¿Hasta qué punto eres sensible a las necesidades de los demás? Descúbrelo

Relacionarnos con otros implica saber leerlos, empatizar con ellos y responder a las señales que nos dan. Esto es lo que consiguen quienes son sensibles a las necesidades de los demás.
¿Hasta qué punto eres sensible a las necesidades de los demás? Descúbrelo
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 18 febrero, 2023

«Ojalá encuentres a alguien que hable tu mismo lenguaje, para que no tengas que pasarte la vida traduciendo tu alma». Esta conocida frase expresa a la perfección un anhelo que todos poseemos: vincularnos con personas capaces de vernos realmente, capaces de entendernos casi sin mediar palabra.

Cuando alguien detecta nuestro estado interno y responde a él apropiadamente, nos sentimos seguros, validados y conectados. Pero, ¿eres tú una de esas personas? ¿Eres sensible a las necesidades de los demás?

Lo cierto es que esta habilidad varía de forma significativa entre unas personas y otras. Hay quienes son especialmente hábiles para leer a los demás, y quienes simplemente parecen no percatarse de lo que otros requieren en cada momento.

Esta sensibilidad de la que hablamos es fundamental para navegar el mundo social en todas sus vertientes, por lo que carecer de ella puede conducirnos a discusiones, malentendidos e insatisfacción en las relaciones. Pero, ¿en qué consiste exactamente? ¡Te lo contamos!

Amigas hablando en la calle
Responder a las necesidades emocionales de los demás, favorece su validación.

La importancia de la sensibilidad interpersonal

Las personas, de forma natural, estamos constantemente percibiendo y haciendo juicios sobre los otros. Este es un mecanismo adaptativo que ha favorecido la supervivencia, y aún sigue siendo muy útil.

Tenemos una tendencia natural a percatarnos y evaluar cómo se sienten los demás, cuáles son sus emociones, sus pensamientos, su estado físico, sus actitudes e intenciones… Para esto, no nos regimos solo por sus palabras, sino que captamos información de otras fuentes como su lenguaje no verbal o el contexto de la situación.

Sin embargo, como decíamos, hay quienes son más hábiles a la hora de descifrar estos mensajes y hacer uso de ellos. Para estas personas las relaciones interpersonales son más sencillas, fructíferas y satisfactorias. Son esas con las que nos sentimos vistos, escuchados y comprendidos, esas con las que más tiempo deseamos pasar porque se perciben como un lugar cálido y seguro.

¿Eres sensible a las necesidades de los demás?

Esta sensibilidad interpersonal es una combinación de inteligencia emocional y habilidades sociales, dos factores cruciales que nos acercan al bienestar y al éxito social.

Sin embargo, ser sensible a las necesidades de los demás implica completar un proceso de varios pasos, y en muchas ocasiones podemos fallar en alguno de ellos. Así, las personas que destacan en esta capacidad logran cumplir los siguientes propósitos:

Ser conscientes del otro

Un primer paso consiste en ser capaz de percibir y discriminar los estímulos relevantes de la situación social. Al atender y fijarnos en las palabras, gestos, posturas y expresiones del otro, podemos identificar claves que dejan ver sus estados internos y necesidades. Por ejemplo, si el otro pone los ojos en blanco o baja la mirada.

Aunque parezca evidente, muchas personas no captan estas señales porque su atención no está puesta en el otro. Hay quienes simplemente no se fijan en los demás, están demasiado inmersos en sí mismos y en sus propias necesidades y no se toman el tiempo de preocuparse por quien tienen delante.

Interpretar correctamente

Además de percibir las señales, hemos de saber interpretarlas correctamente. Es decir, entender sus implicaciones y comprender qué información nos están dando sobre la otra persona. Es lo que se denomina empatía cognitiva, la capacidad para leer al otro y descodificar sus pensamientos e intenciones.

Por ejemplo, los ojos en blanco pueden expresar hastío o desaprobación, y una mirada baja puede expresar vergüenza o tristeza.

Conectar emocionalmente

Más allá de entender a nivel intelectual, ser sensible a las necesidades de los demás implica poder conectar emocionalmente. Es decir, ponernos en su piel y poder experimentar la condición o situación de la otra persona como si fuera nuestra. Es esta empatía emocional la que nos permite entender qué necesita el otro en cada momento.

Dan una respuesta apropiada

Todo este proceso finaliza cuando actuamos en consecuencia a lo que hemos percibido y le damos a la persona la respuesta que necesita. Es este último punto el que realmente marca la diferencia para el otro, el que hace que se sienta atendido y entendido o no. Pero para llegar hasta aquí es imprescindible todo lo anterior.

Ahora bien, esta respuesta tiene que ser adecuada y proporcional, y responder a los estados internos de la otra persona, algo que no es sencillo de lograr. Por ejemplo, una persona con buena sensibilidad interpersonal sabe cuándo el otro necesita espacio y cuando prefiere presencia, entiende si debe dar un abrazo, una palabra de aliento o una solución.

Y es que muchas veces los conflictos surgen por una respuesta inapropiada aunque bienintencionada. Por ejemplo, si tu pareja está disgustada y se desahoga contigo, tal vez solo quiere que la escuches, la comprendas y valides sus emociones. Si en lugar de esto, le dices lo que debe hacer para solucionar su problema, puede no sentirse entendida ni acompañada, porque esta no era su necesidad.

Además, cabe mencionar que no solo se necesita saber cuál es la respuesta adecuada, sino tener la motivación para ofrecerla. En ocasiones, la actitud del otro nos confunde u ofende tanto que, aunque sepamos qué requiere de nosotros, puede más el impulso de responder con las mismas malas formas.

Amigos hablando
Una respuesta apropiada al estado interno de la otra persona refuerza la relación.

Ser sensible a las necesidades de los demás es todo un arte

Como ves, este tipo de sensibilidad interpersonal es una habilidad compleja, en la que influye la genética, pero también lo que nos esforcemos en trabajarla. Crecer en un ambiente familiar sensible, receptivo y responsable facilita mucho la tarea, ya que nos provee de modelos positivos para aprender en una etapa en la que es prácticamente lo único que hacemos.

No obstante, tampoco es positivo llevar esta cualidad al extremo. Cuando somos demasiado sensibles a las reacciones de los otros, caemos en la hipervigilancia y el miedo al rechazo. Estamos tan pendientes de cómo se sienten los demás, de qué esperan y necesitan de nosotros, que perdemos la naturalidad y la espontaneidad.

Esto ocurre con mayor frecuencia en quienes tuvieron progenitores ambivalentes, con reacciones emocionales impredecibles e inconsistentes que pasaban del amor a la hostilidad. Estos niños desarrollan un estado de alerta constante y una especial habilidad para leer a los otros, pero es tal su preocupación por agradar y complacer que esto puede tornarse en dependencia emocional y ansiedad social. Por ello, la clave está en hallar un equilibrio en ver a los otros sin perdernos de vista a nosotros mismos.


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