Sin cambiar de costumbres no se puede cambiar de vida

Sin cambiar de costumbres no se puede cambiar de vida
Sergio De Dios González

Escrito y verificado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 16 febrero, 2024

En medio del cambio, el repetir de los días está lleno de elementos constantes. Costumbres que nos libran de estar continuamente tomando decisiones de manera consciente. Sabemos que al levantarnos nos toca darnos una ducha, vestirnos, desayunar y salir pitando para coger el autobús, el metro o los semáforos en verde.

No lo pensamos, ponemos nuestro piloto automático y lo hacemos mientras preparamos mentalmente la reunión que tenemos a media mañana o terminamos de elegir los platos que les serviremos esta noche a nuestros invitados. Definitivamente descartamos el arroz cuando leemos en Internet que los carbohidratos no son lo mejor para por la noche. Ensalada, será una ensalada y unas cuantas cosas para picar. Más rápido y con más posibilidades de que todo el mundo tenga un plato que le guste.

 

La tecnología y nuestro ritmo de vida nos han disociado

La era de la tecnología es una era disociada, en la que cuerpo y mente pasan mucho tiempo trabajando en direcciones diferentes. El cuerpo se encarga de las costumbres y la cabeza de lo nuevo, lo complejo o lo que es importante. Esta disociación influye, por ejemplo, en la percepción del paso del tiempo o en que cometamos más errores en las tareas sencillas. Dejamos las llaves en un sitio que después no recordamos, y es que mientras las dejábamos leíamos la propaganda que no habían dejado en el buzón.

El cuerpo se encarga de lo anodino y la cabeza de lo nuevo, lo complejo o lo que es importante.

Después, mientras dejábamos los “superprecios” encima de las llaves, empezamos a redactar el correo electrónico que íbamos a escribir a continuación. De esta disociación, del hecho de que la cabeza vaya a una velocidad diferente e al de nuestro cuerpo, también nace parte del estrés que mantiene a nuestra cantidad de pulsaciones basal o a nuestra tensión altas. Es como perseguir una zanahoria que siempre está delante de nosotros porque el palo y la cuerda que la sostienen están anclados a nuestra cabeza.

Por un momento cerramos los ojos y los volvemos a abrir, asustados por la inercia que llevamos y el traqueteo de nuestras costumbres.

 

Llega el momento en el que decidimos cambiar

En medio de esta inercia, muchos querríamos que nuestras vidas fuesen diferentes. Nos gustaría ser más ordenados, pasar más tiempo con nuestros amigos, no sentirnos bloqueados por nuestros problemas cuando nos llama una amiga para decirnos que su madre ha fallecido. En ese darnos cuenta de la velocidad astronómica por la que transitamos por el mundo también nos damos cuenta de que nos gustaría que una buena parte de nuestras vidas fuese diferente… un cambio que pasa por modificar nuestras costumbres.

El caso es que esto nos pasará si no nos ponemos en marcha. Nunca iremos esa ciudad que nos gusta tanto si no ahorramos, sacamos el billete de avión, preparamos el equipaje, nos abrochamos el cinturón y nos preparamos a volar. Nunca lo haremos si no empezamos a hacer actividades distintas, si no damos el paso de hacerlo.

Nos gustaría ser más ordenados, pasar más tiempo con nuestros amigos, no sentirnos bloqueados por nuestros problemas cuando nos llama una amiga para decirnos que su madre ha fallecido.

Piensa que muchas veces la comodidad de la repetición es una especie de agujero negro que nos atrapa. en medio de este conjunto de fuerzas el cambio supone una decisión, un coste y una ejecución. Salir de nuestra mente, de los juegos imaginarios y empezar a hacer tangente a nuestra intención y a la realidad implica asumir riesgos. Riesgos que se aceleren nuestras pulsaciones, pero con otro sabor a las que produce el estrés.

Bien, ¿entonces qué podemos hacer para producir un cambio significativo en nuestras costumbres? Vamos a estructurar el proceso en tres pasos:

  • El primero sería hacer una reflexión sobre qué nos va a aportar ese cambio y cuál es nuestra motivación para ir en esa dirección. Si es un proceso muy largo establece pequeñas recompensas intermedias y momentos para a evaluación de ese cambio.
  • Empieza cuanto antes. Si has decidido dejar de fumar no esperes a que termine la semana. Piensa que el propio plan que has elaborado antes va a tener mucha más fuerza si empiezas ahora.
  • Comparte ese cambio con los demás. Con esto podrás a la presión social de tu entorno a remar a favor de este cambio. Quizás te cueste después alguna que otra bronca con ellos, pero al final será más fácil que logres ese cambio y probablemente ellos te lo perdonarán.

Seguro que has sentido alguna vez esta sensación: lo ilusionantes y fáciles que parecen algunos cambios cuando estamos en la cama a punto de dormir y lo cuesta arriba que parecen por la mañana cuando ponemos los pies en el suelo y empezamos con nuestras costumbres. Es como si pusiéramos el tren en la vía y el esfuerzo para descarrilarlo fuese mucho mayor.

Este es quizás el último punto que tenemos que gestionar cuando perseguimos un cambio: ser conscientes de que va haber momentos en los que vamos a fallar o que va a ser más difícil, no pasa nada, tenemos la oportunidad de volver a intentarlo.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.