La intolerancia aparece cuando no nos ponemos en el lugar del otro

La intolerancia aparece cuando no nos ponemos en el lugar del otro
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Yamila Papa

Última actualización: 03 agosto, 2019

El simple roce, un cruce de miradas o una frase pueden “sacarnos de quicio” dependiendo quién esté enfrente. La intolerancia es un problema muy actual que nos lleva a no soportar tener contacto con otros y que puede empeorar las relaciones.

Existe una línea muy delgada entre la tolerancia y la falta de ella. Parece ser que cada vez somos menos pacientes o amables con los otros, que nos cuesta mucho ponernos en sus lugar y entender que la confrontación no lleva a ninguna parte.

¿Qué grado de intolerancia tienes?

Partiremos de la base de que todos somos o hemos sido intolerantes, ya sea por un mal día o porque la tolerancia no forma parte de nuestro valores. Triste, pero real. Vayamos a las situaciones cotidianas, que es donde podemos analizar nuestro grado de aceptación o negación hacia los otros.

Por ejemplo si vamos por la calle y chocamos con alguien porque va mirando el teléfono, si estamos en el metro al lado de alguien que prácticamente nos estornuda en la cara o si en un restaurante el comensal de enfrente sorbe la sopa ruidosamente… puede crecer en nosotros un cabreo serio.

chica enfadada bajo la lluvia

Pero aún hay más: si un colega de la oficina arrastra los pies al caminar o una compañera pisa fuerte con los tacones, si nuestra pareja o amigo se distrae cuando le estamos contando algo importante o si en el cine te toca un “comentador” de películas al lado… no es raro que empecemos a echar humo por las orejas.

¿Por qué será que estas situaciones sin más trascendencia resaltan nuestra intolerancia? Personas que gritan en el autobús, que hablan con la boca repleta de comida o que escuchan música sin auriculares por la calle no deberían ser un motivo suficiente para que te enfades.

Síntomas de intolerancia

Si habitualmente la ira nace en ti por alguno de los ejemplos que hemos descrito anteriormente tienes que replantearte el motivo de tu frustración. Date cuenta que cuando te enfadas de esta manera, el que sufre dos veces eres tú, una por la “ofensa” percibida y otra porque tienes que soportar tu propio enfado. 

Piensa que no estás solo en este mundo (afortunadamente) y que cada ser a tu alrededor puede hacer lo que quiera mientras no te ataque. Quizás pienses que vale, que lo haga, ¡Pero no molestándome a mí!

Entonces, el segundo paso es conocer por qué te molesta. El hombre del cine solo está intentando buscar un vínculo con alguien que comparte su afición por las películas; la joven que estornuda en el metro lo ha hecho sin darse cuenta y sin intensión de enfermarte; el que sorbe la sopa quizás ha sido enseñado así; la de los tacones piensa que el ruido que hace no es tan alto…

No se trata de que todos estén en tu contra y por ello eligen esas acciones para molestar o perturbar tu tranquilidad. Eres tu el que se altera con ellas porque considera que lo hacen a propósito, que no tienen respeto por quienes los rodean o que entre todos se han puesto de acuerdo para empeorar tu día…. ¡Nada más alejado de la realidad!

Todos tenemos nuestras peculiaridades, manías que en un momento determinado pueden molestar al resto y para las que pedimos comprensión. Lo que pasa es que, al ser nuestras manías, esas a nosotros no nos molestan.

¿Cómo reducir la intolerancia?

De esta manera, la tolerancia no solo es el respeto por la libertad de expresión o la de culto, sino también trata de soportar las peculiaridades de los demás sin que estas nos enfurezcan. La tolerancia trata de el autocontrol, de la paciencia y de la re-educación emocional.

Mujer mirándose al espejo

Por otro lado, el hecho de que vivamos en una sociedad que es cada vez más intolerante, por mucho que haga pancartas a favor de la diversidad, no significa que nosotros nos tengamos que sumar necesariamente a esta corriente de antipatía ante las peculiaridades de lo cotidiano, de las personas de nuestro entorno. Es triste, pero lo cierto es que nadie nos enseña a ser tolerantes.

Esta habilidad poco practicada y entrenada es vista como una debilidad. Es decir que si predicamos la tolerancia nos tildan de “blandos” o de “sumisos”. Por el contrario, el desprecio, la falta de comprensión y el pensar siempre en uno están relacionado con un buen ciudadano.

La práctica contra la intolerancia es fundamental y para poder convertirla en un hábito se requiere de mucha paciencia. Si, justamente esa que tanto nos falta si alguien comete una “falta” cerca nuestro.

Por ello te proponemos que la próxima vez que una persona se siente a tu lado en el metro aunque haya asientos vacíos por doquier, que te envíen un mensaje repleto de faltas de ortografía o fumen cerca tuyo cuentes hasta 10 y no dejes que la ira te gobierne.

Con la mente tranquila podrás comprender que nadie está en tu contra y que no desean arruinar tu día. Simplemente están viviendo su vida.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.