Los pájaros: desencadenando la ornitofobia

Los pájaros es uno de los grandes clásicos del terror. Una película que logrará que hasta el mayor amante de las aves pueda desencadenar ornitofobia, un filme que nos pone en la tesitura de lo racional vs. lo irracional.
Los pájaros: desencadenando la ornitofobia
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 10 octubre, 2022

Tres años después de conocer el éxito de la mano de Psicosis, Hitchcock nos brindaba un largometraje que dejó desconcertado a público y crítica. Una película que recibió críticas tanto negativas como positivas por la ruptura que suponía con todo lo anterior. El cineasta, con Los pájaros, abrazaba un género que, pese a nadar en el suspense, poco o nada tenía que ver con sus primeras películas: el fantástico.

Los pájaros marcó un antes y un después en el mundo del cine, regalándonos momentos icónicos. La película arranca en tono cómico y nos introduce a Mitch y a Melanie, dos jóvenes que se conocen en una pajarería. Todo parece transcurrir con normalidad, y la joven Melanie decide abandonar San Francisco para intentar conquistar a Mitch en un pueblo llamado Bodega Bay.

A partir de este momento, deseo y terror parecen ir de la mano y configuran la peor de las pesadillas. En un escenario cuasi apocalíptico, se desencadena lo irracional y el peor de los miedos para todo aquel que padezca de ornitofobia. En este artículo, descubriremos algunas de las claves de una de las películas más icónicas del terror cotidiano.

Los orígenes

Hitchcock ya había conocido el éxito de la mano de obras de Daphne du Maurier con Rebecca (Hitchcock, 1940) y Jamaica Inn (Hitchcock, 1939). Sendas películas le habían reportado un gran éxito y los halagos de público y crítica. Con Los pájaros, se decidió a adaptar, una vez más, una novela de la escritora británica.

Sin embargo, en esta ocasión, el cineasta se sumergía en una forma de terror que no había explorado: el fantástico. Hitchcock ha pasado a la historia como el maestro del suspense y, en la actualidad, todos lo recordamos por filmes en los que el crimen y la maldad humana configuran el lado más oscuro del ser humano. Pero con Los p ájaros se adentró en una vía todavía por explorar tanto en lo técnico como en lo narrativo.

Los pájaros planteaba una serie de innovaciones y efectos especiales que, en aquel entonces, suponían todo un reto. Hoy en día, cuando vemos la película, no nos cuesta identificar a unos pájaros totalmente artificiales, pero lo importante no es ver el filme desde la perspectiva actual, sino contextualizarlo.

Igualmente, cabe destacar el uso del sonido, especialmente, teniendo en cuenta que el maestro del suspense solía afirmar que si una película era buena, podía ser vista sin sonido. A pesar de esta afirmación, en Los pájaros decidió innovar y apoyarse enormemente en los efectos de sonido y en la ausencia del mismo.

Así, nos encontramos ante escenas totalmente agobiantes marcadas por el ensordecedor sonido de las aves y otras en las que, ante un evento trágico como el descubrimiento de un cadáver, el silencio se adueña de la escena ahogando gritos de terror.

Al mismo tiempo, se exploran temas como el deseo o la relación madre hijo que ya habíamos visto con anterioridad en filmes como Psicosis. La innovación planteada logró dividir a la crítica y muchos consideraron que el largometraje no estaba a la altura, aunque el tiempo ha terminado por quitarles la razón y demostrar que, una vez más, el terror se encuentra en lo cotidiano.

Metáforas en Los pájaros

Hitchcock es uno de los cineastas que más ha jugado con la metáfora e incluso con el psicoanálisis. De alguna manera, le gusta jugar con nuestra percepción y construir imágenes cargadas de simbolismo que guardan una relación de semejanza con lo que verdaderamente se quiere expresar.

Así, en Los pájaros, nos presenta un terror cotidiano que comienza enjaulando pájaros, pero termina enjaulando humanos. Lo interesante es que la historia se nos presenta en una pajarería, un lugar en el que los pájaros se encuentran cautivos y los humanos hacen con ellos lo que desean, pero progresivamente nos va mostrando cómo son ahora los humanos quienes se esconden de las aves, quienes deben permanecer encerrados por miedo a un ataque.

Además, los agapornis adquiridos por Melanie para la hermana de Mitch hacen acto de presencia a lo largo de todo el filme y, de hecho, el ataque de los pájaros parece estar vinculado con la presencia de las dos pequeñas aves enjauladas. ¿Se trata, por tanto, de una venganza divina? ¿De una venganza de las aves a los humanos por la esclavitud a la que se ven sometidas?

