Privacidad mental y neuroderechos: ¿en qué consiste?

¿Qué pasaría si en un futuro próximo los ciberdelincuentes tuvieran acceso a nuestros pensamientos y emociones? Es momento de hablar sobre cómo legislar nuestros neuroderechos.
Privacidad mental y neuroderechos: ¿en qué consiste?
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 05 noviembre, 2021

En un futuro no muy lejano, todos dispondremos de nuestros neuroderechos y la privacidad mental será un principio indiscutible. El objetivo no será otro que el de salvaguardar nuestra identidad mental y cerebral, es decir, el derecho a que nadie tenga acceso o manipule nuestros pensamientos, emociones, recuerdos, etc.

El tema suena a ciencia-ficción, al guion de cualquier película de Christopher Nolan o Steven Spielberg. Sin embargo, esto que ahora mismo nos parece imposible ya está sucediendo de un modo muy sutil. Para entenderlo, tomemos conciencia de algo que sucede a diario en muchas de nuestras aplicaciones del móvil.

La inteligencia artificial y los algoritmos que hay tras Instagram o Facebook, por ejemplo, son cada vez más sofisticados. Lo son hasta el punto de poder analizarnos y procesar cada cosa que hacemos. Ahora mismo, pueden saber incluso cuál es nuestro estado emocional con base a qué información miramos o cómo reaccionamos en redes sociales.

Al comprender si estamos tristes o aburridos, pueden presentarnos un tipo de publicidad ajustada a nuestras necesidades. Esto que puede parecernos curioso y hasta normal excede en realidad un principio fundamental: el de nuestra neuroprivacidad. ¿Por qué tienen que saber cómo nos sentimos? ¿No son nuestras emociones algo íntimo? 

Puede llegar un día en que existan mecanismos por los que los ciberdelincuentes tengan acceso a nuestros pensamientos. Es necesario que empiece a legislarse esta materia que, si bien nos parece de ciencia-ficción, puede hacerse realidad.

Ojo con un cerebro reflejado para representar la Privacidad mental

La neurotecnología y su lado oscuro

Rafael Yuste es un destacado neurobiólogo español que trabaja de  profesor en el Centro de NeuroTechnology de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Además, participa en el proyecto BRAIN, una iniciativa orientada a conocer en profundidad el cerebro humano. No hace mucho que el propio doctor Yuste puso sobre la mesa algo tan importante como decisivo.

Los avances de la inteligencia artificial son imparables y esto puede suponer un gran riesgo. Para empezar, ahora mismo estamos siendo testigos del gran salto que vamos a dar en materia de neurotecnología. La manipulación cerebral mediante gadgets tecnológicos nos permitirá dentro de poco tratar desde derrames cerebrales hasta enfermedades neurológicas como el párkinson.

Es más, el propio proyecto BRAIN del doctor Yuste tiene como propósito rastrear la actividad de la mente y poder entender cómo pensamos, sentimos, aprendemos, recordamos… Por tanto, ¿qué pasaría si en algún futuro alguien usara esta tecnología en nuestra contra? ¿Y si lograran descubrir cómo manipular nuestros pensamientos?

Cuando el avance de la ciencia demanda de una nueva legislación

La privacidad mental define el derecho indiscutible a salvaguardar lo que pensamos y sentimos. Nada es tan privado, tan íntimo y tan nuestro como aquello que hay en nuestro cerebro. Esa es sin duda la última frontera que le falta cruzar al ser humano y, sin embargo, la ciencia está a punto de lograrlo en algún momento.

Estamos decodificando la actividad cerebral y esto nos permitirá grandes logros para la medicina. El objetivo no es otro que dar esperanza, rehabilitar a la persona que ha sufrido un accidente craneoencefálico o un ictus. También, devolver la vista, los recuerdos, descubrir tal vez como curar el alzhéimer… Las posibilidades son infinitas, pero los desafíos asociados también son inmensos.

Así, trabajos de investigación como el realizado en el departamento de ciencias y tecnología de la salud de Zúrich, Suiza, ya profundiza en el tema de los neuroderechos y la privacidad mental. Se enfatiza la necesidad de legislar lo antes posible unas leyes básicas para la protección y preservación del cerebro y la mente humana.

Puede llegar el día en que gracias a dispositivos electrónicos puedan conocerse nuestras emociones, recuerdos y pensamientos. Debemos empezar a tomar conciencia de ello para establecer medidas de protección y ajustar además, un código legal que dé respuesta a dicha realidad.

Aunque no lo creas, ya están vulnerando tu privacidad mental

Rafael Yuste es ahora mismo el principal defensor a nivel internacional de la necesidad de regular los neuroderechos y la privacidad mental. Lo hace a través del organismo: NeuroRights Initiative. Él mismo es testigo e impulsor de esos avances en la comprensión del cerebro humano y por tanto conoce bien los riesgos asociados que pueden darse en el futuro.

No obstante, cuidado. Porque lo cierto es que nuestra privacidad mental ya se ve vulnerada a diario de múltiples maneras. Desde el momento en que aceptamos las cláusulas de uso de una aplicación, estamos siendo objeto de estudio constante. Analizan nuestro comportamiento, personalidad, emociones, deseos y hasta intenciones.

Somos sujetos experimentales para las grandes empresas tecnológicas y eso ya está sucediendo ahora mismo.

Ojo robótico para representar la Privacidad mental

¿En qué consistirán los neuroderechos?

Elon Musk está desarrollando interfaces que se conectarán al cerebro para tratar lesiones o bien potenciar determinadas funciones. Neuralink también está dando grandes avances ante los que se abren numerosos debates médicos, filosóficos y legislativos. Si bien todo esto nos parece el argumento de un capítulo más de Black Mirror, debemos comprender que esta es una realidad inminente.

Es necesario salvaguardar nuestra privacidad mental y legislar los neuroderechos lo antes posible. Veamos en qué consisten.

  • Derecho salvaguardar nuestra identidad. Es decir, proteger nuestra capacidad de pensar y sentirnos como nosotros mismos, independientemente de la neurotecnología que nos pueden a aplicar. También implica proteger nuestros recuerdos para que nadie tenga acceso a ellos.
  • Derecho al libre albedrío. Se define como la necesidad de seguir tomando nuestras propias decisiones sin que nadie nos manipule.
  • Límites al dopaje cognitivo. Este tema es interesante. Se cree que en un futuro la tecnología nos permitirá potenciar funciones cognitivas como la capacidad de aprender, recordar, etc. Tal vez sea momento de pensar en sí sería recomendable poner un límite.

De momento, estos son los principales puntos que deben tratarse, pero lo más probable es que aparezcan más aspectos en los que profundizar. Tal y como señala el doctor Yuste, es necesario que los gobiernos hagan un seguimiento de los avances en ciencia y tecnología para poder responder y estar prevenidos ante posibles riesgos.


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