¿Es egoísmo mirar por mí?
Para saber decir “yo te amo”, primero hay que decir “YO”…
El origen de mirar por mí, el egocentrismo
Desde la más tierna infancia, los niños sólo saben mirar por ellos mismos, el mundo gira a su alrededor, y nada tiene más importancia que ellos. Quizás sea esta situación, la base de la confusión sobre el concepto de egoísmo.
Esto, que nos llama tanto la atención en los niños e incluso que castigamos en ocasiones, se llama egocentrismo. El niño y la niña se creen el centro del mundo. Y es una característica normal de la evolución del ser humano, del crecimiento y del descubrimiento de todo lo que les rodea.
El niño crece, madura, y poco a poco, reconoce que también existe el mundo de los demás, y se hace responsable de sus actos y de sus consecuencias.
Del egocentrismo a la autoestima
Cuando nacemos, somos dependientes, física, psicológica y emocionalmente. Por superviviencia, el ser humano busca aquello que necesita, y desde la infancia, el ser humano necesita ser atendido, cuidado, protegido y sentirse seguro.
Para ello, la actitud egocentrista cumple esa función, ya que el niño se centra en sí mismo y en sus necesidades, debido a que su instinto le dice que para crecer sano y feliz, necesita saber que los demás le estiman, le quieren y le escuchan. Por eso, su capacidad intelectual no está preparada para asumir que otras personas también tienen necesidades, su propio criterio y su forma de ver el mundo, diferentes a las que el posee.
Si bien, la propia evolución nos va capacitando para entender que existen otras personas, con otras necesidades a las propias. A la misma vez, que vamos teniendo una imagen y un autoconcepto, cada vez más claro de nosotros mismos.
Y es, precisamente, si nos sentimos bien con nosotros mismos, y si tenemos una adecuada autoestima, cuando la relación con los demás, y el respeto hacia sus necesidades, serán adecuadas y satisfactorias.
Un sana autoestima, sanas relaciones
Si desde la infancia se han cubierto sus necesidades, el niño crecerá sano emocionalmente, con una imagen de sí mismo saludable, y una autoestima adecuada. Por tanto, desde el bienestar y el equilibrio personal, existen muchas posibilidades de mantener relaciones sociales sanas, altruistas, entregadas y teniendo en cuenta a los demás.
Mirar por mí mismo, lejos del egoísmo
Como decíamos antes, mirar por uno mismo, es instintivo en el ser humano desde la infancia.
Y en adelante, como adultos, si hemos conseguido una adecuada autoestima, eso significa, querernos, buscar el bienestar, la felicidad propia, satisfacer las necesidades individuales, ya que no esperamos, ni dependemos de que nadie lo haga por nosotros. Y desde ese bienestar y equilibrio, mirar por los demás, tenerles en cuenta, respetarles y ayudarles.
Será una elección de cada persona, aunque sabemos, que si una persona se siente satisfecha consigo misma, y se quiere a sí misma, es más fácil que decida querer, y satisfacer a los demás. Ya que, como dice un refrán popular, “no se puede dar de lo que no se tiene”.
Por eso, mirar por uno mismo, o “el egoísmo positivo”, como lo denominan algunos autores, no sólo está lejos del egoísmo, entendido éste como no mirar por los demás, sino que mirar por uno mismo, está muy cerca de tener en cuenta a los que nos rodean.