
¿Alguna vez te ha ocurrido que una canción que te era indiferente, a base de escucharla, ha terminado por gustarte? ¿Has sentido que cuanto más tiempo pasabas con una persona más agradable te resultaba? En el estudio de las preferencias…
Seguramente habrás escuchado alguna vez la expresión “necesito mi espacio personal”. A menudo, tendemos a asociar esta frase con la incomodidad y el agobio generados por estar demasiado próximos a otra persona. Tan cerca, que a veces ahogamos al otro sin darnos, debido a la invasión de su espacio personal.
Al igual que los gestos corporales o las expresiones faciales transmiten una gran cantidad de información, el espacio físico que hay entre las personas también puede ser una fuente comunicación muy valiosa. En este sentido, Edward T. Hall, a mediados del pasado siglo XX, profundizó en la medición y la descripción de las distancias físicas entre las personas cuando estas interactúan y sacó algunas conclusiones interesantes en las que profundizaremos a continuación.
Todos necesitamos esa esfera propia en la que poder decidir cómo y cuándo compartir nuestro entorno y con quién queremos hacerlo.
El antropólogo estadounidense Edward T. Hall (1914-2009), a comienzos de la década de los años 60, manifestó su interés por la influencia de la distribución espacial en las interacciones entre especies animales. Así, basado en los estudios y los modelos etológicos de Konrad Lorenz y Thomas Henry Huxley, dio origen y sentido a la conocida disciplina de la proxémica.
El término proxémica procede del latín proximus (cerca) y ximus (más, en el sentido de máximo) y se refiere al estudio de la organización del espacio en la comunicación lingüística. Se encarga de estudiar la distancia física entre las personas y su significado en las interacciones. Es decir, la proxémica profundiza en la utilización y la percepción que tienen los individuos de su propio espacio físico, su intimidad personal y de cómo y junto a quien lo emplean.
Gracias a sus investigaciones y observaciones, Hall dedujo que la distancia social que existía entre las personas, correlacionaba con la distancia física que guardaban. De ahí, identificó y explico 4 tipos de distancias o subcategorías distintas de espacio personal. Son las siguientes:
Hall no solamente prestó atención a las distancias como tal, sino a la finalidad de la interacción. Así, gracias a sus observaciones naturales y estudios rigurosos, y en función de su objetivo, fue capaz de identificar 4 zonas de espacio proxémico o ratios de acción:
Por último, Edward T. Hall también tuvo en cuenta otra clasificación: la del espacio fijo, ese marcado por fronteras entre países o barreras inamovibles y el semifijo. Este último es el existente alrededor del cuerpo y varía dependiendo de la cultura en la que estemos enmarcados.
De ahí que concluyera que el espacio personal que necesita cada uno de nosotros para sentirse a gusto puede variar de una cultura a otra y ha de ser tenido igualmente en cuenta. Así, cada una de ellas mantiene diferentes estándares de espacio interpersonal. Por ejemplo, las personas de culturas latinas se sienten mejor de pie y cerca el uno del otro. Sin embargo, los de América del Norte tienen preferencia por la distancia personal.
El conocimiento sobre este tipo de particularidades culturales ayuda a mejorar la comunicación entre personas de distintas procedencias. Además, contribuye a erradicar posibles incomodidades generadas por desconocimiento de las necesidades de espacio personal de cada sujeto.
No obstante, también es necesario considerar que este tipo de distancia física puede depender de otros factores. Por ejemplo, de las características propias de cada uno, atendiendo a sus circunstancias personales, sociales y preferencias.