¿Actuar por amor o por temor?

Los valores guían nuestros comportamientos a la hora de actuar. Ahora bien, ¿en qué nos repercute nuestra experiencia para actuar por amor o por temor? Hablamos sobre ello.
¿Actuar por amor o por temor?
Leticia Aguilar Iborra

Escrito y verificado por la psicóloga Leticia Aguilar Iborra.

Última actualización: 01 agosto, 2022

La lista de compromisos y obligaciones que podemos llegar a conjugar puede ser interminable, poniendo a prueba nuestros valores -evitar la tentación de seguir el camino más sencillo en detrimento de aquel que elegiríamos si no tuviéramos tanta presión. Dependiendo de las circunstancias, las personas actuamos en función de muchas variables del contexto, viéndonos a veces obligados a desechar alternativas que son atractivas.

Así, nace muchas veces la disonancia sobre qué hacer. Una toma de decisiones que a veces es difícil de diferenciar el trasfondo: por amor a lo que queremos en la vida o por temor. Temor a nuestras opciones, a elegir y descartar alternativas y, por tanto, temor a las consecuencias.

Chica triste pensando en actuar por amor o por temor

¿Qué mueve mi vida para actuar?

Las personas, de manera inevitable, contamos con innumerables experiencias que determinan nuestra forma de funcionar en el mundo, de plantearnos metas o de afrontar desafíos. Así, importa lo que hemos vivido; siendo más exactos, podríamos decir que somos en buena medida el producto de nuestras memorias. De los recuerdos que tenemos de aquello que pasó, pero también de las reminiscencias que conservamos de nuestros planes de futuro.

El problema que se agudiza cuando nuestras decisiones están muy marcadas por lo que ocurrió es el del freno para la curiosidad; nos decantamos por emplear estrategias que ya nos salieron bien, sin explorar otras que podrían hacernos más eficientes o dejarnos un poso más placentero de la experiencia. Así, el terreno donde estamos acostumbrados a pisar constituye un elemento de seguridad y en ocasiones ata a aquella que apuesta por opciones más arriesgadas.

¿Para qué haces lo que haces?

Te preguntarás hacia dónde queremos ir con semejante interrogante. Si bien somos seres que suelen actuar en función de experiencias y aprendizajes pasados, cuando encontramos algo en nuestras vidas que puede guardar cierta semejanza con circunstancias anteriores, soleamos actuar de la misma manera. En este sentido, nuestra experiencia nos protege de ciertos peligros que podemos encontrarnos en el entorno.

El temor, por tanto, tiene cierto sentido. Nos guarda de las posibles amenazas del entorno y nos ayuda a ponernos a salvo, empleando las mismas estrategias que nos han funcionado en momentos de estrés y amenaza. No obstante, muchas veces la regla de actuar en función del temor también hace que nos olvidemos de los pequeños actos de amor que enriquecen nuestra vida.

Actuar por amor: ¿qué significa?

Actuar por amor implica muchas veces cambiar el patrón de comportamientos que realizamos, estando acostumbrados a escuchar solamente lo que nos dice nuestra experiencia, en lugar de lo que nos dice el mundo de ahora. Esto no quiere decir que obligatoriamente debamos actuar de una manera completamente diferente por el mero hecho de ser originales, pues esto solo puede causarnos más dolor y sufrimiento.

En este sentido, actuar por amor significa actuar de acuerdo a direcciones valiosas. Esto es, hacia aquello que para nuestra vida tenga sentido y sea satisfactorio, siendo conscientes de que, de algún modo u otro, aparecerá el miedo y la necesidad de hacer lo que estábamos acostumbrados a hacer.

En el momento en que tomamos elecciones, como la de actuar en consonancia con lo que nos resuena como importante, el instinto de hacer lo de siempre aparecerá para hacernos saber que no estamos acostumbrados a lo que estamos haciendo.

Piernas de una chica caminando

¿Cómo puedo empezar a actuar en función de lo que más me importa?

Solemos querer grandes cambios y a corto plazo. No obstante, actuar en función de las cosas importantes que resuenan en nuestro mundo interno implica paciencia, por no mencionar además el estar dispuestos a aceptar algunas dosis de malestar.

Quizá, deba de implementarse este tipo de filosofía de vida de manera escalonada. Por ejemplo, ¿quién no ha dicho que la semana que viene empieza la dieta y el ejercicio, contemplando una dieta estricta desde el primer momento y ejercicio intenso desde el primer día? Estos cambios no duraran mucho tiempo.

En cambio, si se implementan pequeñas acciones día a día que favorezcan el cambio quizá este tipo de acciones puedan convertirse en hábitos de comportamiento bien instaurados. Por ejemplo, reduciendo el consumo de comida ultraprocesada a 2 veces por semana o bien empezando a hacer sentadillas 10 minutos al día.

La terapia de aceptación y compromiso (ACT) es una de las terapias que propugna este modelo en favor del acercamiento de una persona a sus valores morales. Así, se pone a la persona en contacto con sus propios comportamientos y las funciones que generan cada uno de estos para así ver qué direcciones son las más importantes.


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