El amor no compartido es una hemorragia
Llamamos pseudoamor, a un sentimiento parecido en su intensidad al amor real, pero que tiene como elemento principal el sufrimiento. Se dice, que cualquier forma de pseudoamor, es destructiva. Una de esas formas es la codependencia: podríamos definirla, como una enfermedad, que se caracteriza por la ausencia de identidad propia, la perdida de la conexión con lo que siente, necesita y desea. Por una preocupación y una dependencia excesivas (emocional, social y a veces física), de una persona, lugar u objeto.
El codependiente, da más importancia a los demás que a sí mismo, cree que su valor como persona depende de la opinión de su entorno, y por ello busca complacer a todo el mundo. Siente ansiedad cuando tiene que tomar decisiones, porque teme equivocarse. No sabe divertirse porque se toma la vida demasiado en serio, la negación de sus sentimientos, le obliga a asumir responsabilidades por las acciones que realizan otras personas. Invierte una energía desmesurada, en mantener una imagen o un estatus para impresionar, ya que su autoestima depende del valor que los demás le otorgan.
El 96% de la población según estudios psicológicos realizados es codependiente
El codependiente necesita dar continuamente para no sufrir, está dominado por sentimientos enfermizos y no por la razón. Permite tanta manipulación sobre si mismo, que no reconoce el abuso cuando lo sufre. Una característica a reseñar, es que no confía en la otra persona a la que trata de influir. Esto lo manifiesta, persiguiéndola, tratando de controlarla, diciéndole lo que tiene que hacer, etc. Un codependiente no sabe dónde termina él, y dónde empieza la otra persona. Todo amor que no produce tranquilidad y alegría, sino angustia o culpa, está contaminado de codependencia. Ese tipo de amor patológico, de obsesión, es sumamente peligroso y destructivo.
¿Existe el amor?
Indudablemente sí. Según Erich Fromm , el amor no es ni un sentimiento, ni un objeto, sino UN ARTE, que implica desarrollar dentro de ti la capacidad de desear el bien al otro, de experimentar compasión por el que sufre, y placer en la experiencia de compartir y de ayudar. No hay que esforzarnos por recibirlo, hay que ocuparnos de ser capaces de desarrollarlo dentro de nosotros.