Una vida de alas o raíces (permanencia o cambio)
¿Cómo te definirías? ¿Eres una persona con alas? ¿O quizá de las que extiende sus raíces? En ocasiones, no es fácil decantarse por una cosa u otra, por la permanencia o por el cambio. La vida no es blanco o negro, nuestra existencia está llena de matices, de pequeñas circunstancias que nos llevan por un sendero u otro.
A veces, sentimos el indefinible deseo por extender nuestras alas y escapar de lo que somos ahora, de lo que nos rodea en este mismo instante. Aunque no todos somos capaces de hacerlo, porque cada uno de nosotros disponemos a su vez de raíces más o menos profundas que nos impiden poder “arrancarnos” por completo. Ese cambio exige mucha determinación y no es algo fácil de conseguir.
¿Qué es mejor entonces? ¿La permanencia o el cambio?
La verdad es que no hay respuesta para esta pregunta, lo que existe en realidad son “circunstancias”. Momentos vitales en los que deberemos elegir si echar el ancla o zarpar a nuevos rumbos, instantes decisivos donde debemos aunar mucha valentía.
Vidas de alas y vidas de raíces
Hay quien no soporta la permanencia, la estabilidad. Levantan la mirada por encima de su hombro encontrándose con un horizonte abierto. Sienten que deben ir más allá en busca de más propósitos, de más sueños por alcanzar y con los que llenar un corazón hambriento, que casi nunca se ve satisfecho.
Son personas que no encajan con la rutina ni con el talle de sus vestidos. Se rebelan y avanzan en sus propios caminos dejando atrás personas, recuerdos, alegrías y también tristezas. Una vida con alas no siempre ofrece una verdadera felicidad, pero si genera más oportunidades por buscar su verdadera esencia. Tal vez conozcas a alguien así.
¿Y qué hay de las personas con raíces? En ocasiones los describen como conformistas, como personalidades que buscan la permanencia porque es sinónimo de seguridad y estabilidad. Ahí donde no hay cambios y donde no hay por qué enfrentarse a imprevistos o a cosas nuevas. Solo rutina y una calma serena donde edificar una vida de acuerdo a los propios valores.
¿Quién será entonces más feliz? ¿El que siempre alza el vuelo o el que necesita extender más profundamente sus raíces? Seguramente, ninguno de los dos, porque es precisamente en el equilibrio de estas dos dimensiones donde se encuentra el verdadero sentido. Las personas que se van y que solo ansían el cambio y el movimiento, no caben en el cubículo de una vida normal, su existencia siempre está llena de preguntas a las que rara vez encuentran respuestas. Siempre observan y siempre cuestionan.
Por su parte, los que sienten la necesidad de arraigarse, son capaces de asumir una vida de sufrimiento solo por temor al cambio. Es mejor callar y no hacer preguntas para no descubrir que existen otras posibilidades, otras opciones con las que tal vez, podrían ser más felices. Y no, no es nada fácil, porque un cambio supone un riesgo y una insoportable incertidumbre.
Experimentar el vuelo y permitirse echar raíces
Tal y como suele decirse: “Es difícil enamorarse de los que tienen alas, pero también es difícil arrancar a quienes ya han echado raíces”.
Lo que verdaderamente vale la pena en esta vida es permitirse sentir, experimentar con madurez y sabiduría comprendiendo que la vida, está inscrita en un cambio continuo. Debemos ser personas aptas para afrontar todas esas mareas que van y vienen: en ocasiones nos traerán cosas buenas y en otras, no tan buenas.
Lo importante es que nos permitamos a nosotros mismos sentir cada vivencia. Cuando ello ocurra, cuando sientas que la felicidad te está envolviendo con su sincero aliento, amárrate a ella y extiende tus raíces para que dure en el tiempo y no se te escape de las manos. Sé valiente y asume el reto de la estabilidad, de la permanencia. Ahora bien, pero si más adelante percibes que la felicidad se está tiñendo de sufrimiento, asume esa realidad con coraje y levanta el vuelo con madurez e integridad.
Tu felicidad siempre será lo esencial en esta vida, y una vida saludable se teje por igual con alas y raíces. La clave está en ese equilibrio, en esa sencilla sabiduría.
Cortesía imagen: Freidenker