¿Qué día es hoy?

La rutina puede activar nuestro piloto automático. Los días empiezan a parecerse los unos a los otros y se entremezclan entre sí. El tiempo se ha paralizado y, sin darnos cuenta, estamos viviendo en la película de "El día de la marmota". ¿Cómo salir de ahí?
¿Qué día es hoy?
Andrea Pérez

Escrito y verificado por la psicóloga Andrea Pérez.

Última actualización: 27 mayo, 2022

En algún momento, la mayoría hemos sentido esa sensación de parálisis temporal que produce la percepción de que los días se calcan, uno detrás de otro. Con muy poca noción del tiempo y sin ser partícipes de él, dejándonos arrastrar por la rutina y preguntándonos con extrañeza en algún momento de lucidez:“¿qué día es hoy?” .

Los días se entremezclan entre sí, no sabes si es lunes o miércoles, en qué semana del mes te encuentras y todos los fines de semana se parecen demasiado, tampoco es que tengas un recuerdo especial de ninguno de ellos. Cuando miras hacia atrás, tienes la sensación de que ha pasado poco y mucho tiempo a la vez. Te sientes atrapada en el tiempo y no sabes cómo salir de ahí.

Te sientes extraña, confundida, frustrada y cansada. A veces, solo a veces, esta pérdida del sentido temporal viene acompañada de una pérdida de sentido vital, más o menos profundo. Empiezas a preguntarte no solo: “¿qué día es hoy?”, sino también: “¿cómo he acabado así?”, “¿soy feliz de esta manera?”, “¿quiero vivir mi vida de esta forma?”.

Mujer pensando

El cerebro son los ojos que ven el tiempo

Al igual que necesitamos ojos para ver el mundo que nos rodea, necesitamos cerebro para hacer un relato del paso del tiempo. El cerebro es el órgano encargado de sentir cómo los segundos se suceden. Sin embargo, el cerebro no trabaja ajeno al mundo exterior y aislado, sino que se nutre de todo lo que ocurre a nuestro alrededor para hacer bien su trabajo. Nuestro idioma, la edad, la historia de vida, los aprendizajes anteriores, las preferencias, las emociones y las expectativas también influyen en la percepción del tiempo.

El tiempo se escapa de nuestras manos cuando estamos disfrutando de lo que nos apasiona y nos motiva. Una hora se puede convertir en un segundo cuando estamos vibrando a la par con otra persona. Sin embargo, un segundo puede convertirse en horas mientras esperamos los resultados de una prueba importante para nuestra salud.

El tiempo existe, pero cómo vivimos y experimentamos ese tiempo cambia en función de quienes somos y de lo que ocurre en ese momento en nuestras vidas.

El piloto automático

Nuestro cerebro nunca descansa, incluso cuando dormimos, continúa trabajando. Su labor es agotadora, y mientras sigamos vivos no terminará. Sin embargo, nuestro cerebro es un órgano muy eficiente y procura ahorrar energía automatizando tareas rutinarias.

Cuando la rutina nos domina y aquello a lo que nos enfrentamos durante el día es conocido para nosotros, nuestra cabeza tiende a activar el modo piloto automático. Prestamos menos atención a lo que hacemos porque nuestras vivencias diarias son similares a las de días anteriores, llena de tareas conocidas y repetitivas que sabemos hacer sin mayor dificultad.

Piensa en qué momentos de tu vida has sentido que el día se repetía una y otra vez sin ninguna variación. Quizás alguna época en la que te dedicabas menos tiempo a ti misma y estabas inmersa en un trabajo que no te llenaba lo suficiente. Puede que durante el confinamiento, donde las opciones de ocio y actividades que teníamos eran muy limitadas, también experimentases esta sensación.

Ahora reflexiona sobre las épocas de tu vida que recuerdas con mayor intensidad. Puede que sea tu adolescencia cuando viviste gran cantidad de experiencias en muy pocos años. Si tienes hijos, intenta recordar cómo viviste esos primeros años de su vida, llenos de cambios y aprendizajes.

Amigos en un acantilado

El impacto de los pequeños cambios

Haciendo la reflexión anterior podrás haberte dado cuenta de que hay algo que altera la vivencia del tiempo, y son los cambios y las novedades a las que nos enfrentamos. Cuando nada cambia y la rutina impera el tiempo se vuelve denso, pastoso y repetitivo. Entramos en modo piloto automático y es entonces cuando nuestra vida empieza a convertirse en la película de El día de la marmota sintiendo que los días se repiten una y otra vez.

Introducir pequeños cambios o novedades en nuestros quehaceres diarios puede ayudarnos a salir de esa paralización temporal. Tener una charla con un ser querido, ir a dar un paseo, tomar un café, hacer ejercicio o dormir fuera de casa una noche son pequeñas acciones que pueden actuar como “marcadores temporales”.

Sentir que cada día es diferente al anterior, aunque los cambios solo sean sutiles, y tener la sensación de que, al mismo mientras el tiempo pasa, hacemos algo de valor con él, es un factor clave para el bienestar emocional y mental de las personas.


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  • La percepción del tiempo: una revisión desde la Neurociencia Cognitiva. Ángel Correa, Juan Lupiáñez y Pío Tudela. Universidad de Granada. University of Oxford
  • Hoy era ayer mañana. La percepción del tiempo desde la adquisición del lenguaje. Soraya Cortiñas Ansoar. Universidad de Santiago de Compostela

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