No eres tú, soy yo... y sin ti lo soy todo
Cuántas veces nos hemos sentido atraídos por personas que no nos correspondían o por personas que lo hacían de la forma en la que nosotros queríamos o creíamos merecer. Y nos hemos vaciado por ellas, sin recibir nada a cambio. ¿Has pensado entonces aquello de soy yo, o eres tú?
Cuántas veces nos enganchamos a alguien, como si necesitáramos tener un motivo externo que nos motivara a disfrutar de la vida. Como si saber de la existencia de alguien confirmara nuestro propio motor. Cuántas veces hemos tenido que refugiarnos del mundo porque aquella persona que creíamos conocer y querer por encima de muchas cosas, nos decepciona una y otra vez.
Cuántas veces hemos sentido que teníamos la culpa de que aquella relación se terminara porque no supimos gestionarla bien, o demostrar cómo éramos. Como si tuviéramos que ser perfectos, o fingir lo que nunca hemos sido.
Cuántas veces nos hemos sorprendido comparándonos con otras personas que, según nuestro punto de vista, hacen sombra a nuestras pretensiones. Como si nosotros no fuésemos nuestro propio ejemplo a seguir.
Cuántas veces. Cuántas veces hemos tenido que oír un quiero que todo vuelva a ser como antes seguido de un portazo en la cara.
Porque no eres tú, soy yo
Claro que soy yo. Soy yo la que ha aprendido a no estar si no la buscan, a no entregarse si no recibe, a no dar más de lo que alguien le demuestra merecer. Soy yo la que ha entendido que cuando las cosas no surgen lo mejor es no forzarlas, porque se oxidan, pierden valor, dejan de funcionar, se estancan para siempre.
Soy yo la que quiere bailar, reír y vivir sin condicionantes, sin excusas, sin interferencias. La que ha aprendido que para pensar en ti, primero tengo que saber quién soy, qué es lo que me importa, hacia donde quiero ir.
Que para ofrecer algo primero tengo que cultivarlo. Que tengo que caminar sola para poder ser una buena compañía.
Porque la vida al final es priorizar. Y no podemos vivir dependiendo de las prioridades de otra persona. No podemos darle a los demás la capacidad de mantener nuestro rango de felicidad a la altura de sus intenciones, como si el cupo no pudiéramos llenarlo con nuestras propias manos.
Porque no se busca a alguien para completarse, ya somos un todo. Se busca para ir más allá de nuestro campo de visión. Para aportar y que nos aporten. Para despejar alguna ecuación de la que desconocemos la incógnita.
Ponte en primer lugar
No salgas ahí fuera con el único propósito de encontrar lo que no encuentras en ti mismo. No salgas con intención de que te descubran si ni eres capaz de desarrollarte. De ir a por lo que te llena de verdad, de perseguir tus sueños.
Nos educan para satisfacer a los demás, para caer bien, para vivir de acuerdo a los ideales de la mayoría. Nos educan para vernos en la obligación de vincularnos a alguien o a algo para poder llegar a la cima de la vida. Pero no nos explicaron la letra pequeña.
No puedes vincularte a alguien si no eres capaz de sujetarte por ti mismo. Si no mantienes el equilibrio, si no eres capaz de aguantar el peso de tus objetivos.
Primero debes ser tú mismo, y luego todo lo que sea congruente contigo. No es egoísmo, es coherencia. Cuando abres la puerta hacia el exterior, debes saber filtrar qué es lo que te compensa y lo que puede aportarte algo positivo.
Si no sabes lo que buscas no valorarás lo que encuentres. No se trata de estar por encima de los demás, se trata de tener el control de nuestra vida para que la turbulencia emocional no nos ciegue a la hora de seguir nuestro camino.
Porque claro que no eres tú, soy yo. Soy yo la que ha entendido que a las personas no se necesitan, se quieren. Que para vivir solo tengo que seguir manteniendo mi capacidad de respirar.
Soy yo la que no quiere dejar de ser quien soy para ser con alguien. Porque sin ti también soy yo. Y sin ti lo soy todo.