Sin miedo a nada
Soy vulnerable. Una racha de viento puede caer un árbol y mi vida terminará. Un conductor puede arrollarme en la carretera y llevarse mi vida por delante. Mientras escribo estas palabras, mi corazón se puede parar.
A ti también pueden pasarte éstas y otras muchas cosas. Eres vulnerable, como yo. Y como las personas a las que quieres: tu madre, tu hijo o tu amigo. No quiero meterte en el miedo en el cuerpo.
Reconocer que en el fondo nuestra vida no está en nuestras manos sólo nos hace conscientes, sólo es verdad.
¿A qué viene todo esto? A que tengo la sensación de que hemos perdido la conciencia de lo frágil de nuestra existencia. Esto no es importante, pero sí sus consecuencias: vivir en una realidad que no existe, es una invitación a una cena envenenada.
Tachamos días en el calendario como si fueran los palitos que tachábamos en clase cuando compartíamos aburrimiento con nuestro compañero. Dormitamos en autobuses y vagones de metro, abrimos una y otra vez la puerta de casa. Somos como la locomotora que transita por vías marcadas.
Gastamos nuestro tiempo en presumir, en protegernos, en atacar, en hablar de otros. En la tienda de la vida, nos comportamos como el rico que entra y compra todo aquello que quiere como si su dinero no fuera limitado, como si nuestro tiempo no fuera limitado.
Haz un balance. ¿Pon en un lado tus placeres y pon en el otro tus obligaciones y tus entretenimientos? Algo estamos haciendo mal.
No solamente no sabes hacerlo tú, sino que lo hacemos mal como sociedad. El tiempo medio que alguien necesita gastar en obligaciones para poder sobrevivir es enorme.
Nos permitimos el lujo de decirles a los niños que estudien o que se formen para que puedan trabajar en lo que quieran. ¿Cómo podemos mentir de una forma tan vil? ¿Todos los trabajos que oferta la sociedad actual pueden ser deseables para alguien? Y aquí que cada uno imagine el que quiera.
Otra consecuencia nefasta de la falta de conciencia de nuestra vulnerabilidad y de nuestro correr por vías es que somos ajenos al sufrimiento. Pensamos que si hacemos las cosas bien, si nos metemos por la vía adecuada con las virtudes entronadas de esfuerzo y sacrificio todo irá bien.
Entonces, ¿Por qué deberíamos ayudar a alguien que ha elegido libremente no seguir la receta del éxito? Consentimos la miseria porque pensamos que es la consecuencia de los actos de quién la padece, porque pensamos que nosotros nunca vamos a padecerla.
Así, la baja percepción de invulnerabilidad y la ausencia de hechos parecidos en nuestra vida personal nos separan, en nuestra mente, de las personas que sufren.
Así, solamente levantamos la vista del libro que estamos leyendo, solamente recuperamos nuestra naturaleza humana, cuando percibimos que esa barrera, se ha roto. Y para eso, cada vez tiene que suceder más cerca y siempre antes de que lleguemos a nuestra estación de destino.
Imagen cortesía de Annette Shaf