Old: el tiempo es relativo

Old nos plantea una reflexión sobre el paso del tiempo que genera cierta incomodidad y desesperanza en el espectador.
Old: el tiempo es relativo
Leah Padalino

Escrito y verificado por la crítica de cine Leah Padalino.

Última actualización: 10 octubre, 2022

Shyamalan es un cineasta que suele desatar la polémica: lo amas o lo odias. Sobrevalorado para unos, visionario para otros; lo cierto es que no deja indiferente a nadie. Old es uno de sus largometrajes en clave de thriller fantástico que, una vez más, ha dividido a público y crítica.

Old nos traslada a un enclave paradisíaco en el que varias familias se disponen a pasar unas agradables vacaciones. Tras llegar al hotel, un grupo de personajes será conducido a una playa secreta y privilegiada que terminará por convertirse en una cárcel natural, una prisión en la que el tiempo va más deprisa de lo normal.

Pronto, los personajes se darán cuenta de que los une algo más que haber elegido el mismo destino vacacional, y es que todos ellos padecen alguna enfermedad. El tiempo se acelera y las consecuencias de sus patologías serán cada vez más evidentes.

Sin poder escapar, los personajes tratarán de sobrevivir y buscar una salida a la prisión de la vejez, sabiendo que en cuestión de minutos sus vidas podrían llegar a su fin.

La película se ha estrenado en España con el título Tiempo, mientras en Latinoamérica se ha optado por una traducción más literal: Viejos. Por ello, con el fin de evitar confusiones, me dirijo al filme utilizando su título original en inglés: Old.

La cámara, la gran protagonista

Tal vez, el gran error de Shyamalan fue darse a conocer al gran público con una película tan aplaudida como El Sexto Sentido (1999). Dejó el listón tan alto que parece que todos sus trabajos posteriores van a vivir a la sombra de un gran árbol. De alguna manera, pese a su éxito, parece que cavó su propia tumba y nada podrá superar el filme protagonizado por Bruce Willis y un pequeño Haley Joel Osment que “en ocasiones, veía muertos”.

Si algo no podemos discutirle a Shyamalan es su gran habilidad como narrador. Puede que a muchos les resulte desconcertante o incluso un ejercicio un tanto narcisista.

En Old, destaca la habilidad del cineasta para mostrar y ocultar a su antojo la información fundamental. Old se convertirá en un ejercicio por imaginar, por ver más allá de los límites del campo. Y es que no hay nada más aterrador que nuestra propia imaginación.

Pese a estar en un entorno idílico y al aire libre, Shyamalan se empeña en mostrarnos escenas claustrofóbicas y lo hace asfixiando a los personajes, acorralándolos con su cámara en primerísimos planos quebrados que resultan muy incómodos.

Aunque conduce nuestra mirada de forma inteligente, es cierto que en ocasiones se olvida de aprovechar un poco más a sus actores y se apoya demasiado en una cámara con afán de protagonismo.

En un tiempo en el que el terror quiere enseñar, mostrar vísceras y sangre, Old nos anticipa el momento gore, pero se aleja de él para que sea la imaginación del espectador la que reconstruya lo que ocurre fuera de campo.

Con elegancia, la cámara se mueve a través de los personajes, cambiando el punto de vista, jugando con nosotros y engañándonos de manera constante, del mismo modo en que los personajes han acudido engañados a una bellísima trampa mortal. Tenemos la sensación de que alguien observa desde lo alto, pero nunca llegamos a ver más allá de las rocas que encierran la playa.

La naturaleza se torna, de pronto, tremendamente hostil. Las rocas parecen estar magnetizadas e impedir a los personajes volver atrás; el mar parece ser la única salida, anunciándose al mismo tiempo como una trampa mortal.

Lo siniestro se palpa en el ambiente, envuelve lo cotidiano y tiñe de violencia unas vacaciones inicialmente idílicas. Lo más aterrador es, a su vez, la verdad más triste: el tiempo pasa para todos.

De lo fantástico a lo racional

Old se mueve en un plano real y conocido, sin embargo, nos resultará extraño. Los personajes pertenecen al mismo mundo que el espectador y conocen las leyes naturales, pero al cruzar el umbral acceden a un mundo extraño en el que estas leyes parecen funcionar de forma distinta y su envejecimiento se ve acelerado a pasos agigantados.

Muerte, enfermedad y desesperación los atrapan en una playa que bien podría ser una isla, una prisión.

