La forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones

Cuando estamos tristes nos tapamos la cara, cuando sentimos ansiedad o preocupación nos rascamos la frente, las cejas, el mentón... El rostro es ese espacio que buscan nuestras manos cuando nos asaltan las emociones.
La forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 16 febrero, 2022

Puede que no seas consciente de ello, pero la forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones. Te llevas la mano a la frente cuando te sorprendes o te preocupas. Te tapas el rostro cuando te invaden la angustia, la tristeza y hasta la desesperación. Quien más y quien menos tiene un tic cuando le asaltan los nervios; unos se rascan la nariz, otros las cejas o el mentón…

Somos seres emocionales y esta parte de nuestro cuerpo parece ser el territorio preferido donde descargar tensiones. No solo la cara es el espejo del alma y el reflejo de aquello que sentimos, también es esa parte que buscan nuestras manos de manera constante. Necesitamos tocar y también tocarnos.

De algún modo, el cerebro establece una conexión con la frente, las mejillas, los ojos, el mentón y la boca para calmarnos. Lo hacen los niños pequeños que necesitan llevarse el pulgar a la boca cuando están cansados, estresados o aburridos. Lo hacemos incluso los adultos cuando nos llevamos ese boli o ese lápiz para mordisquearlo cuando los nervios nos asaltan…

“De todos los sentidos la vista es la más superficial; el oído, el más orgulloso; el olfato, el más voluptuoso; el gusto, el más supersticioso e inconstante; el tacto, el más profundo”.

-Denis Diderot-

Mujer triste con las manos en la cara
Tocarnos las mejillas, la frente o las sienes es una manera de hallar alivio cuando estamos nerviosos, irritados o preocupados.

El vínculo entre el tacto y las emociones

Quizás te resulte llamativo, pero ninguna parte de nuestro cuerpo recibe tantos tipos de contacto como nuestro rostro. Apoyamos la cara en la mano cuando pensamos. Hay quien no puede evitar tocar sus granitos o rascar sus cejas casi de manera inconsciente mientras reflexiona, lee o estudia. Algunos se tapan los ojos cuando sienten miedo, y otros hacen lo mismo cuando sienten vergüenza.

David J. Linden, profesor de neurociencia en la Facultad de Medicina de la Johns Hopkins University, escribió un libro interesante sobre el tema. En Touch: the science of hand, heart, and mind explica cómo el tacto tiene un vínculo directo con las emociones. Necesitamos tocar a los demás para establecer vínculos, favorecer el desarrollo de los niños y validar sentimientos.

Sin embargo, no podemos excluir un aspecto. El ser humano también necesita tocarse para canalizar y expresar sus sentimientos. Y el rostro, la forma en que nos tocamos la cara, tiene una relación directa con lo que sentimos en cada momento.

El tacto también habla

Joe Navarro es un conocido exagente y supervisor del FBI que se ha vuelto muy popular con sus libros sobre comunicación no verbal. Títulos como El cuerpo habla (2012) son toda una referencia en este campo. Algo que nos señala en sus trabajos es que el cerebro tiene todo un arsenal de vías de escape cuando experimenta una emoción.

Los analistas del comportamiento humano saben que la manera en que nos tocamos la cara revela un sentimiento, una emoción, una inquietud. Tanto es así que muchos agentes de policía o vigilantes en los aeropuertos saben a quién cachear partiendo de este tipo de gestualidad.

Un ejemplo, cuando alguien está inquieto o preocupado, tiende a tocarse el rostro con el índice o el pulgar. El cerebro prefiere el tacto de esos dedos que tienen las yemas más anchas cuando estamos pensativos. Tanto es así que cuando nos asalta una preocupación intensa o nos sentimos frustrados, entonces tendemos a rascarnos, bien la mejilla o la frente.

Las situaciones de estrés demandan movimientos más dinámicos, y la cara es también esa superficie en la que las manos buscan canalizar la tensión.

Los nervios Merkel de nuestros dedos

La forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones y el mecanismo que media en este proceso son los nervios Merkel. Una investigación de la Universidad de Cincinnati indica que los dedos y la cara disponen de una familia de nervios esenciales para discriminar texturas, formas, presiones, etc.

Ahora bien, estos sistemas sensoriales son también una manera de expresión emocional para el cerebro. Los nervios Merkel del rostro y las yemas de los dedos se tocan con frecuencia como medio para canalizar emociones.

Pongamos un ejemplo. Tenemos una cita importante y al entrar al vagón del metro, este de pronto se detiene porque hay una avería. Nos ponemos nerviosos y empezamos a rascarnos el mentón, la frente… El cerebro necesita esas sensaciones para canalizar el estrés y disponer de un recurso básico de relajación.

Mujer preocupada tocándose la cara
Las personas hacemos uso en nuestra comunicación no verbal de múltiples recursos relajantes o pacificadores. Tocarnos o rascarnos la cara es un ejemplo de ello.

Leer a los demás a través de cómo se tocan la cara

La comunicación no verbal es un tema fascinante, no hay duda. Ahora bien, es cierto que hasta el momento nos fijábamos en aspectos como el movimiento de las manos o los brazos, el tono de voz, la gestualidad, los hombros, etc. Vale la pena tener en cuenta también el modo en que los demás se tocan la cara.

La persona que se toca el cabello de manera continuada, que se rasca el lóbulo de la oreja o el cuello, puede revelar inseguridad. Ya sabemos también que rascarse o cogerse el tabique nasal con el dedo índice y el pulgar, expresa preocupación profunda. Llevarse la mano a la frente o taparse los ojos con la mano es signo de miedo, alerta o incluso vergüenza.

Las personas somos con frecuencia libros abiertos que revelan estados emocionales de relativa intensidad. Comprendernos entre nosotros es también una competencia que desarrollar para actuar en consecuencia.


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  • Buijs, R. M., De Vries, G. J., Van Leeuwen, F. W., and Swaab, D. F. (1983). Vasopressin and oxytocin: distribution and putative functions in the brain. Prog Brain Res. 60, 115–122.
  • Linden, D. J. 2015. Touch: The Science of the Hand, Heart, and Mind. New York: Viking
  • Montagu, Ashley. 1986. Touching: The Human Significance of the Skin. New York: Harper & Row, Publishers.
  • Napier, J. R. (1965). Evolution of the Human Hand. Proceedings Royal Institute of Great Britain, Volume 40, p.544–557.

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