Falso optimismo: ¿qué es y cuáles son sus consecuencias?
Hoy en día está de moda ser optimista. Ante las dificultades de la vida se nos exhorta a estar siempre sonrientes, llenos de energía y sacar la positividad de cada experiencia, por más dura que sea. No obstante, aunque el optimismo puede ayudarnos, existe una línea delgada y difusa que separa una auténtica actitud positiva de un falso optimismo.
Si bien no podemos negar la pertinencia de una actitud optimista para afrontar la vida, eso no implica que debamos asumirla en todo momento. Pues esto impide la manifestación de otras emociones, también sanas y necesarias.
Y es que hoy en día existe un afán por magnificar las emociones positivas y adoptarlas pese a cualquier circunstancia. Lo que no saben muchos predicadores de autoayuda es que las emociones negativas, como la tristeza, el enfado o la frustración, también son necesarias y que debemos darle a cada una su respectivo espacio.
A continuación explicamos en qué consiste el falso optimismo y cuáles son sus efectos.
¿Qué es el falso optimismo?
El falso optimismo hace referencia a la manifestación de una actitud positiva cuando el mundo interior se encuentra resquebrajado. Esto es así porque no se está en sintonía con lo que se aparenta. En estos casos, las personas se desconectan de sus emociones, las cuales suelen causarles dolor y sufrimiento. Este tipo de optimismo les impide afrontar la realidad, mientras favorece la evasión de los problemas.
En otras palabras, el falso optimismo representa una coraza en la que el individuo se refugia para evadir el malestar que le provocan las situaciones difíciles. Tarde o temprano esta actitud termina dañando a las personas, pues aunque en un primer momento les alivia al evitar cómo se sienten, a la larga la esfera emocional se vuelve cada más pesada.
Características de las personas con falso optimismo
Las personas con falso optimismo presentan una serie de rasgos y actitudes comunes. Son las siguientes:
1. No son realistas
A las personas con falso optimismo les cuesta ser realistas. De hecho, acuden al optimismo para huir de la frustración y del hecho de tener que afrontar una realidad desagradable para ellos.
Así, suelen expresar que todo está bien, aunque su interior esté roto en mil pedazos; o quitan peso a aquello que les duele.
2. Tienen baja autoestima
Las personas con este tipo de optimismo suelen tener una valoración negativa de ellas mismas. Inconscientemente, creen que no son capaces de superar las dificultades de la vida o que no son suficientes ni válidas. Por tanto, dependen de este autoengaño para protegerse del malestar.
En estos casos, se niega el sufrimiento y se crea una realidad que no existe, basada en una falsa positividad.
3. No suelen vivir el presente
Por su parte, estas personas viven con expectativas irracionales sobre el futuro, lo que les aleja de una mentalidad enfocada en el “aquí y el ahora”. Algo que marca la diferencia con el optimismo auténtico, ya que este permite aceptar el presente tal y como se da, y evaluar las dificultades con un tinte más realista.
4. Carecen de automotivación
Por muy contraintuitivo que parezca, el falso optimismo dificulta la automotivación; pues las expectativas y objetivos planteados carecen de racionalidad. A la larga, cuando empiezan a ser conscientes de que sus deseos no corresponden con la realidad ni con lo que experimentan, la caída suele ser más dolorosa y tienden a menoscabar la poca motivación que se tenía.
5. No son sinceros con ellos mismos
Como ya mencionamos, el falso optimismo es una forma de autoengaño; ya que la persona que lo manifiesta no quiere aceptar la realidad que le envuelve. En otras palabras, se trata de un mal intento para reducir la ansiedad y el malestar que sienten.
Y, por lo tanto, no son honestos con ellos mismos, no se cuentan la verdad de cómo se sienten o qué quieren, sino que se amoldan a esa falsa positividad.
Consecuencias del falso optimismo
Practicar el falso optimismo impide que conectemos con nuestro mundo interior, nos aleja de nuestra esfera emocional y con ello obstaculiza la gestión de nuestros problemas y dificultades, ya que impide que reflexionemos sobre nosotros mismos.
La vida no siempre es de color rosa, aunque no queramos aceptarlo. La adversidad y el sufrimiento forman parte de ella y evitarlos no es la solución. Aceptar que no siempre podemos tener una actitud positiva y sonriente permite dar espacio a las demás emociones, las cuales son igual de necesarias y nos facilitan profundizar en lo que nos pasa.
Por ejemplo, la tristeza nos ayuda a superar las pérdidas y los duelos; el enfado evita que seamos víctimas de injusticias o malos tratos; mientras que el miedo nos permite considerar y evitar los peligros.
Dicho esto, te invitamos a abrazar todas las emociones y darles el debido espacio que se merecen. Enfocarte solo en algunas te aleja de ti mismo e imposibilita que gestiones aquello que tanto temes y te duele.
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