Ahora estoy tan en paz conmigo misma, que hasta lucho por mí

¿Qué sucede cuando dejamos de vivir por los demás y reflexionamos acerca de nuestra vida? Se abre paso a un nuevo universo, con mucha paz. La meta más grande debe ser aprender a cuidar de nosotros mismos.
Ahora estoy tan en paz conmigo misma, que hasta lucho por mí
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 06 febrero, 2017

Cuando decimos que luchamos por nosotras mismas, nos convencernos para creerlo porque nuestra autoestima y fuerza para el día a día dependen de ello. Necesitamos creer que los caminos elegidos tienen algún sentido en relación con los valores que siempre tuvimos en mente.

De no ser así, el despertador junto a la cama sonaría como una condena y no como una invitación a levantarnos y vivir entre una mezcla de alucinaciones hipnopómpicas y un agitado final de sueño REM. Podríamos querer entonces permanecer inmersas en la intensidad de nuestra pesadilla y no levantar ante el sopor de una nueva rutina.

A veces, en esa búsqueda de validación de nuestros logros ante los demás sacrificamos demasiado. Aguantamos lo insostenible por el “qué dirán”. Asumimos la guerra y la lucha de la perfección y en ella caemos en la más absoluta soledad. Una losa que ha caído con total impunidad y sin piedad sobre el ser humano, y de forma especial sobre las mujeres.

Esta lucha puede durar años o toda la vida. Podemos ser nuestras peores enemigas hasta el final de nuestros días, comparándonos con los demás y lamentándonos por lo poquito e insignificantes que somos. Cuando llega el estado de agotamiento absoluto por vivir así, también lo hace la verdadera oportunidad.

A veces a los 20, otras a los 30 y otras a los 65 años. Da igual cuando llegue. La sensación de que ahora estoy tan en paz conmigo misma que hasta lucho por mí no tiene precio. Es el agotamiento de la lucha para el relevo de la serenidad combatiente. Contigo misma al final de las filas del batallón, asumiendo riesgos pero negándote a ser el punto de mira de todos los cañones.

En guerra por nosotras mismas, pero sin ninguna paz

Necesitamos creer que nuestros amigos sí lo son, que luchar por nuestra familia sin recibir nada a cambio es un deber moral por encima de todos los demás y que “tirar para delante” significa sacrificar mucho más que vibrar. En toda esa vorágine de lo que debemos y lo que hacemos, se nos olvidó pensar en lo que queremos y necesitamos. Se nos olvidó poder sentir un minuto del presente aunque fuera una vez cada día.

Estamos sumergidas a veces en una guerra constante pensando que luchamos por nosotras mismas, pero en realidad dependemos de una llamada, un cumplido o continuas felicitaciones por haber logrado lo que nos proponíamos. Nuestro éxito hacia fuera esconde un agotamiento interno.

Estamos sumergidas en una continua guerra por salir a flote, con un planning lleno de actividades pero sin el tiempo suficiente y la concreción necesaria para llevarlas a cabo sin una continua sensación estar en fuga. Luego llega la culpabilidad, la eterna culpabilidad. Da igual lo que hagas y cómo, siempre aparece.

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Sin embargo, puede que un día dejemos a un lado la búsqueda del triunfo porque sentimos que en su persecución  perdemos calidad de vida. Es una sensación de liberación, no de renuncia. Viene precedida por un largo tiempo, que no aparece por arte de magia.

Es un compromiso con una misma, no con las miles de imposiciones externas que la sociedad como persona, y más concretamente como mujer, te impuso desde el día que naciste. Es un quiero y deseo luchar por mis sueños, pero eso no significa que estos pasen por encima de mí misma, haciéndome sentir pequeña.

Somos las personas las que tenemos que convertir nuestros sueños en una parcela agradable para nuestra cotidianidad. Somos las encargadas de saber que no hay metas que no se han conseguido, sino vivencias que se han experimentado y nos han enriquecido.

La meta más grande es saber cuidar de ti

No hay comodidad ni seguridad que valgan si te sumergen en la más absoluta tristeza. No hay lucha por un sueño fructífera si esta anula tu energía para darle vigor, fuerza y constancia. No hay camino que lleve a ninguna parte si este tiene demasiados desvíos de lágrimas, intranquilidad y pereza.

Podemos acostarnos para seguir soñando o levantarnos para cumplir nuestros sueños.

No puedes seguir a nadie y luchar hasta el límite por el amor de otra persona sintiendo que estás dando y soñando más que recibiendo y construyendo. Estar en paz con una misma es llegar a ese estado en el que nada vale la pena si no está dispuesto a devolverte ni una décima parte del 300% de tiempo e ilusión que inviertes en ello. Estar en paz con una misma es sentir que luchar por ti ante todo es lo más generoso para ti y el mundo entero.

Mujer mirándose al espejo

No hay necesidad de publicarlo ni de reconocerlo. Ese proceso es tan íntimo y sincero que llega a las personas con la madurez suficiente para saber que no tienen la necesidad de demostrar lo que a lo largo de su experiencia han aprendido con rotundidad.

Cuando llegas a ese estado de paz, son los demás los que se intrigan por conocerlo, porque no hay mayor inspiración y compañía que la que no te quiere demostrar nada, sino la que te muestra cómo cada uno de nosotras/os podemos llegar a conseguirlo por nosotras mismas. Haz de tu experiencia, sea cual sea tu aliada y empieza a estar en paz. Que la mayor cuota de productividad sea la cantidad de tiempo que pasas en calma.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.