House of Cards: una visión psicológica de sus protagonistas

Esta serie de drama político marcó un antes y después, reflejando la lucha de poder y manipulación. Conoce a sus despiadados protagonistas: Frank Underwood y Claire Underwood.
House of Cards: una visión psicológica de sus protagonistas
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 07 octubre, 2022

Conocer los entresijos, las funciones y poderes que ostenta el Capitolio estadounidense y el perfil de las personas que lo componen es tremendamente atractivo no solo en la vida real, sino en sus versiones ficticias. Sin embargo, la época de series como “The West Wing”, en la que se narra la historia del presidente demócrata Josiah Bartlet en la Casa Blanca aparecen como algo reciente pero obsoleto, por ello recurrimos a House of Cards.

Esta serie protagonizada por Martin Sheen parecía impulsar un cierto halo de esperanza en los cambios que podían avecinarse con la elección del presidente Obama, cuyo mandato finalmente no ha cumplido todas las expectativas revolucionarias que prometía.

La aparición y éxito de House of Cards refleja la certeza de que el antihéroe es más seductor que nunca cuando los que parecían ser héroes nos han tomado el pelo. Tras la decepción, lo que no sabíamos es que aún no habíamos tocado fondo: el huracán “Trump Vs Hillary” y su dantesco espectáculo mediático es la mejor prueba de ello.

Con un candidato xénofobo y otra candidata beligerante respecto su política exterior en la vida real, House of Cards  deja de mentirnos en la ficción y de sembrar esperanzas para restregarnos la pura realidad: lo único a lo que se aspira actualmente es a que uno le tomen el pelo lo menos posible.

Para ello quizás sea necesario elegir al honesto y reconocido psicópata Frank Underwood. Podríamos estar preparados para ello después de todo. Sería posible quizás si no existiera su esposa Claire, la clase de enemiga que nunca querrías tener.

Frank Underwood, el ser despreciable que necesitábamos

Hasta la maldad puede resultar honorable si es fría, corta y directa. El principio de la serie ya nos hace presagiar lo trágico y cómico de la trama: cuanto más perverso y despreciable, más estará el espectador enganchado al congresista Underwood.

La primera escena en la que mata a un perro agonizando nos prepara para ello: a Frank no le gusta el sufrimiento inútil, sino el dolor con significado. Veremos muchas acciones malas por su parte pero no serán sádicas, sino necesarias para su plan. Al fin y al cabo, nunca nos engañó y nos advirtió desde el principio cuáles eran sus intenciones, su coherencia resulta suficiente para que nuestra conciencia esté a salvo antes de volver a darle al play.

Frank Underwood es una apología del maquiavelismo moderno, de la reivindicación de lo perverso ante un mundo que parece carente de creatividad desde hace años, incluso para ejercer el neoliberalismo extremo. Alguien debe hacer algo al respecto y Kevin Spacey nos demuestra que no es una cuestión de autocomplaciencia inducida, sino de eficiencia interpretativa.

“No somos nada más ni nada menos que lo que escogemos revelar de nosotros”

-Frank Underwood-

Todo esto te quedará más claro con su tono de voz y sus interpelaciones continuas al espectador exponiendo sus variopintas reflexiones. No recomiendo ver su actuación doblada. Un hombre que sabe diferenciar entre ostentar poder y tener dinero merece ser escuchado en versión original.

Claire Underwood: la mujer femenina que no asume su rol de género

Sumidas en un profundo sopor derivado de nuestra representación en los medios, algunas mujeres buscamos poder contemplar algún personaje femenino aunque sea en la ficción que nos evada de ese estado. El kit femenino básico ha vuelto con más fuerza que nunca: casa, niños, sonrisa y un paso detrás del marido. Totalmente mimetizadas, cosificadas y empeñadas en parecer lo más simples posibles. Liberadas pero no libres.

Nada parecido a Jackie Kennedy o Lady Di. Las nuevas damas de la política internacional no solo tienen la intención de parecer irrelevantes, sino que realmente parece que quieran serlo. Es de esperar que tras siglos de opacidad las mujeres, ante el actual y revulsivo cambio, duden y algunas sigan prefiriendo que se hable de cómo iban vestidas a un acto oficial.

“No tienes que decirlo en serio. Sólo tienes que decirlo”

-Claire Underwood-

Claire Underwood lo sabe y por ello permanece a la sombra de su marido para ser la fuerza en la sombra que lo haga brillar. La diferencia es que en este caso ella no tiene la más mínima intención de creérselo. A lo largo de la serie la primera dama se convierte en la matriarca que en esta ocasión se niega a quedar un paso por detrás de su marido.

Ella pasa a ser el elemento más fascinante de la serie. Asume su sexo y género normativos, pero va incorporando atributos, gestos y acciones que normalmente se han asociado al masculino. Atributos gestos y acciones que en realidad tienen una disposición universal.

Su cabello corto, extrema femineidad en sus gestos y su negativa a ser madre demuestra que se puede ser mujer y adoptar el papel que te de la gana en la sociedad. El único requisito para ello es dejar de poner excusas y apostar por tu personalidad. Ella lo hace hasta las últimas consecuencias.

Lo más fascinante de Claire quizás sea, en contraposición a su pragmatismo y aparente frialdad, su sorpresividad ante determinadas personas, que es lo que revela realmente su carácter. Así sea con el mendigo que hace papiroflexia o con el activista homosexual capaz de morir por su lucha, la señora Underwood nos revela lo central de su personaje: lo que le impresiona de verdad es el valor genuino de los seres humanos, la capacidad para generar su admiración. ¿Consigue su marido Frank hacerlo?


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