La autoafirmación en los niños: cómo comprender y manejar sus conductas desafiantes

La autoafirmación de los más pequeños no es una conducta contra el adulto. Su intención no es herir, sino avisar de que acaban de comenzar el camino hacia su independencia.
La autoafirmación en los niños: cómo comprender y manejar sus conductas desafiantes
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 04 enero, 2022

En torno a los dos años, los niños entran en una etapa caracterizada por la oposición. Si tienes un pequeño de esta edad, probablemente le descubrirás diciéndote “no” a todo, desafiándote constantemente y expresándose con ira o llanto cuando no logra salirse con la suya. Estas conductas son propias de la autoafirmación, un proceso natural que los progenitores deben comprender y acompañar.

Lo más importante que has de saber es que a tu hijo no le ocurre nada malo. Esta actitud recién estrenada en la que se muestra rebelde, desobediente y poco complaciente es parte de su desarrollo y es muy positivo que esté presente. Aunque resulte agotador, molesto o exasperante para los adultos, es una señal de que el niño está construyendo su propia identidad de una forma sana. Te contamos más a continuación.

¿Qué es la autoafirmación y por qué se produce en los niños?

La autoafirmación está presente en todos los seres humanos y es la característica que nos permite entendernos y expresarnos como individuos. Gracias a ella, podemos defender nuestros intereses, defender nuestros derechos, exponer nuestras opiniones y expresar nuestras emociones con sinceridad.

Sin la autoafirmación, componente fundamental de la autoestima, lo más probable es que nos convirtiéramos en seres pasivos, sumisos y dependientes.

Niño con estrés

En el caso de los niños, ocurren dos fenómenos que nos llevan a percibir esta necesidad de afirmación como negativa. Por un lado, es común la creencia de que los menores han de obedecer sin rechistar las órdenes de los adultos. Por otro, antes de los dos años, los pequeños no muestran este tipo de actitudes desafiantes, por lo que su aparición repentina puede sorprender y confundir a los progenitores.

En realidad, el niño no ha cambiado su personalidad ni tiene un problema de conducta, simplemente está atravesando una etapa evolutiva natural. Es en este momento, entre los 24 y los 36 meses cuando los infantes comienzan a percibirse a sí mismos como seres individuales (hasta ahora no percibían claramente la distinción entre ellos y lo externo).

Este hallazgo les lleva a querer afirmarse como personas diferenciadas e intentar, en este mismo sentido, hacer valer sus opiniones, deseos y puntos de vista propios. La oposición frente al adulto es una de las principales herramientas que encuentran para lograrlo y por ello es común que se nieguen a cualquier petición o sugerencia de sus progenitores.

Las rabietas: una manifestación de la autoafirmación

En este proceso de autoafirmación es común que surjan las rabietas. En definitiva, estas son una expresión emocional que también resulta natural y saludable; por ello, se encuentran en la gran mayoría de los infantes de esta edad. La dificultad surge cuando los adultos a cargo no saben manejarlas.

Si se pierden los nervios, se regaña a los niños y se les obliga a obedecer y cumplir de forma inflexible, lo más común es que estas rabietas incrementen su frecuencia, duración e intensidad. Por el contrario, si comprendemos la función que tienen y la necesidad que hay detrás, podemos encaminar esa energía en una dirección positiva para todos.

Claves para manejar las conductas desafiantes

Llegados a este punto, ya sabemos que la gestión inteligente de la autoafirmación infantil va más allá de luchar o hacer resistencia contra ella de manera sistemática. No obstante, es indudable que las rabietas resultan dolorosas e incómodas para niños y adultos.

¿Cómo podemos, entonces, reducir su aparición? A continuación, te mostramos algunas claves:

  • En la medida de sus posibilidades, permite que tu hijo tome decisiones. Por ejemplo, puedes permitirle que se ponga esa camisa tan veraniega que le gusta si a cambio se comprometa a llevar en exteriores una chaqueta encima. De este modo, sentirá que tiene elección y que su voz es escuchada y no necesitará afirmarse mediante la oposición.
  • Establece los límites que sean estrictamente necesarios y sé flexible con el resto. Por supuesto, hay situaciones en las que no es posible negociar y los adultos han de plantarse y marcar el camino; pero en muchas otras ocasiones es posible tener en cuenta la opinión del infante.
  • Permite la expresión emocional de tu hijo. Aunque los límites que has marcado sean necesarios y deban respetarse, el pequeño tiene derecho a sentir enfado, rabia, disgusto o tristeza cuando le impiden satisfacer sus deseos. Puedes emplear frases del tipo: “es normal que te sientas enfadado; sin embargo, no está bien que rompas o tires cosas. Cuando te sientas así, puedes hablar conmigo, y podemos salir a dar un paseo“. Valídalas, hazle saber que entiendes por qué se siente así y acompáñale con comprensión y respeto.
Madre hablando con su hija en la cocina

En suma, recuerda que los niños pueden, y deben, tener opinión, decisión y emociones. No pretendas una obediencia ciega o una sumisión constante, no tomes de forma personal sus actitudes rebeldes y desafiantes. El infante no lo hace para molestarse ni para faltarte al respeto, solo está afirmando su identidad.


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