La comida, un escape emocional
En un momento de crisis, la alimentación puede verse afectada, hasta el punto de servir en muchos casos como un auténtico escape emocional. Por ello se dice que las emociones no solo se sienten, sino que también se comen.
Profundicemos en este interesante tema a continuación.
Comer es mucho más que saciar el apetito
Comer es algo más que saciar el apetito u obtener nutrientes y energía de los alimentos. De hecho, cuando hacemos la lista de la compra o cocinamos, no siempre tenemos en mente las vitaminas, proteínas y minerales que el cuerpo necesita para estar sano. En realidad, lo que buscamos es elaborar preparaciones que nos resulten sabrosas y que podamos disfrutar tanto en solitario como con nuestros seres queridos.
Por todo lo anterior, comer es –ante todo– un placer, y en esos momentos en los que la ansiedad y el estrés dominan nuestra vida, la comida actúa como una auténtica válvula de escape. Por ello, no es extraño que una persona recurra a un alimento o comida en concreto que le resulte agradable en un momento difícil.
En el cine, a menudo esto se representa mediante la típica imagen de una persona tomando un helado o algo con chocolate. Sin embargo, en la vida real, lo cierto es que estos no son los únicos productos a los que las personas recurren.
En muchos casos, cuando las personas pasan por momentos difíciles, el consumo de esos comestibles poco o nada saludables (pero que tienen un gran poder para canalizar las emociones) aumenta. Dichos comestibles vendrían a ser los clásicos productos de “picoteo”, los refrescos y el alcohol. Por supuesto, eso no quiere decir que todos los casos sean iguales, sino que hay una tendencia que en muchos casos resulta evidente.
En este sentido, así como hay quien no pierde de vista la necesidad de mantener una dieta saludable y equilibrada aún en sus momentos de crisis, también hay quien no consigue mantener del todo una disciplina cuando está pasando por circunstancias difíciles y que le resulta más fácil recurrir a un determinado tipo de comestible para lidiar su malestar.
Para la psicología emocional y la nutrición, resulta muy interesante el hecho de que cuando las personas sufren de estrés o ansiedad, sus hábitos alimenticios varían.
Los alimentos como escape emocional: y tú, ¿qué incluyes en tu lista de la compra?
¿Alguna vez has pensando en los alimentos a los que recurres cuando estás agobiado? ¿Los compras de manera puntual o los sueles incluir en tu lista de compra habitual? ¿Hay alguno al que tiendas a recurrir especialmente, según aquello que te agobie? ¿Cuáles son las licencias que te concedes?
Las licencias en la alimentación para no pensar en lo inquietante
Comer para no pensar es una conducta habitual en las personas que están pasando por momentos difíciles. También lo es seleccionar determinados alimentos que generan bienestar para silenciar determinadas emociones. Este tipo de esquemas comportamentales son los que determinan lo que va a la cesta de la compra.
En momentos difíciles, hay quienes recurren a lo dulce, lo salado, el vino, la cerveza o los carbohidratos para hacerse más llevadera la situación. Entonces, la mente llega a un extraño acuerdo con las emociones: come, disfruta y no te preocupes. No obstante, cuando la comida actúa con frecuencia como escape emocional, hay un problema.
Por término medio, los alimentos que ofrecen serotonina y dopamina tienen un efecto muy corto en el cerebro. Hay una subida y una bajada. No son nutritivos ni saciantes, sino adictivos, con lo cual, los comemos en mayor cantidad y frecuencia algo que, en realidad, no nos aporta un verdadero beneficio.
El consumo de bebidas alcohólicas, golosinas, snacks y el resto de la gama de productos de picoteo resulta perjudicial cuando se pierde la moderación.
Las recetas de la familia, otro escape emocional
Las emociones también se comen, en especial, cuando sufrimos de ansiedad. Ahora bien, cabe señalar otro comportamiento interesante: la búsqueda de lo familiar en el ámbito culinario.
En circunstancias difíciles, muchas personas deciden entretenerse o mejor dicho, “matar” su tiempo en la cocina. El objetivo es preparar esas recetas que la madre, padre o abuelos les preparaban de niños. Esta viene a ser una forma de rescatar emociones positivas y recuerdos, y por consiguiente, una forma de hacer más llevadero el tiempo presente.
Hacer pan (o cualquier otro producto) y subir la foto a las redes sociales
Otra conducta interesante que pueden tener las personas que están pasando por un momento difícil es la hiperactividad. Hay gente que hace deporte de las formas más curiosas e inusitadas, hay quien realiza manualidades, quien estudia y por supuesto, quien cocina para más tarde subir el producto final a sus redes sociales y obtener un like. Más allá de lo que podamos pensar, todas estas acciones suponen un escape emocional.
Elaborar recetas (de cualquier tipo, no solo postres) es una actividad que no solo entretiene y en cierta medida relaja, sino que también puede ayudar a obtener una satisfacción inmediata, por ello, muchas personas se animan a elaborar alguna receta en momentos difíciles.
En la actualidad, ya no solo se obtiene placer en el proceso de elaboración de un plato o postre sino también al momento de compartir el resultado en las redes sociales. El like (‘me gusta’) que se recibe al subir la foto en Instagram, le da al cerebro su dosis de satisfacción y motivación.
Así, parece que obtenemos refuerzos y recompensas por todos los lados: personales, por parte de quienes compartan el hogar y también de quienes están lejos.
Trabajar con las manos siempre es catártico para el cerebro, por ello, en momentos de ansiedad hay quienes recurren a la elaboración de recetas.
Comer, un escape emocional
Comprar comida, prepararla y consumirla actúa como un gran escape emocional durante los momentos difíciles, pero no por ello hay que dejarnos llevar y perder la moderación. Al contrario, podemos disfrutar, pero sin caer en comportamientos nocivos para la salud, como el consumo excesivo de bebidas gaseosas y alcohólicas y también aquellos comestibles que solo suponen una carga calórica y no aportan nada desde el punto de vista nutricional.