El poder de la palabra

El poder de la palabra
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 14 enero, 2022

El poder de la palabra es tremendo. Aunque muchas personas digan que una imagen puede valer más, y en ciertos casos es verdad, no hay que olvidar que cuanto sale de nuestra boca tiene un valor. Así, lo más pequeño e insignificante puede hacer un gran daño, dependiendo cuáles sean las circunstancias de la comunicación.

En numerosas ocasiones se oye el célebre dicho de que “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, una palabra puede contener en sí misma un poder enorme y, acompañada de más palabras, puede llegar a ser incluso demoledora.

“Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas.”

-Buda-

Vamos a ver cómo se puede utilizar el poder de la palabra para que se ponga de nuestro lado, para hacer daño o simplemente conseguir algo de nuestro interlocutor, aunque sea hacerle feliz.

El poder de la palabra: palabras que hieren

Mujer dirigiendo la palabra a otra

La fuerza de las palabras es tal, que no son necesarias demasiadas para causar una profunda alegría o una honda tristeza. Muchas veces basta una frase que valide una emoción que sentimos o un párrafo corto que ataque nuestro punto más débil.

¿Quién no tiene un amigo tóxico o manipulador que sabe cómo usar la palabra para sacar de nosotros cuanto quiere, aunque nosotros no lo deseemos? ¿A quién no le han dicho nunca palabras llenas de ira, resentimiento, dolor, rechazo o tristeza?

Nos guste o no, la palabra es la forma más usada por los humanos para el acto de la comunicación. Además, es un intercambio que deja huella. ¿Quién de nosotros no recuerda alguna de esas frases que le ha causado un gran dolor o le ha alegrado el día?

El poder de la palabra: palabras de amor

No obstante, no solo el poder de la palabra es grande cuando pretende herir. También sirve para describir sentimientos como el placer, la bondad, el amor o el agradecimiento. De hecho, hemos sido capaces de crear algunas de las palabras más bonitas del mundo para hablar de aquello que nos agrada: belleza, amistad, solidaridad o los encantos que nos rodean.

¿Qué sería del amor sin la palabra? ¿Hay algo más bello que decirle a la persona a la que quieres todo cuanto sientes por ella, y que sepa lo mucho que significa en tu vida?

Es evidente que el poder de la palabra es enorme para hablar con otras personas de todo cuanto es bueno y bello en nuestra vida, este es probablemente uno de los mejores usos que tiene.

El poder de la palabra: palabras vacías

Hay personas capaces de hablar sin decir nada. Por ejemplo, a los jóvenes que apuntan maneras en este tipo de discursos, se les suele hacer un comentario muy revelador: “tú vas para político”. Así se les reconoce la capacidad de estar hablando durante un periodo considerable de tiempo sin que se pueda extraer de sus palabras una conclusión clara.

Cuando estas personas ostentan un cargo de responsabilidad, en el ciudadano crean una mezcla de rabia y tristeza e impotencia. Rabia porque el representante público tiene el deber de darle sentido a la comunicación que hace de sus acciones y propuestas. Tristeza porque se siente parte de la sociedad que le ha puesto en el cargo. E impotencia porque, a pesar de hacer esfuerzos, no consigue engancharse al canal de comunicación.

“Las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una.”

Francisco de Quevedo

El poder de la palabra: lo que nos decimos a nosotros mismos

Otro aspecto importante que debemos tener en cuenta es el dialogo interno. En este sentido, también debemos cuidar de esas palabras que nos decimos, pues terminan ejerciendo un poder sobre nosotros mismos.

Cuando hablamos con nosotros mismos elegimos unas palabras determinadas y no otras, y nos decimos una serie de cosas concretas. En este caso, no solemos reconocer la importancia de las palabras y el efecto que su uso puede generar en nosotros.

Las palabras que utilicemos al pensar pueden tener un efecto poderoso en nuestras emociones, nuestro estado de ánimo, y la forma en cómo concebimos al mundo. Por tanto, es importante elegirlas con cuidado.

Por ejemplo, cuando digo “soy vago para estudiar”, o “nunca voy a llegar al peso que quiero” no estoy describiendo una situación, sino declarando una condena y generando mi realidad en base a esta afirmación.

Cuando hablamos de lo que somos o planteamos afirmaciones absolutistas como “nunca” o “siempre”, hacemos referencia a un producto acabado y, siendo consciente o no, estamos predisponiendo a nuestra mente para continuar actuando de la misma manera.

Es por ello que recalcamos la importancia de decirnos palabras bonitas y amorosas. Pues, si no los hacemos, nadie más lo hará. Quizá hemos aprendido a dedicarles estas palabras a los demás, pero ¿Qué pasa con nosotros?

Es muy común que no sepamos darnos el valor que merecemos, nos ponemos en un segundo lugar y vamos socavando nuestra autoestima. Es entonces cuando los “soy incapaz” o “no puedo” se hacen eco en nuestra vida y se convierten en una realidad.

El poder de la palabra: palabras que mienten

Hombre hablando mostrando el poder de la palabra vacía

Por último, me gustaría referirme al poder de la palabra por su enorme capacidad para trasmitir mentiras, tratando de captar la atención del interlocutor para decirle algo que en realidad no es cierto. Aunque nunca nadie lo haya dicho de manera explicita, somos conscientes de que las mentiras tienen un cómplice mucho más fiel en el lenguaje escrito o hablado que, por ejemplo, en la mímica.

Es una pena que la riqueza lingüística con la que contamos se utilice en ocasiones para insultar, mentir, discriminar o falsear la realidad, pues ninguna palabra de este planeta merece una utilización tal.

La palabra tiene un enorme poder. La palabra puede ser fuente de belleza, de poesía, de creación, de amor, de vida, de alimento para el alma, de positivismo… Pero, como todo en este mundo, hay un lado oscuro que la retuerce y la oprime, la grita y la estrangula.

Por desgracia, cada día parecen haber más voces que intentan que su mensaje quede por encima del resto, elevando el tono o la gravedad de las acciones con las que intentan respaldarlo. Atacando a los demás, pensando que la validez de su mensaje les confiere el resguardo moral necesario para sesgar las vidas de quienes se oponen o permanecen indiferente al mismo.

La responsabilidad con la que ejerzamos y disfrutemos del poder de la palabra es nuestra. Utilizarla para crear construir, compartir, acariciar o abrazar en vez de para agredir, atacar o destruir, en el fondo, es nuestra decisión. Tanto practicarlo como censurarlo.


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