¿Cómo mostrar esta naturaleza alterada? Shyamalan se vale de varios trucos cinematográficos para utilizar un entorno conocido y convertirlo en insólito y siniestro. Nada es casualidad en Old, ni el sonido, ni los planos ni los movimientos de la cámara.

Esa naturaleza hostil se palpa desde los primeros pasos de los personajes entre las rocas, recordándonos a las hazañas de los primeros libros de viaje que describían mundos mágicos plagados de sirenas y seres extraordinarios, pero también a películas como Picnic en Hanging Rock (Weir, 1975), en la que lo mágico nunca hace acto de presencia y son propia naturaleza y el fuera de campo los encargados de envolvernos en una atmósfera mística y aterradora.

Igualmente, esta prisión natural nos invita a pensar en animales enjaulados. En todo momento, los personajes se sienten observados desde arriba, una sensación que la cámara se encarga de acentuar. Incluso la bienvenida en el hotel resulta un tanto insólita y demasiado idílica para ser cierta, el espectador en todo momento sospecha que algo extraño ocurre en ese lugar.

Es más que evidente la devoción de Shyamalan por Hitchcock y Steven Spielberg. Se inspira en el primero a la hora de dosificar el suspense y no nos costará demasiado encontrar escenas que evocan el paraíso artificial -a la par que peligroso- de Jurassic Park (Spielberg, 1993) o el terror veraniego y cotidiano de Tiburón (Spielberg, 1975).

Esa naturaleza hostil, en realidad, esconde un debate mucho más interesante y es que el paso del tiempo de la playa no es solo cosa del azar. El espectador, en todo momento, es consciente de que los personajes han sido llevados allí deliberadamente y con un propósito.

Shyamalan nos oculta las verdaderas intenciones del complejo turístico, pero nos ha dejado algunas pistas a lo largo del filme -a veces con demasiada explicación- que nos llevan a plantearnos cuestiones de debate ético y científico similares a las que vimos en la saga Jurassic Park.

Hombre asustado en la playa

Old: aprovecha cada instante

Si hay un mensaje latente en Old no es otro que el de aprovechar el momento. La vida es breve y efímera y si algo es cierto desde que nacemos es que, en algún momento, vamos a morir.

Shyamalan utiliza el misterio y lo fantástico para hacernos tomar conciencia de algo tan simple como la brevedad de nuestra vida y, por tanto, de nada sirve discutir o no enfrentar los conflictos que se nos plantean a diario.

Si hay un nexo de unión en todo su cine es que todas sus películas terminan por ahondar en los problemas derivados de la falta de comunicación, ya sea en una pareja, entre amigos o incluso la no aceptación y verbalización del trauma.

El miedo a la muerte es universal: sabemos que nuestro paso por la tierra es momentáneo y en algún momento dejaremos de existir. La familia protagonista -y en realidad todos los personajes- presentan conflictos internos vinculados a que no le conceden espacio al problema en sus diálogos.

Vemos a un matrimonio que no ha comunicado a sus hijos que su madre está enferma; a un hombre que, pese a ser consciente de la infidelidad de su esposa, se niega a hablar sobre ello; a una mujer totalmente obsesionada con su apariencia física, etc.

En definitiva, una radiografía extrema de muchas sociedades contemporáneas. Una serie de personajes que, ante el terror, terminarán por verbalizar sus preocupaciones y deseos y, de alguna manera, en la prisión de la playa, terminarán por liberarse de sus fantasmas y pesadillas.

Si algo podemos echarle en cara al cineasta, además de no terminar de exprimir a sus actores, es cierta inverosimilitud -nadie va a creerse lo del cuaderno-. Pero estamos en un universo fantástico y la mayoría de espectadores no vamos a sufrir demasiado esta licencia.

Aunque quizás, contar con más margen para la interpretación, sin tanta explicación habría sido un acierto; sin embargo, el propio Shyamalan se encarga de recordarnos que esta es su película, que él está presente en todo momento y nos mira a través de su objetivo, imitando, como de costumbre, a su referente Hitchcock.

El tiempo es relativo y no importa lo rápido o lento que pase. No importa si la vida dura 100 años o 2 días, lo importante es no dejar cabos sueltos y superar los obstáculos que traban o empobrecen la comunicación. Un ejercicio de valentía que hemos visto una y otra vez en el cine de Shyamalan desde perspectivas muy distintas.

 


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