Las caricias también curan

Las caricias también curan
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 10 noviembre, 2019

Hay una parte de nuestro cuerpo que siempre tenemos a la vista, son esas dos inquitas compañeras con las que trabajamos, nos aseamos y con las que nos expresamos. Son las manos, con ellas ejercitamos ese mágico lenguaje con el que comunicarnos y curamos: las caricias.

“Las caricias son tan necesarias para la vida de los sentimientos como las hojas para los árboles. Sin ellas, el amor muere por la raíz.”

-Nathaniel Hawthorne-

El poder curativo de las caricias

Según varios estudios de la “American Journal Psychiatry, las caricias son gestos terapéuticos cargados de significado. Son expresiones que tienen más poder sobre nosotros que cualquier fármaco.

Un abrazo, una mano pasando por nuestro rostro o espalda propicia la liberación oxitocina. Esta hormona es capaz de inducir al cuerpo a un estado de relajamiento. Es, por tanto, una gran defensa contra la tristeza y la depresión.

Estos estímulos positivos que recibimos de nuestros semejantes alcanzan una importancia que todos deberíamos tener en cuenta: determinan nuestra madurez emocional e incluso nuestra evolución como personas.

Manos de abuela recibiendo caricias

La tristeza de no recibir caricias

Pongamos un ejemplo de lo anterior. Existen varios informes sobre niños y niñas sin familia. Pequeños a quienes la desgracia les ha hecho tener que crecer en orfanatos. Lugares donde la pobreza, la escasa atención social y la marginación ha marcado su posterior madurez.

Se trata de niños que dejaban de llorar sencillamente porque perdían la esperanza de ser atendidos. Niños que a veces llegaban a la adolescencia desarrollando una neurosis, sufriendo una desadaptación respecto a su entorno y padeciendo problemas de personalidad.

“El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta el pan: necesita caricias para ser bueno y fuerte.”

-Concepción Arenal-

Todo esto aún toma un peso mayor si lo comparamos con aquellas personas que ha tenido una infancia en la que ha primado el contacto físico y las caricias. El hecho de coger en brazos a los bebés o el contacto piel con piel es imprescindible para su desarrollo emocional y social.

Esto es algo que no podemos olvidar. Y es que los gestos de cariño, tales como los abrazos o el simple contacto de una mano sobre nosotros provocan la liberación y la expresión de sentimientos compartidos. Además, propician la confianza y demuestran no solo afecto, sino también entrega.

Caricias para aliviar el estrés

Perro con los ojos cerrados mientras recibe caricias

El contacto humano tiene un claro efecto tranquilizador. Se trata de un sencillo bálsamo donde nos sentimos integrados y reafirmados. Si una persona no recibe contacto alguno puede entrar en un proceso de tristeza y aislamiento en el que es muy fácil caer en una depresión.

Y esto es aplicable a todas las edades: niños que se sienten abandonados, parejas con escaso contacto físico y afectivo que van perdiendo poco a poco el vínculo hasta llegar al fracaso, ancianos sin estímulos significativos a su alrededor que les aporte cariño o comprensión…

Los ejemplos son múltiples y la base sigue siendo la misma: las personas devenimos en lo que somos gracias al contacto, al afecto, a la compasión y la ternura, al sencillo ejercicio de dar y recibir.

“Sus caricias son sueños, entreabren la muerte, son lunas accesibles, son la vida más alta.”

-Jorge Guillén-

A veces, incluso hasta los animales nos ilustran con sus actitudes. Pensemos en nuestras mascotas, en los perros o nuestros gatos, siempre esperando que lleguemos a casa para buscar nuestra cercanía y sentarse sobre nuestro regazo.

Con su comportamiento, estos amigos nos obligan de alguna forma a pasar la mano sobre ellos, dándonos su sincero cariño sin preguntas o explicaciones. Como si lo más importante en su mundo fuera sencillamente eso: sentirse queridos. Sentir una caricia.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.