La habénula, centinela del estrés y el negativismo
Seguro que te ha ocurrido alguna vez. Algo dentro de ti te dice que elegir ese trabajo o relacionarte con una persona en concreto, va a traerte consecuencias negativas. Y sin embargo, lo haces. ¿Se trata quizá de una corazonada, de una especie de pre-cognición capaz de advertirnos de unas consecuencias que no son buenas para nosotros?
No del todo. Como ya sabes, la mayoría de nuestras estructuras cerebrales son resultado de un afinado proceso de evolución. Somos un conglomerado de instintos, experiencias previas y aprendizajes automatizados a lo largo de nuestra especie, y también de nuestra vida. De ahí que, a menudo, cuando nos encontramos ante una determinada situación o ante un tipo de persona, algo en nosotros ya intuye de antemano que no son buenas para nosotros. Que nos van a traer sufrimiento, estrés y puede que hasta la infelicidad. Lo sabemos por una intución racionalizada, por hechos del pasado, por una valoración rápida que pone la luz roja en nuestro cerebro ante un peligro que no siempre acabamos de obedecer.
Todos estos procesos se organizan en una pequeñísima estructura cerebral similar a un guisante, una fantástico elemento neuronal denominado habénula, la centinela del miedo.
La habénula: centinela del miedo aprendido
En un estudio reciente realizado por la University College de London, nos explica el gran peso que esta estructura llega a tener en nuestra conducta. Jonnathan Roister, responsable del mismo indica que la habénula, se relaciona con nuestra motivación a la hora de reaccionar y tomar ciertas decisiones, relacionadas casi siempre con hechos negativos.
A nivel de laboratorio, puede observarse con ejercicios sencillos en los que las personas no se atreven, por ejemplo, a oprimir ciertos botones por miedo a recibir alguna descarga eléctrica. Hay quien se arriesga y prueba suerte en busca de la recompensa, y hay quien simplemente, decide no hacer nada “por temor al dolor, por inocuo que este sea”.
A nivel cotidiano, es la habénula quien nos puede inducir el miedo a la hora de cruzar por cierta calle por temor a ser atropellados o si nos vamos a un escalón más complejo, sería ella también quien nos envuelve con ese miedo a la hora de tomar ciertas decisiones ¿He de dejar a mi pareja? ¿Debo ahora hacer esta inversión? ¿Debo cambiarme de trabajo?
La habénula nos ofrecería pues ese lado negativo de las cosas, basadas básicamente en experiencias previas: “si dejo a mi pareja, me sentiré solo/a”, “si hago esta inversión me ocurrirá como hace unos años, que fracasaré”, “si cambio ahora de trabajo, lo más seguro es que me quede sin ninguno”. Los científicos nos indican que la actividad de la habénula está relacionada con la supresión de la dopamina, ese neurotransmisor relacionado con la motivación, con las ansias de logro.
Un dato a tener en cuenta es que existen personas que dispondrían de una habénula sobreexcitada. Ello vendría a suponer que cada valoración hecha sería siempre negativa, serían perfiles que solo ven los aspectos negativos de la vida y que son muy tendentes a padecer depresiones. De ahí la importancia de un análisis médico con el cual valorar si dicha estructura funciona correctamente en este tipo de personas que se niegan a tomar decisiones, que solo demuestran y se envuelven de una negatividad absoluta. De este modo, obtendrían mejores tratamientos para su depresión.
Como ves, resulta interesante saber que cuando nos ocurre algo negativo o incluso doloroso, será la habénula quien almacene este hecho, ella quien lo sintetiza y lo guarda en su interior. Cada vez que iniciemos una acción parecida, ella dará la señal de alarma para advertirnos de que es posible que suframos las mismas consecuencias, ella quien nos susurre un “no lo hagas”.
En ocasiones, es positivo tener esta advertencia, desde luego, pero ha de ser nuestra parte racional quien tenga la última palabra. El miedo, o esa sensación negativa te llegará a menudo como una especie de escalofrío o halo inexplicable, casi sobrenatural: “algo dentro de mi me dice que es mejor dar la vuelta e irme de aqui, no abrir esta puerta”. Pero eres tú y no el miedo almacenado en la habénula quien deba tomar la última decisión.
La mayoría de las veces el miedo experimentado en situaciones anteriores nos debe servir como aprendizaje, lo sabemos.. Pero también es adecuado que nos enfrentarnos a ese temor con nuevos recursos aprendidos. O quien, sabe, tal vez y dependiendo del contexto en sí, vale la pena tomar como cierta esa “señal de alarma” y no acercarnos a ese peligro identificado de antemano por la habénula.
Así pues, recuerda: escucha a tus miedos pero no dejes que te aprisionen o que frenen tus pasos. Analízalos, interprétalos, desmenúzalos…si su esencia te advierte de algo lógico, hazle caso. Si su valoración no se asienta sobre una base aceptable, asúmelos pero salta sobre ellos para avanzar y alcanzar tu felicidad. Tu tranquilidad.