Las formas engañosas de argumentar, según Schopenhauer

Las formas engañosas de argumentar de Schopenhauer son un compendio de falacias que se usan con frecuencia. Tienen un gran poder para engañarnos: están diseñadas para que las demos por válidas cuando no las analizamos en profundidad.
Las formas engañosas de argumentar, según Schopenhauer
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 13 octubre, 2021

Las formas engañosas de argumentar han sido percibidas y analizadas desde la antigüedad. Lo que las hace especiales es que son capaces de engañar a nuestro juicio en un análisis de validez superficial; así, podemos llegar a utilizarlas o darlas por válidas sin ser conscientes de que esconden una trampa. Sin embargo, al escudriñarlas se descubre que se trata de falsedades.

Arthur Schopenhauer fue uno de los filósofos que se dio a la tarea de explorar esas formas engañosas de argumentar. Este es el material básico de su obra Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en treinta y ocho estratagemas.

Todas las falacias que cita son interesantes y algunas verdaderamente divertidas. Pretendía aportar fórmulas para no ser derrotado en una discusión; aquí las citamos para que no vuelvan a engañarte. Las que describimos son algunas de las más destacadas en la obra de Schopenhauer.

Los mejores, más variados y duraderos placeres, son los de la mente“.

-Arthur Schopenhauer-

Schopenhauer

Amplificación

Este mecanismo no tiene que ver con extender o ampliar una idea, sino con realzarla. Así, no importa si la idea en cuestión lo merece; de lo que se trata aquí es de poner en marcha una de las formas engañosas de argumentar.

Para ello, la persona que argumenta puede utilizar diferentes recursos, como los cambio de entonación o la reformulación de argumentos para que uno valga por dos.

Homonimia

La homonimia es otra de las formas engañosas de argumentar y consiste en usar una palabra  que cambia de significado según el contexto, aplicando el significado que conviene para consumar el engaño.

Por ejemplo: todo el que grita es un energúmeno; el bombero gritó a la gente durante el incendio; luego el bombero es un energúmeno.

Generalidad y relatividad

En este caso se trata de tomar una afirmación enunciada de manera relativa y aplicarla a todo un conjunto o a todas las circunstancias.

Por ejemplo: hay una diferencia entre “Cada vez hay más corruptos en la administración del poder legislativo” y “Todos los miembros del legislativo son corruptos”.

Prosilogismos, una de las formas engañosas de argumentar

Es una cadena de silogismos en donde uno pueda parecer la consecuencia lógica del otro, aunque no sea necesariamente cierto.

Por ejemplo: Los valientes tienen suerte; los policías son valientes; por lo tanto, los policías tienen suerte; Juan es policía; por lo tanto, Juan tiene suerte.

Premisas falsas

Cuando no es cierta la aseveración de la que se concluye algo. Por ejemplo: Todos los dictadores son demagogos; Pedro es demagogo; luego Pedro es dictador. Este es uno de los errores más comunes en el discurso político.

Petición de principio

Es una forma de razonamiento en la que una afirmación ya tiene implícita la conclusión que debe extraerse de ella.

Por ejemplo: Siempre hago lo correcto; por lo tanto, nunca hago algo incorrecto; por lo tanto, nadie puede acusarme de incorrección.

Pregunta circular

Consiste en inducir al otro a darnos la razón mediante preguntas falaces. Por ejemplo: “Usted dice no creer en Dios, pero ¿no dijo ‘¡Dios mío!’ hace un instante, cuando se puso nervioso?” Da a entender que si invocó a Dios, significa automáticamente que cree en Dios, cuando el contexto es otro.

Irritar al adversario

Tal y como se enuncia, consiste en adoptar actitudes o expresar ideas con el único fin de molestar al adversario, de modo que este pierda el control y así destacar las virtudes propias, en detrimento del “descontrol” ajeno.

Seguro que si hacemos memoria y volvemos sobre los últimos debates electorales, recordaremos a un candidato diciéndole a otro que no se ponga nervioso.

Preguntas poco concatenadas

Tiene que ver con confundir al otro mediante preguntas formuladas en un orden poco lógico. El objetivo es generar confusión.

Es el caso de la película Una rubia muy legal/Legalmente rubia, en la que se pregunta a fondo por un procedimiento estético para concluir que la persona interrogada sí había cometido un crimen.

Argumenta ad hominem

Tiene lugar cuando se pone en tela de juicio un argumento a través de la argucia de desacreditar a quien lo propone.

De este modo, si A afirma B, pero hay algo cuestionable acerca de A, entonces B es cuestionable. En este caso no se hace una valoración lógica del argumento, sino una descalificación de quien lo emite.

Mutatio controversiae

Tiene lugar cuando, en una discusión, uno de los interlocutores se da cuenta de que el otro ha expuesto suficientes argumentos como para demostrar que tiene la razón. Su adversario decide cambiar súbitamente de tema para evitar darle la razón al otro.

Un ejemplo típico tiene lugar cuando alguien prueba que otro ha actuado inadecuadamente y este responde acusándolo de injusto o demasiado severo, o victimizándose.

Chico culpando a chica

Fallacia non causae ut causae

También conocida como “falacia de causa falsa”. Se produce cuando se toma como causa de algo lo que ha ocurrido inmediatamente antes. Tiene dos modalidades:

  • Non Causa Pro Causa. Cuando se mezclan una causa verdadera y una falsa. Por ejemplo: hace tiempo que no visitaba a mi madre. Mi madre enfermó y murió. Mi madre murió de tristeza porque yo no la visitaba.
  • Post Hoc Ergo Propter Hoc. Es propiamente emplear una causa falsa, tomando como esta un acontecimiento recién producido. Por ejemplo: vi un pájaro negro en medio de la calle. Poco después casi fui arrollado por un coche. El pájaro negro era la muerte que me acechaba.

Exemplum in contrarium

Consiste en oponer un caso particular para invalidar una conclusión general, cuando el primero no tiene la validez para refutar el segundo. Por ejemplo, alguien dice que hay una enfermedad que contagia a muchas personas; otro le contesta que no conoce a nadie que haya sido contagiado, luego la enfermedad no existe.

Como se ve, todas estas formas engañosas de argumentar son trampas en las que cualquiera puede caer fácilmente. También son ardides que fácilmente se tienden. Como juego intelectual tienen cierta validez, pero no vale la pena emplearlas para satisfacer un deseo infantil de tener la razón.


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  • Schopenhauer, A. (1996). El arte de tener razón: Expuesto en 38 estratagemas (Vol. 208). Edaf.

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