas no son las conductas adecuadas. No hay que eludir, hay que afrontar, aceptar esos días de bajón y permitirnos desgranar qué hay en ellos y qué es lo que debemos resolver.
- Atenderemos nuestros pensamientos y preocupaciones. No se trata tampoco de sustituir los pensamientos negativos por positivos; esa estrategia no funciona. Lo que debemos hacer es darles presencia y razonarlos, entender sí son lógicos, si tienen base y qué puedo hacer para aliviar esas preocupaciones.
- Conectaremos con nuestras emociones, con esas sensaciones que experimenta nuestro cuerpo: ira, tristeza, miedo… Prácticas como la relajación o la meditación pueden ayudarnos.
- Plan de abordo. En esos días en que todo nos puede es bueno darnos tiempo, relajarnos, conectar con nosotros mismos en calma. Asimismo, después de descifrar qué es lo que nos preocupa y cuál es la razón por la que estamos así, es adecuado crear un plan, unas metas a corto plazo. Estableceremos objetivos que nos motiven y que sean sencillos de lograr para elevar la sensación de control, la capacidad de logro y la ilusión.
Para concluir, todos tenemos pleno derecho a tener nuestros días buenos y nuestros momentos no tan buenos. De todo se aprende y de cada experiencia debemos salir más fortalecidos. Aprendamos por tanto a no temer esos días de desánimo, son esas inflexiones en a línea del tiempo que hay que asumir, afrontar y entender. Tengámoslo en cuenta.
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- Todd Rogers, Avi Feller (2016) Discouraged by Peer Excellence: Exposure to Exemplary Peer Performance Causes Quitting, First Published January 29, 2016 Research Article https://doi.org/10.1177/0956797615623770