Melanie y Mitch comienzan su diálogo hablando de pájaros enjaulados mientras están en una pajarería y lo interesante es que, conforme avanza la película, parece que los roles se intercambian y serán los dos humanos los que mantengan una conversación similar en medio del encierro.

Como si la pareja de agapornis materializara la conversación que podían haber mantenido en la pajarería: dos seres enjaulados, sin libertad por culpa de un ser “superior” que los tiene atemorizados y torturados.

La idea del humano encerrado por los pájaros parte de cierta clave de comedia para ahondar sus raíces en el terror, pero en un terror cotidiano, pues no es algo sobrenatural -aunque sí fantástico-, ya que no resulta descabellado como venganza por parte de las aves.

De hecho, en una de las escenas más interesantes, la anciana experta en aves le explica a Melanie que los hechos narrados son imposibles y que, seguramente, ha debido molestar a los pájaros para que ellos actúen así. Todo ello nos lleva a pensar que, quizás, adquirir dos agapornis enjaulados y contribuir al cautiverio de las aves no ha traído más que consecuencias negativas.

Igualmente, la metáfora va más allá de los barrotes y se puede aplicar a los propios personajes. Así, vemos un claro ejemplo del miedo al nido vacío en la madre de Mitch, que parece temer que su hijo sea feliz lejos del hogar. Pero también vemos ciertas connotaciones vinculadas con el deseo femenino en Melanie.

Melanie aparece encerrada rodeada de pájaros enjaulados hasta que conoce a Mitch, como si su deseo hubiese permanecido atrapado hasta acercarse a un detonante que la hará salir de su zona de confort para buscar a su amado.

Melanie, como los pájaros, deberá dejar a un lado el territorio conocido y enfrentarse a nuevas amenazas, pues contrasta enormemente con el pueblo de Bodega Bay y pronto descubrirá que no es la única interesada en Mitch. Además, la pareja de pájaros enjaulados representa, a su vez, una alegoría de la pareja.

Muchos pájaros

El suspense y el terror cotidiano

No hay maldad humana, pero atrapamos pájaros en jaulas para nuestro propio disfrute. Los pájaros parece decirnos que nuestros actos y nuestros deseos tienen consecuencias terribles. No es aleatorio el hecho de introducir a estas pequeñas aves desde el comienzo para ir en progresión desde un pequeño ataque hasta ataques masivos por aves más grandes.

Asimismo, vemos claramente un ataque hacia la inocencia, una destrucción de la misma que se materializa cuando los pájaros atacan el colegio.

Hitchcock, como buen maestro del suspense, nos brinda esta progresión y logra dosificar el terror. En esta ocasión, se aleja de la explicación racional y nos pone en una tesitura fantástica.

Como apuntaba Todorov, lo fantástico reside entre la dicotomía de la explicación racional frente a la irracional y así lo vemos cuando los personajes discuten en un bar acerca de la naturaleza de los ataques. Mientras unos lo tachan de apocalíptico, otros se empeñan en buscar la lógica y en hacernos entender que algo les hemos tenido que hacer a los pájaros para que actúen así.

Poco a poco, ambas explicaciones se confunden generando extrañeza en el espectador, de un ataque aislado pasamos a uno en masa y de una explicación lógica a una sobrenatural.

Hitchcock nos plantea una serie de teorías abiertas que se verbalizan en la mitad del metraje, de esta manera, el espectador puede optar por una u otra vía o incluso por ambas. El fin del mundo parece estar más cerca de lo que parece, pero no sabemos si lo hemos desencadenado los humanos o se trata de un hecho maravilloso.

Una de las cosas más interesantes es que, en la época, todos los filmes cerraban con su clásico cartel de The End; sin embargo, Los pájaros omite esta información para brindarnos un final todavía más abierto y que, por tanto, sea el espectador quien decida con qué versión o cierre decide quedarse. Esta tradición bien definida por Hitchcock marcó una época, pero también ha inspirado a cineastas posteriores como Shyamalan, pues no son pocas las similitudes con Señales (2002) o El incidente (2014).

Lo interesante es cómo de algo cotidiano, como unos agapornis o una pajarería, pasamos a lo siniestro. Lo siniestro ha terminado por inundar lo cotidiano y nos invita a sentir extrañeza frente a lo que vemos. Una extrañeza que se basa en la dicotomía entre lo real y lo irracional y que hará las delicias del amante de lo extraño y las pesadillas de todo aquel que padezca ornitofobia. Y es que nunca unas plumas habían sido tan aterradoras. El cine, una vez más, es capaz de despertar infinidad de emociones.


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