Vivir sin expectativas

Tan malo es vivir sin ninguna expectativa como hacerlo con expectativas irracionales, apartadas de la realidad y poco adaptativas. Todo ello nos conducirá a la frustración.
Vivir sin expectativas
Alicia Escaño Hidalgo

Escrito y verificado por la psicóloga Alicia Escaño Hidalgo.

Última actualización: 16 junio, 2019

Tanto vivir sin expectativas como tener expectativas poco realistas no nos permiten ser libres. Muchas veces, creemos que por el hecho de desear algo en concreto, tiene obligatoriamente que ocurrir. Pero la realidad es que lo que tenga que suceder, va a suceder, estemos o no de acuerdo.

Las personas en muchas ocasiones pensamos erróneamente con el esquema mental “esto debería ser así”. Lo aplicamos inflexiblemente con nosotros mismos, los demás y a la vida. Nos decimos cosas como “mi jefe debería tratarme bien”, “las cosas me deben salir bien siempre y con poco esfuerzo” o “yo debo hacer mi trabajo bien porque si no significa que soy un vago”.  ¿Qué nos hemos creído?, ¿un juez?, ¿un Dios?, ¿quién puede decir lo que debería o no debería ser?

Cuando vivimos esperando que la vida funcione como queremos, que las cosas salgan como nos gusta o que los demás nos traten como creemos merecernos estamos siendo, en realidad, esclavos de lo que esperamos.

Vivir con expectativas poco realistas nos convierte en personas débiles a nivel emocional, ya que esperamos que las cosas sucedan tal y como deseamos. De hecho, en un porcentaje considerable de veces, la vida va a tomar un giro distinto del que esperábamos y no queda otra que aceptarlo con el mayor sosiego posible.

Si no nos entrenamos bien para soltar las expectativas y abrazar lo que viene, corremos el riesgo de sufrir considerablemente, de deprimirnos o llenarnos de ansiedad. Cada cual elige qué es lo que prefiere pues cada uno es dueño de su propio estado emocional.

Chica mirando el mar

Vivir sin expectativas irracionales, ¿cómo me libro de ellas?

La clave se encuentra en aprender la diferencia entre lo que es controlable y lo que no. No se puede controlar el pensamiento ni la actitud de los demás. Tampoco, las circunstancias del mundo y de la vida. Sin embargo, puedo controlar la forma de relacionarme. La forma de pensar sobre ello y de hacerle frente.

Cuando tratamos de controlar lo incontrolable nos frustramos porque nunca va a ocurrir lo que queremos. Nuestro margen de actuación se reduce a que podemos hacer las cosas de la mejor manera que sabemos o actuar como mejor sepamos. No obstante, eso no quiere decir que se nos vaya a recompensar, ni que todo vaya a ir conforme a nuestras expectativas y deseos. Vamos a quitarnos esta idea absurda de la mente y comencemos a aceptar la realidad.

Piensa, por ejemplo, en que un día alguien te dice: “El cielo debería ser de color verde manzana, porque sí, porque a mi me gusta ese color y espero que algún día sea así”. ¿Qué pensarías? Seguramente que esta persona tiene un deseo absurdo, que nunca se va a realizar por la sencilla razón de que es imposible y porque por mucho que a mi me guste algo, no significa que obligatoriamente tenga que ocurrir.

De la misma manera, cuando albergamos expectativas irreales en nuestra vida, con nuestros propios asuntos, estamos imponiendo y exigiendo que debe ser, cuando no va a ser y tampoco necesitamos que sea.

Chica triste mirando pájaro

Tú no eres ningún Dios

Por lo tanto, cuando te percates que vienen expectativas a tu mente, y tu diálogo interno contenga un “debería”, acuérdate de que no eres ningun Dios que puede cambiar el progreso de las cosas, solo un ser humano como otro cualquiera que lo hace lo mejor que puede pero que de eso no se deriva que le vaya a ir bien ni que la vida vaya a ser justa.

También puedes preguntarte ¿Quién dice que las cosas me deben salir bien?, ¿dónde está escrito que tal persona me debería tratar como merezco?, ¿puedo controlar yo el comportamiento del otro de alguna manera?, ¿me sirve para algo pensar en que el mundo está obligado a satisfacerme y esperar que así sea?

Cuando encuentres las respuestas realistas y racionales a todas estas preguntas y cambies tu diálogo interno por “me gustaría, pero quizá no sea así y tampoco lo necesito” o “no espero que menganito me haga un regalo por nuestro aniversario, aunque sería fantástico si lo hiciese”, te darás cuenta de que eres mucho más fuerte y libre.

Vivir sin expectativas irreales

Te habrás desligado de las expectativas irracionales, de la rigidez.  Y comenzarás a aceptar lo que el Universo tiene preparado para ti. A veces te gustará, otras no, pero en eso consiste la vida.

Si todo fuese siempre color de rosa y como queremos, esto de vivir tendría poca gracia. No hay alegría sin tristeza, satisfacción sin decepción, éxito sin fracaso… Para sentir el cosquilleo que nos produce el alcance de una expectativa, tenemos que conocer la frustración y tolerarla.

¡Empieza hoy el cambio mental positivo! Anota en un papel todas tus expectativas, hacia ti mismo, los demás y el mundo y ve modificándolas. Te gustaría que se cumplieran, pero no es obligatorio y pase lo que pase lo aceptarás y soportarás. Practica un diálogo interno más maduro y fuerte, y saldrás ganando.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


  • Chande, R. H. (2001). Esperanzas de vida y expectativas de salud en las edades avanzadas. Estudios demográficos y urbanos16(3), 545-560.
  • Daros, W., & Tavella, A. M. (2002). Valores modernos y posmodernos en las expectativas de vida de los jóvenes. Colección Cuadernillos UCEL. Universidad del Centro de Estudios Latinoamericanos. Rosario.
  • Ramírez, V. A., Zermeño, A., & Arellano, A. C. (2005). Redes semánticas naturales: técnica para respresentar los significados que los jóvenes tienen sobre televisión, Internet y expectativas de vida. Estudios sobre las culturas contemporáneas, (22), 305-334.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.