La amistad en la tercera edad alivia dolores

La amistad en la "tercera juventud" es más necesaria que nunca. Es más, sabemos incluso que es especialmente beneficiosa para las mujeres llegados los 60 y los 70 años; de ese modo, se evita el aislamiento y aumenta la motivación y la ilusión.
La amistad en la tercera edad alivia dolores
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 16 abril, 2021

La amistad en la tercera edad constituye un pilar indispensable para el bienestar de la persona. En esa etapa de la vida humana los vínculos sociales siguen siendo determinantes; tanto es así que pueden ser tan necesarios como lo son en nuestros años de adolescencia. Compañía, estímulo, complicidad, confidencia, afecto, cercanía… Todo ello son auténticos nutrientes para el adulto mayor.

Para entender la determinación de ese vínculo es bueno que nos detengamos en un hecho. Uno de los mayores problemas que existen con los ancianos es el aislamiento social. Y, tengámoslo claro, la soledad, enferma, encarcela, deprime y apaga la vida. Asimismo, se da otro hecho y no es otro que el de asumir que soledad y vejez van de la mano y es algo que debe asumirse.

A menudo, podemos decirle a la persona mayor que ha perdido a su cónyuge que no le queda otra que aguantar. La visión de que la soledad es una condición que las personas mayores deben asumir es una forma de discriminación y una distorsión cultural que deberíamos corregir. Tener calidad de vida a cualquier edad es un derecho del ser humano y la soledad no deseada no es algo a lo que debamos habituarnos.

Decía Teneesse Williams que la vida es, en buena parte, aquello que hacemos con los amigos que elegimos. Disponer de estas alianzas en nuestra cotidianidad es una forma de dar sentido, impulso y trascendencia a nuestra existencia. Algo esencial a cualquier edad.

amigos mayores felices representado la amistad en la tercera edad

La amistad en la tercera edad es tan poderosa como los fármacos

A medida que maduramos y avanzamos por nuestro ciclo vital, vamos aprendiendo mucho sobre la amistad. No manejamos la misma definición cuando tenemos 20 que cuando tenemos 60. Aprendemos sobre el ser humano, sobre las relaciones y descubrimos también quién merece nuestro afecto y quién es mejor dejar atrás. Nos volvemos más selectivos y sabemos exactamente lo que queremos.

De este modo, algo que define al adulto mayor es llegar a edades avanzadas con una red familiar más limitada o menos accesible. A las pérdidas de los cónyuges se le añade -en ocasiones- el nido vacío, no tener cerca a los hijos, los hermanos, los nietos…  El aislamiento social es esa sombra que se cierne sobre la persona mayor y que solo puede resolverse mediante un modo: las amistades.

Aunque en ocasiones se hable de la importancia de los vecinos o de los servicios sociales que hacen visitas a domicilio, nada de esto es significativo desde un punto de vista emocional. El apoyo asistencial es útil y beneficioso, pero no es trascendente desde ese plano capaz de alentar la ilusión y la esperanza.

La amistad en la tercera edad debe ser valiosa, cercana y significativa para tener un impacto real.

Los lazos de amistad mejoran más la salud mental que los vínculos con parientes

El departamento de gerontología de la Universidad de Carolina descubrió en un estudio que, por término medio, cuando llegamos a la tercera edad las amistades pueden jugar un papel esencial. Lo son porque revierten de manera más intensa en el bienestar psicológico que la compañía de determinados parientes.

Esto tiene su explicación. Bien es cierto que un padre o una madre ama a sus hijos y a sus nietos; sin embargo, no siempre cuenta con ellos en el día a día. Sin embargo, tener a un círculo de amigos implica socializar, salir de casa, tener proyectos a corto y largo plazo, compartir preocupaciones, tristezas, alegrías, confidencias

Todas esas dinámicas de la cotidianidad son las que estimulan el cerebro e inyectan emociones positivas. La amistad en la tercera edad es por tanto un pilar indispensable, casi tanto como el de la propia familia.

La amistad en la tercera edad confiere independencia y ello revierte en el bienestar

Llegar a la tercera “estación de la juventud” en el ciclo vital no significa perder las ganas y las ilusiones. Unas arrugas en el rostro no apagan las ganas por seguir experimentando. La gerontofobia y los prejuicios existentes alrededor del adulto mayor distorsionan la imagen que se puede tener sobre esta etapa de la existencia.

Sin embargo, hay algo que debemos considerar. Muchas personas llegan a sus sesenta o setenta primaveras con varias necesidades sociales insatisfechas, que pueden abocarles al aislamiento, a la insatisfacción existencial y la depresión. Todo ello puede virar por completo si se cuenta con amistades significativas y estimulantes.

En muchos casos, la llegada a esta etapa puede convertirse en un momento en el que disfrutar más que nunca del tiempo. La compañía de otras personas de la misma edad y en la misma situación les puede animar a comenzar nuevos proyectos, logrando en muchos casos cumplir expectativas y vivencias que no se pudieron conquistar en la juventud debido a infinitos factores.

mujeres abrazadas representado la amistad en la tercera edad

Las mujeres disfrutan mucho más de su círculo de amistades

El hecho de que sean las mujeres las que se deleitan mucho más de la amistad en la tercera edad tiene una explicación. Por término medio, la esperanza de vida es mayor en el género femenino. Son ellas las que tienen mayor probabilidad de vivir en soledad. Sin embargo, contar con la cercanía de otras personas, de amistades de su edad, revierte de manera directa en su salud física y psicológica.

La amistad en la adulta de edad avanzada se define por alianzas más cómplices, satisfactorias y necesarias en el día a día. Es un modo fabuloso de frenar el aislamiento y ganar en calidad de vida. Ahora bien, también es necesario que reflexionemos en un aspecto. Nuestra sociedad debe facilitar estas dinámicas.

Necesitamos que la propia comunidad favorezca espacios de unión entre personas de la tercera edad, así como actividades con las que incentivar en ellos la ilusión y las metas a corto y largo plazo. En un futuro en el que la sociedad estará cada vez más envejecida, necesitamos cambios actuales que reviertan en el futuro.


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