Yo no puedo callar cuando el corazón me da gritos

Yo no puedo callar cuando el corazón me da gritos
Rafa Aragón

Escrito y verificado por el psicólogo Rafa Aragón.

Última actualización: 06 octubre, 2015

Un corazón desatendido, es un corazón rebosante de angustia, que nos resulta imposible de amordazar y hacer callar. Cuanto más se le reprime más fuerza recobra para hacerse escuchar. Así es el amor, una fuerza incesante que no pasa para nada desapercibida. Se apodera de nosotros y pone en serias complicaciones a nuestra razón.

El diálogo interno se vuelve constante, mediante un vaivén de sensaciones, altibajos y contradicciones que no somos capaces de controlar, ni por supuesto, entender… ¿Has intentado alguna vez ir en contra de lo que sientes, por hacerle caso a tu razón? Si alguna vez lo has intentado sabrás que no resulta nada fácil. Supone una lucha donde no hay vencedor, solo puedes quedar malherido.

Mujer con flecha en el corazón

Una gran parte de mí se ha quedado contigo

Cuando van pasando los días, y nos vamos dando cuenta de que nos falta algo, experimentamos un gran vacío, y no importa lo acompañados que estemos, y el apoyo que tengamos. La soledad se presenta igualmente. Porque sentir la soledad tiene que ver más bien con no poder estar con la persona que amas; con la que en ese momento desearías compartir todo lo que vives

Transcurre el tiempo y nada es capaz de llenar ese hondo vacío; te das cuenta que una parte de ti se alejó, dejando una herida emocional instalada en el sentimiento. La vida no brilla igual, las motivaciones pierden intensidad, todo queda sin sentido; se han marchitado mis ilusiones.

Al sentir que me he quedado solo con este sentimiento, abandonado, malherido; con mis sueños incompletos. La desesperanza me atormenta y me estalla en el pecho.

Desconectar no es la solución

En la situación trágica en la que se presenta un desamor, un abandono o una pérdida significativa, se tiende como protección a no profundizar. Nos desconectamos para no sufrir, nos alejamos emocionalmente tanto de nosotros mismos como de las personas que nos rodean.

Esta desconexión puede resultar necesaria en algunos periodos de tiempo, cuando estamos pasando por una situación difícil de afrontar por nosotros mismos. Al no sentirnos preparados para vivirla, ni vernos con los recursos suficientes; la mejor solución momentánea es el distanciamiento emocional. Evitando así todo sufrimiento y pérdida de la cordura.

Vivir así tiene sus consecuencias, y por ello no nos podemos permitir permanecer en este estado, puesto que nos perdemos a nosotros mismos junto a nuestra identidad. La vida se vuelve rutinaria y en automático, sin intensidad; sin que nos lleguemos a permitir sentir el amor y la pasión por vivir.

Perdernos no es la solución, por eso tenemos que reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestros miedos y con la tristeza que tenemos arraigada y no nos hemos atrevido a gestionar. La herida sigue estando ahí aunque no la atendamos. Requiere de mucha valentía decidirse, ponerse cara a cara frente al dolor, escucharlo y atenderlo. Es la única forma de recuperar nuestra fluidez y nuestra energía vital.

Niña llorando

Los gritos de la nostalgia

Existe una necesidad muy grande de fusión, y una falta de cariño, que nos hace extremadamente frágiles. Sentimos la debilidad en nuestro tono vital y una sensación de ahogo que nos acompaña en nuestro día a día, dejándonos agotados y cabizbajos ante cualquier circunstancia.

El amante insatisfecho por la no correspondencia de su amor, es capaz de sentir una nostalgia que, fácilmente puede transmitir a través de sus ojos, de su lenguaje y su postura corporal

Todo lo que se emprende supone un gran esfuerzo. El recuerdo y la fantasía de la persona amada nos sigue a cada paso, acompañándonos en nuestra amargura a cada instante. No nos queda más remedio que soltar toda esa amargura, liberando la tristeza, decidir abandonar toda esperanza, para volver a la cruda realidad. Con el paso del tiempo la aceptación se irá haciendo más fuerte.

Los gritos que antes resultaban ensordecedores van perdiendo su fuerza; al escucharlos, al atenderlos, al dejarlos manifestarse. Se van silenciando y nos vamos encontrando en paz con aquel sentimiento de amor que habrá dejado una huella para siempre en nosotros. Habremos así, fluido con el corazón y no luchado contra él.

Imágenes cortesía de Benjamin Lacombe


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.