Los hijos también pueden ser tóxicos

Los hijos también pueden ser tóxicos
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 07 junio, 2019

Los pequeños de la casa a veces son rebeldes y cuesta mucho trabajo hacer que se adapten y respeten las normas. No obstante, en ocasiones los hijos provocan serios problemas a sus padres, que se ven desbordados y superados por las conductas que presentan. Cuando la relación entre padres e hijos se ve deteriorada tal vez estemos delante de hijos tóxicos, también conocidos como tiranos.

El hogar se convierte, entonces, en un entorno hostil en el que los padres ya sudan la gota gorda tan solo con traspasar el umbral de la puerta. Saben que tras ella habrá un hijo exigente, tirano, hostil y que intentará someterlos para que hagan lo que el quiere. Pero, cuanto más se intentan imponer los padres, más a la defensiva se pone el hijo.

“Un hijo sin límites termina convirtiéndose en un tirano”

Hijos tóxicos, ¿cómo reconocerlos?

Es necesario no confundir aquellos hijos tóxicos de aquellos que mantienen conductas propias de su edad y fruto de una rebeldía totalmente natural. Para ello, hay algunas características que, si se asoman, hay que cortarlas de raíz, pues los límites son muy necesarios para evitar que los hijos se conviertan en verdaderos tiranos. En este sentido, hay límites flexibles y dicha flexibilidad siempre tiene que tener un punto en el que aparezca la rigidez.

Una de las primeras actitudes a la que tenemos que poner límites son a las desafiantes, aquellas que retan a los padres a que entren en un juego de agresividad y hostilidad constantes. La violación de las normas, el no cumplimiento de los castigos ni de los deberes, son señales de alerta a tener en cuenta.

También, es necesario abrir los ojos ante cualquier señal de querer mandar u ordenar a alguno de los progenitores. El hecho de que se les deje decidir a qué hora comer o cuándo ver la televisión porque si no, montarán en cólera o romperán es algo que no se debe permitir desde que aparezca la primera insinuación de este tipo de conducta.. Otras señales de alerta que no debemos pasar por alto son las actitudes caprichosas, la falta de empatía hacia los demás, la baja tolerancia a la frustración que muestran y la tendencia a intentar manipular para conseguir sus objetivos.

Si tienes que sobornar a tu hijo para que haga algo, lo estás malcriando.

Los hijos tóxicos son fruto de una crianza deficiente en la que se les ha malcriado. No poniendo límites, cayendo en sus chantajes y permitiéndoles ostentar un poder que por edad y madurez no les correspondía. Los padres tiene el poder y los hijos pretenden hacerse con él, ganar en independencia, y esta es una tensión en la que muchos padres fracasan porque se sienten incapaces de sostenerla. Entonces ceden y la tarea pasa de difícil a muy complicada, de necesitar un Kg de energía a demandar una tonelada.

Muchas veces los padres son los causantes

En la mayoría de las ocasiones son los padres los causantes de esta toxicidad presente en sus hijos, por duro que suene. Debido a malcriarlos sobreprotegiéndolos, no poniéndoles límites, creyéndose sus amigos y no pasando tiempo de calidad con ellos el resultado es devastador.

Sin embargo, todo esto tiene solución. Una solución más complicada que antes, que va demandar una mayor inteligencia y en muchos casos ayuda de un profesional competente que ayude a los padres a rehacer esos límites y les facilite estrategias para imponerlos. Unos límites adaptados a la situación, al nivel de madurez del niño y dirigidos en principio hacia conductas concretas.

Así, se empezarán a poner límites claros y coherentes que no podrán ser cuestionados ni sobrepasados. Es importante no intentar que estos se cumplan a base de premios, pero que sí se refuerce su cumplimiento con el reconocimiento social, por ejemplo.

Hacerlo con premios u ofreciendo recompensas podría abrir una nueva forma de manipulación por parte del adolescente, que solo respetaría los límites cuando hubiera una promesa previa de botín. Tienen que aprender que no siempre tiene que haber una motivación extrínseca para las conductas, que en muchas ocasiones el beneficio de ellas está en poder realizarlas. Como ayudar a alguien y que se sienta útil; un beneficio que, por otro lado, será muy difícil que intuyan, por lo que lo ideal es que lo experimenten.

Sin ninguna duda, será imprescindible centrarse en lo positivo y mejorar la comunicación con ellos. Así podremos saber el origen de la actitud que tienen. A lo mejor se sienten dolidos porque estamos demasiado ausentes y su manera de comportarse es su forma de castigar nuestra ausencia. Comuniquémonos con ellos y entendámoslos… que entender no tiene nada que ver con ser unos padres permisivos.

“No soy malo. Escúchame y verás que detrás de mi mal comportamiento hay una necesidad”.

-Anónimo-.

Lo importante en el momento de lidiar con hijos tóxicos es no perder el control. Debido a nuestras responsabilidades y nuestras preocupaciones pasamos por alto las necesidades de los niños que claman cariño, afecto y tiempo de calidad. Cuando se portan mal para llamar la atención o como consecuencia de una crianza deficiente, ¿qué hacemos? Los castigamos aún más con riñas, recriminaciones y frases, o nos vamos al otro extremo y reforzamos esa conducta, dándoles en ese momento puntual lo que demandan.

Con paciencia, amor y no evitando los retos, fascinantes al mismo tiempo, que nos demanda la educación de un niño estaremos en disposición de alejar esa toxicidad de la que se contagian muchos niños cuando tienen más poder de que les corresponde. Ellos van a quererlo y nuestra tarea es mantenerlo, por muy cansados que lleguemos del trabajo o por muy pocas ganas que tengamos de soportar una rabieta. Es en el sino de estas primeras luchas donde se empezará a configurar el destino de las discusiones que tengamos con ellos cuando entren en la adolescencia.

Imágenes cortesía de Nicoletta Ceccoli


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